A pesar del hecho de que se había pasado cada momento que estaba despierto en los últimos días esperando desesperadamente que Dumbledore en verdad viniera a buscarlo, Harry se sintió extrañamente incómodo mientras se alejaban por la calle Privet Drive juntos. Nunca antes había tenido una conversación como Dios manda con el director fuera de Hogwarts, usualmente había un escritorio entre los dos. El recuerdo de su último encuentro cara a cara continuaba molestándolo y hacía aumentar el sentimiento de vergüenza en Harry; había gritado bastante en esa ocasión, sin mencionar que había hecho lo posible por destruir varias de las posesiones más preciadas de Dumbledore.
Pero Dumbledore en aquel momento parecía completamente relajado.
-Mantén tu varita al alcance de tu mano, Harry- dijo con tono alerta.
-¿Pero pensé que no se me permitía hacer magia fuera del colegio, señor?
-En caso de un ataque- dijo Dumbledore-, te doy permiso de usar cualquier maldición o contramaldición que se te venga a la mente. Aunque no creo que debas preocuparte por ser atacado esta noche.
-¿Por qué no, señor?
-Estás conmigo- dijo Dumbledore simplemente-. Con eso bastará, Harry.
Se detuvieron abruptamente al final de Privet Drive.
-No has, por supuesto, pasado tu examen de Aparición- dijo.
-No- dijo Harry-. Pensé que tenía que tener diecisiete.
-Cierto- dijo Dumbledore-. Así que necesitarás sujetarte firmemente de mi brazo. El izquierdo, si no te importa. Como debes haberlo notado, el brazo de mi varita está un tanto frágil de momento.
Harry se sujetó del antebrazo que le extendió Dumbledore.
-Excelente- dijo Dumbledore-. Bien, aquí vamos.
Harry sintió el brazo de Dumbledore retorcerse e intentar librarse, y se sujetó aún más fuerte; lo siguiente que supo, fue que todo se volvió negro; estaba siendo apretado fuertemente por todos lados; no podía respirar, habían bandas de hierro apretándose alrededor de su pecho; sus ojos estaban siendo forzados hacia el interior de su cabeza; sus tímpanos estaban siendo empujados más adentro de su cráneo y entonces…
Tomó grandes bocanadas del frío aire de la noche y abrió sus ojos llorosos. Se sentía como si acabara de ser forzado a pasar a través de un muy estrecho tubo de goma. Le tomó unos segundos darse cuenta que Privet Drive se había desvanecido. Él y Dumbledore estaban ahora parados en lo que parecía ser una plaza desierta de un pueblo, en el centro del cual se erguía un antiguo monumento conmemorativo de guerra y algunos bancos. Su comprensión se puso a la par de sus sentidos, y Harry se dio cuenta que acababa de Aparecerse por primera vez en su vida.
-¿Estás bien?- le preguntó Dumbledore, mirándolo con preocupación-. Uno se demora un tiempo en acostumbrarse a la sensación.
-Estoy bien- dijo Harry, frotando sus orejas, que se sentían como si hubieran abandonado Privet Drive a la fuerza -. Pero creo que prefiero las escobas…
Dumbledore sonrió, se ajustó su capa de viaje un poco más suelta alrededor de su cuello, y dijo:
-En esta dirección.
Comenzó a caminar a paso rápido, dejando atrás una posada vacía y algunas casas. De acuerdo con el reloj en una capilla cercana, era casi medianoche.
-Así que, cuéntame, Harry- dijo Dumbledore-. Tu cicatriz… ¿te ha estado doliendo?
Harry, inconscientemente, alzó una mano a su frente y frotó la marca en forma de rayo.
-No- dijo-, y me he estado preguntando sobre eso. Pensé que me estaría quemando todo el tiempo ahora que Voldemort se está volviendo tan poderoso nuevamente.
Alzó la vista para mirar a Dumbledore y notó que su expresión era de satisfacción.
-Yo, por otro lado, pensé lo contrario- dijo Dumbledore-. Lord Voldemort al fin se ha dado cuenta del peligroso acceso a sus pensamientos y sentimientos del que has estado disfrutando. Al parecer ahora está empleando la Oclumancia contra ti.
-Bueno, no me quejo- dijo Harry, quien no extrañaba ni los perturbadores sueños ni las súbitas e inesperadas visiones dentro de la mente de Voldemort.
Doblaron en una esquina, pasaron una cabina telefónica y una estación de autobuses. Harry miró nuevamente a Dumbledore.
-¿Profesor?
-¿Harry?
-Este… ¿Dónde estamos exactamente?
-Esta, Harry, es la encantadora villa de Budleigh Babberton.
-¿Y qué estamos haciendo aquí?
-Ah, sí. Por supuesto, aún no te lo he dicho- dijo Dumbledore-. Bien, he perdido la cuenta del número de veces que he dicho esto en años recientes, pero, una vez más, nos hace falta un miembro entre los profesores. Estamos aquí para persuadir a un viejo colega mío de salir de su retiro y regresar a Hogwarts.”
-¿Y cómo puedo ayudar con eso, señor?
-Oh, me parece que podremos encontrar algún uso para ti- dijo Dumbledore vagamente-. A la izquierda aquí, Harry.
Procedieron a subir por una inclinada y angosta calle delineada por casas a ambos lados. Todas las ventanas estaban oscuras. El extraño frío que había permanecido sobre Privet Drive por dos semanas persistía aquí también. Pensando en los dementores, Harry dirigió una mirada por sobre su hombro y cerró el puño alrededor de su varita, dentro de su bolsillo.
-Profesor, ¿Por qué no pudimos simplemente aparecernos directamente a la casa de su antiguo colega?
-Porque eso sería tan grosero como derribar la puerta principal a patadas- dijo Dumbledore-. La cortesía indica que debemos ofrecer a nuestros compañeros brujos la oportunidad de negarnos la entrada. En cualquier caso, la mayoría de los hogares mágicos están protegidos contra visitas indeseadas que deseen aparecerse dentro. En Hogwarts, por ejemplo…
-… no puedes aparecerte en ningún lugar de la construcción o en los terrenos- dijo Harry rápidamente-. Hermione Granger me lo explicó.
-Y ella tiene toda la razón. Doblamos a la izquierda, nuevamente.
El reloj de la iglesia tocó las doce a sus espaldas. Harry se preguntó por qué Dumbledore no consideraba grosero el despertar a su viejo colega tan tarde en la noche, pero ahora que una conversación había sido establecida tenía preguntas más importantes que hacer.
-Señor, leí en el diario El Profeta que Fudge fue despedido…
-Correcto- dijo Dumbledore, ahora doblando hacia una inclinada calle lateral-. Ha sido reemplazado, como estoy seguro que también te has enterado, por Rufus Scrimgeour, quien solía ser Jefe de la oficina de Aurores.
-¿Es el… piensa usted que está bien?- preguntó Harry.
-Una pregunta interesante- dijo Dumbledore-. Él es capaz, ciertamente. Una personalidad más decisiva y fuerte que Cornelius.
-Sí, pero yo me refería a…
-Sé a qué te referías. Rufus es un hombre de acción y, habiendo luchado contra brujos oscuros durante la mayoría de su vida de trabajo, no subestima a Lord Voldemort.
Harry esperó, pero Dumbledore no dijo nada acerca del desacuerdo con Scrimgeour que El Profeta había reportado, y no se atrevió a insistir sobre el tema, así que decidió cambiarlo.
-Y… señor… leí sobre Madam Bones.
-Sí- dijo Dumbledore suavemente-. Una terrible pérdida. Era una gran bruja. Justo ahí arriba, creo- auch!
Había apuntado con su mano herida.
-Profesor, ¿qué le pasó a su-?
-No hay tiempo para explicarlo ahora- dijo Dumbledore-. Es una historia emocionante, espero hacerle justicia.
Le sonrió a Harry, quien entendió que no estaba siendo callado abruptamente, y que tenía permiso para seguir haciendo preguntas.
-Señor- recibí un folleto vía lechuza del Ministerio de Magia, acerca de las medidas de seguridad que deberíamos tomar contra los mortífagos…
-Sí, yo mismo recibí uno- dijo Dumbledore, aún sonriendo-. ¿Te pareció útil?
-En realidad, no.
-No, eso me imaginaba. No me has preguntado, por ejemplo, cuál es mi sabor favorito de mermelada, para estar seguro que en verdad soy el Profesor Dumbledore y no un impostor.
-Yo no…- comenzó Harry, sin estar seguro por completo si estaba siendo regañado o no.
-Para futura referencia, Harry, es frambuesa… aunque, por supuesto, si fuera un mortífago, podría haberme asegurado de averiguar mis propias preferencias sobre mermelada antes de pretender ser yo mismo.
-Er… correcto- dijo Harry-. Bien, en panfleto, decía algo sobre los Inferi. ¿Qué son exactamente? El panfleto no era muy claro al respecto.
-Son cadáveres- dijo Dumbledore con calma-. Cuerpos muertos que han sido encantados para seguir la voluntad de un brujo oscuro. Aunque los Inferi no han sido vistos en mucho tiempo, no desde la última vez que Voldemort estaba en el poder… Asesinó a suficiente gente para hacer su propio ejército de ellos, por supuesto. Éste es el lugar, Harry, justo aquí…
Se estaban aproximando a una pequeña casa de piedra ubicada en su propio jardín. Harry estaba demasiado ocupado digiriendo la horrible idea de los Inferi como para prestar mucha atención a todo lo demás, pero al llegar a la reja, Dumbledore se detuvo abruptamente y Harry chocó contra él.
-Oh, Dios. Oh, Dios, Dios, Dios.
Harry siguió su mirada a través del bien cuidado camino que llevaba a la casa y sintió su corazón detenerse. La puerta principal estaba colgando de los goznes.
Dumbledore miró a uno y otro lado de la calle. Parecía completamente desierta.
-Saca tu varita y sígueme, Harry- dijo en voz baja.
Abrió la reja y caminó rápida y silenciosamente por el sendero de piedra del jardín, con Harry pisándole los talones, y empujó la puerta frontal muy lentamente, su varita alzada y lista para cualquier hechizo.
-Lumos.
La punta de la varita de Dumbledore se encendió, proyectando su luz por el estrecho corredor. A la izquierda, otra puerta también estaba abierta. Sosteniendo su varita iluminada en alto, Dumbledore caminó hacia la sala de estar con Harry justo detrás suyo.
Se encontraron con una escena de devastación total frente a sus ojos. Un reloj de péndulo yacía destrozado a sus pies, el vidrio roto, su péndulo arrojado en el piso un poco más allá como una espada caída. Un piano estaba de costado, sus teclas esparcidas por el piso. Los restos de un candelabro yacían cerca, aún moviéndose y tintineando. Los cojines estaban deshechos, las plumas asomándose por la tela desgarrada; fragmentos de vidrio y porcelana estaban como polvo encima de todo. Dumbledore levantó su varita aún más en alto, de modo que la luz iluminara también las paredes, donde algo rojo y pegajoso estaba salpicado sobre el papel tapiz. Dumbledore dio la vuelta al escuchar la exclamación de sorpresa de Harry.
-Nada lindo, ¿verdad?- dijo con pesadez-. Sí, algo horrible ha sucedido aquí.
Dumbledore se movió con cuidado hacia el centro de la habitación, escudriñando la destrucción a sus pies. Harry lo siguió, mirando a su alrededor, medio asustado de lo que podría encontrar detrás de lo que quedaba del piano o del sofá, pero no había señal alguna de un cadáver.
-¿Quizá hubo una pelea y… se lo llevaron arrastrando, Profesor?- sugirió Harry, tratando de no imaginar qué tan herido debía estar una persona para dejar ese tipo de manchas esparcidas por la mitad de las paredes.
-No lo creo- dijo Dumbledore silenciosamente, asomándose detrás de un sillón dado vuelta.
-¿Quiere decir que él-?
-¿… aún está por aquí, en algún lado? Sí.
Sin ninguna advertencia, Dumbledore se abalanzó, enterrando la punta de su varita en el asiento del sillón, al cual gritó:
-¡Auch!
-Buenas tardes, Horace- dijo Dumbledore, parándose derecho nuevamente.
La boca de Harry se abrió por sí sola. Donde hacía menos de un segundo había un sillón ahora se encontraba un enormemente gordo, calvo, y anciano hombre quien se estaba masajeando la barriga y mirando a Dumbledore a través de un lloroso y agraviado ojo entrecerrado.
-No había necesidad de enterrar la varita tan fuerte- gruñó, gateando para ponerse en pie con cuidado-. Eso dolió.
La luz de la varita se reflejó en su brillante coronilla, sus prominentes ojos, su enorme, plateado bigote similar al de una morsa, y los pulidos botones de su chaqueta de terciopelo marrón que usaba sobre un par de pijamas de color lila. La cumbre de su cabeza apenas le llegaba a Dumbledore al mentón.
-¿Qué me delató?- preguntó mientras se tambaleaba para ponerse en pie, aún frotando su barriga. Parecía remarcablemente desvergonzado para alguien quien acababa de ser descubierto pretendiendo ser un sillón.
-Mi querido Horace- dijo Dumbledore, pareciendo divertido-, si los mortífagos en verdad hubiesen estado aquí, la Marca Tenebrosa estaría flotando en estos momentos sobre la casa.
-La Marca Tenebrosa- murmuró-. Sabía que había algo… oh bien. No hubiera tenido tiempo de todos modos, acababa de terminar de poner los toques finales a la tapicería cuando entraste en la habitación.
Suspiró fuertemente, haciendo que los bordes de su bigote se movieran.
-¿Te gustaría mi ayuda para limpiar?- preguntó Dumbledore amablemente.
-Por favor- dijo el otro.
Se pararon espalda con espalda, el alto y delgado brujo y el bajito y redondo, y agitaron sus varitas en un idéntico movimiento.
Los muebles regresaron volando a sus lugares originales; ornamentos se reformaban en el aire, plumas regresaban al interior de los cojines; libros destrozados se reparaban solos mientras volaban a las repisas; lámparas de aceite flotaron hasta las mesas y se reencendieron; una vasta colección rota de marcos plateados para fotos voló destellando a través de la habitación y aterrizaron, completos y sin marca alguna, en un escritorio; agujeros, grietas y desgarros eran arreglados por todos lados, y las paredes se limpiaron solas.
-¿Qué tipo de sangre era esa en las paredes, por cierto?- preguntó Dumbledore fuertemente por sobre el repicar del nuevamente completo reloj de péndulo.
-¿En las paredes? De dragón- gritó el brujo llamado Horace, mientras que, con un tintinear ensordecedor, el candelabro se atornillaba nuevamente al techo.
Hubo un estruendo final proveniente del piano, y luego silencio.
-Sí, dragón- dijo el brujo a modo de conversación-. Mi última botella, y los precios están por los cielos en este momento. Aún así, puede ser reutilizable.
Se dirigió a la repisa colgada en una de las paredes, recogió una pequeña botella de cristal y la levantó para mirarla a través de la luz, examinando cuidadosamente el líquido en su interior.
-Hmm. Un poco polvorienta.
Volvió a dejar la botella en la repisa y suspiró. Fue entonces que sus ojos se posaron en Harry.
-Oho- dijo, sus enormes ojos rápidamente se dirigieron a la frente de Harry y a la cicatriz en forma de rayo que portaba-. ¡Oho!
-Éste- dijo Dumbledore, avanzando para hacer las presentaciones-, es Harry Potter. Harry, él es un viejo amigo y colega mío, Horace Slughorn.
Slughorn giró hacia Dumbledore, con expresión astuta.
-Así que es cómo pensabas convencerme, ¿no es así? Bien, la respuesta es no, Albus.
Pasó al lado de Harry, apartándolo, su cabeza girada hacia un lado resueltamente con el aire de un hombre tratando de resistir la tentación.
-¿Supongo que al menos podemos beber algo?- preguntó Dumbledore-. ¿Por los viejos tiempos?
Slughorn dudó.
-De acuerdo, un trago- dijo sin gracia.
Dumbledore le sonrió a Harry y lo dirigió hacia una silla no muy diferente a la que Slughorn estaba imitando recientemente, que se encontraba justo al lado del fuego encendido de una lámpara de aceite que brillaba fuertemente. Harry tomó el asiento sugerido con la fuerte impresión que Dumbledore, por algún motivo, deseaba mantenerlo lo más visiblemente posible. Ciertamente cuando Slughorn, quien había estado ocupado con los vasos y decantadores, giró hacia el centro de la habitación nuevamente, sus ojos cayeron inmediatamente en Harry.
-Hmmff- dijo, apartando la mirada como si estuviese asustado de herir sus ojos-. Aquí tienes- le entregó un vaso a Dumbledore, quien se había sentado sin invitación, empujó la bandeja hacia Harry, y luego se hundió entre los cojines del sofá reparado en silencio. Sus piernas eran tan cortas que no alcanzaban a tocar el piso.
-Y bien, ¿cómo has estado, Horace?- preguntó Dumbledore.
-No tan bien- dijo Slughorn de inmediato-. Pecho débil. Jadeante. Reumatismo también. No me puedo mover como antes. Bien, pero eso es de esperarse, con la edad. Fatiga.
-Y aún así te moviste bastante rápido para preparar esta gran bienvenida para nosotros en tan corto tiempo- dijo Dumbledore-. ¿No puedes haber tenido más de dos o tres minutos de advertencia?
Slughorn dijo, medio enfadado y medio orgulloso.
-Dos. No escuché la alarma de mi encantamiento contra intrusos, estaba tomando un baño. De todos modos- agregó seriamente, al parecer tratando de arreglarse-, aún está el hecho de que soy un hombre viejo, Albus. Un cansado hombre viejo que se ha ganado el derecho a una vida tranquila y unas cuantas comodidades.
Ciertamente tenía aquellas cosas, pensó Harry, mirando la habitación a su alrededor. Era sofocante y desordenada, pero nadie podía decir que era incómoda; había sillas suaves y taburetes, bebidas y libros, cajas de chocolates y acolchonados cojines. Si Harry no hubiese sabido quién vivía allí, hubiera pensado que se trataba de una rica y quisquillosa anciana.
-No eres tan viejo como yo, Horace- dijo Dumbledore.
-Bueno, quizá deberías pensar en retirarte tú mismo- dijo Slughorn directamente. Sus pálidos ojos color de oliva se fijaron en la mano herida de Dumbledore-. Los reflejos ya no son lo que solían ser, por lo que veo.
-Tienes toda la razón- dijo Dumbledore serenamente, apartando su manga para revelar la punta de las negras quemaduras en sus dedos; era una visión que hizo que la parte de atrás del cuello de Harry cosquilleara desagradablemente-. Sin duda soy más lento de lo que era antes. Pero por otro lado…
Se encogió de hombros abrió sus manos ampliamente, como diciendo que la edad tenía sus compensaciones, y Harry notó un anillo en su mano sana que nunca antes había visto a Dumbledore usar: era grande, hecho toscamente de lo que parecía ser oro, y estaba decorado con una gran piedra negra que se había quebrado por la mitad. Los ojos de Slughorn también se detuvieron en el anillo por un segundo, y Harry vio que por un momento frunció el entrecejo levemente.
-¿Así que, todas estas precauciones contra intrusos, Horace… son debido a los mortífagos o a mí?- preguntó Dumbledore.
-¿Qué querrían los mortífagos con un pobre, inútil y viejo lustrabotas como yo?- demandó Slughorn.
-Me imagino que querrán transformar tus considerables talentos a coerción, tortura, y asesinato- dijo Dumbledore-. ¿En verdad me estás diciendo que aún no han intentado reclutarte?
Slughorn miró a Dumbledore siniestramente por un momento, y luego murmuró:
-No les he dado la oportunidad. Me he estado moviendo de un lugar a otro por un año. Nunca permanezco en un lugar por más de una semana. Voy de una casa Muggle a otra casa Muggle. Los dueños de esta casa están de vacaciones en las Islas Canarias. Ha sido muy agradable, voy a lamentar tener que marcharme. Es bastante fácil una vez que sabes hacerlo, un simple Hechizo Congelante en esas absurdas alarmas contra robos que usan en lugar de chivatoscopios, y asegurarse que los vecinos no te vean metiendo un piano.
-Ingenioso- dijo Dumbledore-. Pero suena como una exhaustiva existencia para un inútil y viejo lustrabotas como tú que busca una vida tranquila. Ahora, si regresaras a Hogwarts…
-¡Si vas a decirme que mi vida sería más pacífica en ese colegio pestilente, puedes ahorrarte el aliento, Albus! ¡Puede que haya estado escondiéndome, pero me llegaron algunos rumores bastante raros desde que Dolores Umbridge se fue! Si es así como tratas a tus profesores estos días…
-La profesora Umbridge tuvo un desagradable encuentro con nuestra manada de centauros- dijo Dumbledore-. Creo que tú, Horace, hubieras sido lo suficientemente inteligente como para no internarte en el bosque y llamar a los centauros unos ‘sucios híbridos.’
-¿Con que eso fue lo que sucedió?- dijo Slughorn-. Esa mujer estúpida. Nunca me agradó.
Harry soltó una carcajada y Dumbledore y Slughorn se giraron para mirarlo.
-Lo siento- se apresuró a decir Harry-. Es sólo que… a mi tampoco me agradaba.
Dumbledore se levantó de su asiento súbitamente.
-¿Ya te marchas?- preguntó Slughorn rápidamente, luciendo esperanzado.
-No, me preguntaba si me sería posible usar tu baño- dijo Dumbledore.
-Oh- dijo Slughorn, claramente decepcionado-. Por el pasillo, segunda puerta a la izquierda.
Dumbledore salió dando largos pasos de la habitación. Una vez que la puerta se cerró detrás de él, reinó el silencio. Después de unos momentos, Slughorn se levantó pero parecía no saber qué hacer consigo mismo. Le dirigió una mirada furtiva a Harry, entonces cruzó la habitación hacia el fuego y le dio la espalda a éste, calentando su amplio trasero.
-No pienses que no sé por qué te trajo- dijo abruptamente.
Harry meramente miró a Slughorn. Sus húmedos ojos pasaron sobre la cicatriz de Harry, esta vez tomándose el tiempo de apreciar el resto de su rostro.
-Te pareces mucho a tu padre.
-Sí, eso he escuchado- dijo Harry.
-Excepto por tus ojos. Tienes…
-Los ojos de mi madre, lo sé- Harry lo había escuchado muchas veces y le parecía un tanto fastidioso.
-Hmmff. Sí, bueno. Como profesor no debes tener favoritos, por supuesto, pero ella era una de mis favoritas. Tu madre- agregó Slughorn, en respuesta a la mirada inquisitiva que Harry le dirigió-. Lily Evans. Una de las brujas más brillantes a quien le haya enseñado. Vivaz, sabes. Era una niña encantadora. Solía decirle que debería haber estado en mi Casa. También solía obtener respuestas bastante atrevidas.
-¿Cuál era su Casa?
-Yo era el Jefe de Slytherin- dijo Slughorn-. Oh, vamos-. Se apresuró a decir, viendo la expresión en el rostro de Harry y agitando un grueso dedo en su dirección-. ¡No puedes culparme por eso! ¿Me imagino que eres un Gryffindor, como ella? Sí, usualmente eso sucede en las familias. Pero no siempre. ¿Alguna vez has oído hablar de Sirius Black? Estoy seguro que debes haber escuchado de él, ha estado en los periódicos por un par de años. Murió hace algunas semanas…
Era como si una mano invisible hubiera retorcido los intestinos de Harry y los apretara fuertemente.
-Bien, de todos modos, él era un gran amigo de tu padre en el colegio. Toda la familia Black había estado en mi Casa, ¡Pero Sirius terminó en Gryffindor! Lástima, era un muchacho muy talentoso. Su hermano, Regulus, estuvo en mi Casa después de un par de años, pero me hubiese gustado tenerlos a los dos.
Sonaba como un entusiasmado coleccionista a quien le hubieran ganado una pieza importante en un remate. Aparentemente perdido en sus recuerdos, mantuvo la vista fija en la pared opuesta, girando lentamente en el lugar para asegurarse de calentarse el trasero parejamente.
-Tu madre era hija de Muggles, por supuesto. No podía creerlo cuando me enteré. Pensé que debía ser de sangre pura, era tan inteligente.
-Una de mis mejores amigas es hija de Muggles- dijo Harry-, y es la mejor en nuestro año.
-Curioso como eso sucede a veces, ¿no es verdad?- dijo Slughorn.
-No realmente- dijo Harry fríamente.
Slughorn lo miró con sorpresa.
-¡De seguro no pensarás que soy prejuicioso!- dijo-. ¡No, no, no! ¿Acaso no acabo de decir que tu madre era una de mis estudiantes favoritas? También estaba Dirk Cresswell, un año detrás de ella. Ahora es Jefa de la Oficina de Enlace con los Duendes en el Ministerio, por supuesto. ¡Otra hija de Muggles, una estudiante muy talentosa, y aún me da excelente información reservada acerca de lo que sucede en Gringotts!
Rebotó suavemente de arriba abajo, sonriendo satisfecho consigo mismo, y apuntó a las muchas fotografías enmarcadas en el escritorio, cada una mostrando a sus diminutos habitantes.
-Todas de antiguos estudiantes, todas firmadas. Puedes fijarte en Barnabas Cuffe, editor de El Profeta, él siempre está interesado en oír mi opinión sobre las noticias del día. Y Ambrosius Flume, de Honeydukes: un canasto cada cumpleaños, ¡Y todo porque lo presenté a Ciceron Harkiss, quien le dio su primer trabajo! En la parte de atrás… La verás si tan sólo tuerces un poco el cuello… está Gwenog Jones, quien por supuesto es capitana de los Holyhead Harpies. ¡La gente siempre se asombra de que yo trate a los Harpies de tú, y tengo boletos gratis cuando quiera!
Esto parecía alegrarlo inmensamente.
-¿Y toda esa gente sabe dónde encontrarlo, dónde enviarle cosas?- preguntó Harry, quien no podía evitar preguntarse por qué los Mortífagos aún no habían encontrado a Slughorn si canastos de dulces, boletos para juegos de Quidditch, y visitantes que buscaban su opinión y consejos podían hacerlo.
La sonrisa se borró del rostro de Slughorn tan rápido como la sangre de las paredes.
-Por supuesto que no- dijo, mirando fijamente a Harry-. No he estado en contacto con ellos por un año.
Harry tenía la impresión que las palabras sorprendieron a Slughorn mismo; parecía bastante perturbado por un momento. Luego se encogió de hombros.
-Aún así… los brujos precavidos mantienen su cabeza agachada en estos tiempos. ¡Muy fácil para Dumbledore hablar, pero aceptar un puesto en Hogwarts justo ahora sería el equivalente declarar mi alianza pública a la Orden del Fénix! Y aunque estoy seguro que son gente muy admirable y valiente y todo lo demás, yo, personalmente, no aprecio la tasa de mortalidad…
-No tiene por qué ser parte de la Orden para enseñar en Hogwarts- dijo Harry, quien no pudo mantener un tono de burla fuera de su voz por completo: era difícil simpatizar con la consentida existencia de Slughorn cuando aún podía recordar a Sirius, agachado y escondido en una cueva, viviendo de ratas-. La mayoría de los profesores no están en la Orden, y ninguno de ellos ha sido asesinado… bueno, a no ser que cuente a Quirrell, y él obtuvo lo que se merecía por trabajar con Voldemort.
Harry había estado seguro que Slughorn sería uno de esos brujos que no podían soportar oír el nombre de Voldemort en voz alta, y no estuvo decepcionado: un escalofrío recorrió a Slughorn y dio una pequeña exclamación de protesta, la que Harry ignoró.
-Me imagino que los profesores estarán más a salvo que la mayoría de las personas siempre que Dumbledore siga siendo director; se supone que él es el único a quien Voldemort ha temido, ¿No es así?- continuó Harry.
Slughorn miró al espacio por un momento o dos: parecía estar considerando las palabras de Harry.
-Bueno, sí, es cierto que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado nunca ha buscado una pelea con Dumbledore- admitió a regañadientes-. Y supongo que uno podría decir que como no me he unido a los mortífagos, El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado de seguro no me cuenta entre sus amigos… en cuyo caso, puede ser que me encuentre más seguro cerca de Albus… no puedo pretender que la muerte de Amelia Bones no me asustó… si ella, con todos sus contactos en el Ministerio y la protección…
Dumbledore volvió a entrar en la habitación y Slughorn dio un salto como si hubiera olvidado que se encontraba en la casa.
-Oh, ahí estás, Albus- dijo-. Te demoraste bastante. ¿Estás mal del estómago?
-No, simplemente me entretuve leyendo las revistas Muggles- dijo Dumbledore-. Me encantan los patrones para tejer. Bien, Harry, nos hemos aprovechado de la hospitalidad de Horace por bastante tiempo creo que es hora de marcharnos.
No adverso a la idea, Harry se puso en pie de un salto. Slughorn parecía sorprendido.
-¿Ya se van?
-Sí, efectivamente. Me parece que reconozco una causa perdida cuando la veo.
-¿Perdida…?
Slughorn parecía agitado. Comenzó a jugar con sus gordos pulgares mientras observaba a Dumbledore abrochar su capa de viaje y a Harry cerrar su chaqueta.
-Bien, lamento que no quieras el trabajo, Horace- dijo Dumbledore, alzando su mano que no estaba herida en un gesto de despedida-. A Hogwarts le hubiera gustado tenerte de regreso nuevamente. A pesar de las estrechas medidas de seguridad, siempre podrás visitar el castillo si así lo desearas.
-Sí… bien… muy amable… como yo digo…
-Hasta la vista, entonces.
-Adiós- dijo Harry.
Ya estaban frente a la puerta principal cuando escucharon un grito detrás de ellos.
-¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Lo haré!
Dumbledore se volteó para ver a Slughorn parado y sin aliento en el umbral que daba a la sala de estar.
-¿Saldrás de tu retiro?
-Sí, sí- dijo Slughorn con impaciencia-. Debo estar loco, pero sí.
-Maravilloso- dijo Dumbledore, sonriendo alegremente-. Entonces, Horace, te veremos el primero de Septiembre.
-Sí, me atrevo a decir que así será- gruñó Slughorn.
Mientras caminaban por el camino de piedra del jardín, escucharon la voz de Slughorn detrás.
-¡Y quiero un aumento, Dumbledore!
Dumbledore rió. La reja del jardín se cerró detrás de ellos, y se dirigieron colina abajo a través de la oscuridad y la niebla.
-Bien hecho, Harry- dijo Dumbledore.
-No hice nada- dijo Harry, sorprendido.
-Oh, sí que lo hiciste. Le mostraste a Horace exactamente cuánto puede ganar si regresa a Hogwarts. ¿Te agradó?
-Este…
Harry no estaba seguro si Slughorn le había agradado o no. Suponía que había sido agradable en cierto modo, pero también le había parecido vano y, aunque hubiera dicho lo contrario, demasiado sorprendido que una hija de Muggles hubiese resultado ser una buena bruja.
-A Horace- dijo Dumbledore, ahorrándole a Harry la responsabilidad de decirlo-, le gusta la comodidad. También gusta de la compañía de aquellos que son famosos, los que son exitosos y los que son poderosos. Le agrada saber que tiene influencia sobre esa gente. Nunca ha deseado ocupar el trono él mismo, prefiere el asiento trasero… más espacio para estirarse, sabes. Solía elegir a sus alumnos favoritos en Hogwarts, algunas veces por su ambición o su inteligencia, otras veces por su encanto y talento, y tenía la extraña habilidad de escoger a aquellos que llegarían a sobresalir en sus diferentes campos. Horace formó una especie de club de sus favoritos con él mismo al centro, haciendo las presentaciones, forjando contactos útiles entre los miembros, y siempre cosechando algún tipo de beneficio, ya sea una caja gratis de su piña confitada favorita o la oportunidad de recomendar al siguiente miembro de la Oficina de Enlace con los Duendes.
Harry tuvo una súbita visión mental de una enorme e hinchada araña, tejiendo una red a su alrededor, moviendo un hilo por allí y por allá para traer a las jugosas moscas un poco más cerca.
-Te estoy diciendo esto- continuó Dumbledore- no para ponerte en contra de Horace... o, como debemos llamarlo de ahora en adelante, profesor Slughorn… sino para que estés en guardia. Sin duda intentará incluirte en su colección, Harry. Tú serías la joya de su colección, ‘el Niño-Que-Vivió’... o, como te están llamando en estos días, ‘el Elegido’.
Con estas palabras, lo recorrió un escalofrío que no tenía nada que ver con la niebla que los rodeaba. Fue recordando las palabras que había oído hacía unas semanas, palabras que tenían un horrible significado para él: Y ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva…
Dumbledore había dejado de caminar al llegar al nivel de la iglesia que habían pasado anteriormente.
-Con esto bastará, Harry. Sujétate de mi brazo.
Preparado esta vez, Harry estaba listo para la Aparición, pero aún así la encontró desagradable. Cuando la presión desapareció y descubrió que una vez más podía respirar, se encontró a sí mismo en un camino en medio del campo parado al lado de Dumbledore y mirando a lo que parecía ser la silueta de su segunda favorita construcción en el mundo: la Madriguera. A pesar del sentimiento de aprehensión que lo invadió, su ánimo no pudo evitar elevarse al verla. Ron estaba ahí… y también la señora Weasley, quien cocinaba mejor que cualquier otra persona que conociera…
-Si no te importa, Harry- dijo Dumbledore, al pasar a través de la reja-, me gustaría tener algunas palabras contigo antes de despedirnos. En privado. ¿Quizá aquí dentro?
Dumbledore apuntó al cobertizo en deterioro donde los Weasleys guardaban sus escobas. Un poco sorprendido, Harry siguió a Dumbledore a través de la puerta que crujía hacia un espacio un poco menor en tamaño a una alacena regular. Dumbledore iluminó la punta de su varita para que brillara como una antorcha y le sonrió a Harry.
-Espero que me perdones por mencionarlo, Harry, pero estoy complacido y un poco orgulloso de lo bien que pareces estar lidiando con todo lo sucedido en el Ministerio. Permíteme decir que pienso que Sirius estaría orgulloso de ti.
Harry tragó, su voz parecía haberlo abandonado. No pensaba que pudiera soportar hablar de Sirius, había sido bastante doloroso escuchar a su tío Vernon decir ‘¿Su padrino está muerto?’ y aún peor el escuchar el nombre de Sirius lanzado al aire tan casualmente como lo había hecho Slughorn.
-Fue cruel- dujo Dumbledore suavemente- que tú y Sirius tuvieran tan poco tiempo juntos. Un final brutal de lo que debería haber sido una larga y feliz relación.
Harry asintió, sus ojos fijos resueltamente en la araña que ahora subía por el sombrero de Dumbledore. Podía darse cuenta que Dumbledore entendía y que incluso podía sospechar que hasta la llegada de su carta, Harry había pasado casi todo el tiempo en casa de los Dursleys recostado en su cama, rechazando comidas, y mirando a la ventana empañada por la niebla, lleno del congelante vacío que había llegado a asociar con los dementores.
-Sólo es difícil- dijo Harry finalmente con voz grave- darse cuenta que no volverá a escribirme nunca más.
Sus ojos ardieron de pronto y parpadeó. Se sentía estúpido por admitirlo, pero el hecho de saber que tenía a alguien fuera de Hogwarts quien se preocupaba de lo que le pasaba, casi como un padre, había sido una de las mejores cosas de haber descubierto a su padrino… y ahora las lechuzas nunca le traerían esa consolación nuevamente…
-Sirius representaba mucho para ti que nunca habías tenido alguien como él antes- dijo Dumbledore con gentileza-. Naturalmente, la pérdida es devastadora…
-Pero mientras estaba en la casa de los Dursleys…- interrumpió Harry, su voz volviéndose más fuerte-, me di cuenta que no podía aislarme o… o flaquear. Sirius no hubiera querido eso, ¿o si? Y de todos modos, la vida es demasiado corta… Mire a Madame Bones, mire a Emmeline Vance… yo podría ser el siguiente, ¿verdad? Pero si así fuera- dijo con fiereza, ahora mirando fijamente los ojos de Dumbledore que brillaban con la luz de su varita- voy a asegurarme de llevarme conmigo tantos mortífagos como pueda, y también a Voldemort si puedo lograrlo.
-¡Dicho como digno hijo de tu padre y tu madre y como el ahijado de Sirius!- dijo Dumbledore, dándole una palmada de aprobación a Harry en la espalda-. Me quito mi sombrero ante ti… o lo haría si no temiera arrojarte arañas encima.
-Y ahora, Harry, en un tema enormemente relacionado… ¿Presumo que has estado recibiendo El Profeta Diario durante las últimas dos semanas?
-Sí- dijo Harry y su corazón comenzó a latir un poco más aprisa.
-¿Entonces seguro te habrás dado cuenta que no ha habido muchas goteras tanto como torrentes en lo que concierne a la información sobre tu aventura en el Salón de las Profecías?
-Sí- dijo Harry nuevamente-. Y ahora todos saben que yo soy el que…
-No, no lo saben- le interrumpió Dumbledore-. Sólo hay dos personas en todo el mundo que conocen el contenido completo de la profecía hecha sobre ti y Lord Voldemort, y los dos están parados en este apestoso cobertizo lleno de escobas y arañas. Aunque es verdad que muchos han adivinado correctamente que Voldemort mandó a sus mortífagos a robar la profecía y que ésta hablaba sobre ti.
-Ahora, ¿Creo que estoy en lo correcto al decir que no le has dicho a nadie que conozcas lo que dice la profecía?
-No- dijo Harry.
-Una sabia decisión después de todo- dijo Dumbledore-. Aunque pienso que deberías relajarte con tus amigos, el señor Ronald Weasley y la señorita Hermione Granger. Sí- continuó cuando Harry pareció sorprenderse-, creo que ellos deberían saberlo. Les haces daño al no confiarles algo tan importante para ellos.
-No quería…
-¿… asustarlos o preocuparlos?- dijo Dumbledore, observando a Harry por sobre el borde de sus anteojos de media luna-. ¿O quizá, confesar que tú mismo estás preocupado y asustado? Necesitas a tus amigos, Harry. Como tu mismo dijiste, Sirius no hubiese deseado que te aislaras.
Harry no dijo nada, pero Dumbledore no parecía esperar una respuesta. Continuó.
-En una nota diferente, pero relacionada, es mi deseo que tomes clases privadas conmigo este año.
-Privadas… ¿con usted?- dijo Harry, olvidando su preocupación debido a la sorpresa.
-Sí. Pienso que es hora que yo tome un rol mayor en tu educación.
-¿Qué me enseñará, señor?
-Oh, un poco de esto, otro poco de aquello- dijo Dumbledore ligeramente.
Harry esperó pacientemente, pero Dumbledore no dijo nada más, así que le preguntó sobre algo más que lo había estado molestando un poco.
-Si voy a tener clases con usted, no voy a tener clases de Oclumancia con Snape, ¿o sí?
-Profesor Snape, Harry… y no, no tendrás clases con él.
-Bien- dijo Harry, aliviado-, porque fueron un…
Se detuvo, con cuidado de no decir lo que estaba pensando.
-Creo que la palabra ‘fiasco’ sería adecuada en esta ocasión- dijo Dumbledore, asintiendo.
Harry rió.
-Bien, eso significa que no veré al Profesor Snape muy a menudo de hoy en adelante- dijo-, porque no me dejará continuar en Pociones a no ser que consiga un ‘Sobresaliente’ en mis TIMOS, y estoy seguro que no lo logré.
-No cuentes tus TIMOS antes que te sean entregados- dijo Dumbledore gravemente-. Lo que, ahora que recuerdo, debería ser un poco más tarde este mismo día. Ahora, dos cosas más, Harry, antes de despedirnos.
-Primero, deseo que tengas tu capa invisible contigo a todo momento, desde ahora en adelante. Incluso en Hogwarts. Sólo para estar seguros, ¿me comprendes?
Harry asintió.
-Y finalmente, mientras dure tu estancia aquí, la Madriguera ha sido provista con la mayor seguridad que pudo proveer el Ministerio de Magia. Estas medidas le han causado algunos inconvenientes a Arthur y Molly… todo su correo, por ejemplo, está siendo revisado en el Ministerio antes de ser entregado. Pero a ellos no les importa en lo más mínimo, pues su única preocupación es tu bienestar. Pero sería una pobre forma de pagarles si arriesgaras tu cuello mientras estés con ellos.
-Lo entiendo- Harry se apresuró a decir.
-Muy bien, entonces- dijo Dumbledore, empujando la puerta para abrir el cobertizo y dando un paso en el jardín-. Veo una luz en la cocina. No privemos a Molly un minuto más de la oportunidad de lamentarse sobre lo delgado que estás.
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