lunes, 22 de noviembre de 2010

Capítulo 2: Spinner's End

A muchas millas de distancia, la fresca neblina que presionaba contra la ventana del Primer Ministro vagaba sobre un sucio río que se metía entre las orillas plagadas de vegetación y de basura. Una inmensa chimenea, reliquia de un molino en desuso, se encontraba detrás, sombría y siniestra. No se escuchaba nada aparte de un escuálido zorro que se había acercado hasta la orilla para olfatear esperanzadamente un viejo envoltorio de pescado y papas, en el alto pastizal.

Pero luego, con un muy imperceptible 'pop', una delgada y encapuchada figura se apareció de la nada, en la orilla del río. El zorro quedó inmovilizado, sus precavidos ojos voltearon hacia ese extraño fenómeno. La figura pareció estar orientándose, luego se alejó con zancadas rápidas y ligeras, con su capa crujiendo contra el pasto.

Con un segundo y más fuerte 'pop', otra nueva figura encapuchada se materializó.

-¡Espera!

Su chillido sobresaltó al zorro, que estaba agachado, al ras del suelo, entre la hierba. Saltó de su escondite hacia la orilla. Hubo un destello de luz verde, un aullido, y el zorro cayó muerto en la maleza.

La segunda figura dio vuelta al animal con su pie.

-Sólo era un zorro,- dijo una voz femenina con desprecio desde su capucha. -Pensé que podría ser un Auror - ¡Cissy, espera!

Pero la primera figura, que se había detenido y observado el rayo de luz, caminaba ya hacia la orilla del río por la que el zorro había caído.

- Cissy! ... Narcissa! – escúchame.

La segunda mujer llegó hasta la primera y agarró su brazo, pero la otra se soltó.
-¡Regrésate, Bella!
-¡Debes escucharme!
-Ya he escuchado. Tomé mi decisión. ¡Déjame sola!

La mujer llamada Narcissa alcanzó el final de la orilla, donde varias vías viejas separaban el río de una calle estrecha y adoquinada. La otra mujer, Bella, la siguió. Una al lado de la otra, permanecieron mirando a lo largo de la calle por las hileras e hileras de casas lapidadas hechas de ladrillo, sus ventanas grises y poco visibles en la oscuridad.

-¿Aquí vive?- preguntó Bella con voz despreciable. -¿Aquí? ¿En este chiquero Muggle? Debemos ser los primeros de nuestra clase que lo pisamos

Pero Narcissa no estaba oyéndola; se había deslizado en un espacio entre vías oxidadas y se apresuró a cruzar el camino.
-Cissy, ¡espera!

Bella la siguió, su capa arrastrándose, y vio a Narcissa precipitándose hacia un callejón que había entre las casas, hacia una segunda calle idéntica. Algunas de las lámparas de la calle estaban descompuestas; las dos mujeres caminaban entre espacios de luz y profunda oscuridad. La perseguidora alcanzó a su presa tan pronto dio vuelta a otra esquina, esta vez consiguió tomar su brazo y la volteó para que pudieran verse cara a cara.
-Cissy, no debes hacer esto, no puedes confiar en él.
-El Señor Oscuro confía en él, ¿o no?

-El Señor Oscuro está ... creo ... equivocado,- jadeó Bella, y sus ojos brillaron momentáneamente bajo su capucha mientras miraba alrededor para verificar que estuviesen efectivamente solas. -De todos modos, nos dijeron que no hablemos del plan con nadie. Es una traición al Señor Oscuro.

-¡Vamos, Bella!- gruñó Narcissa, y retiró su varita de debajo de su capa, sosteniéndola amenazadoramente en la cara de la otra. Bella simplemente se río.
-Cissy, ¿a tu propia hermana? No lo harías.

-¡Ya no hay nada que no haría!- Narcisa respiró profundamente, un signo de histeria en su voz, y mientras bajaba su varita como si fuese una navaja, hubo otro destello de luz. Bella soltó el brazo de su hermana como si se quemara.-¡Narcissa!

Pero Narcissa se adelantó rápidamente. Frotando su brazo, la otra la siguió, tomando distancia ahora, mientras se movían intensamente en el laberinto desierto de casas de ladrillo. Por fin, Narcissa se apresuró en una calle llamada ‘Spinner's End’, en la cual la chimenea de molino altísima pareció cernirse como un dedo gigantesco. Sus pasos resonaron sobre los adoquines, mientras pasaba cerca de ventanas tapizadas y rotas, hasta que llegó a la última casa, donde una luz titilante brillaba tenuemente a través de las cortinas en el cuarto de abajo.

Llamó a la puerta antes que Bella, quien maldecía en voz baja, hubiera llegado. Juntas aguardaron ahí de pie, jadeando ligeramente, aspirando el olor del río sucio que les llegó sobre la brisa de la noche. Después de unos segundos, oyeron el movimiento detrás de la puerta y se abrió una grieta. Se podía ver la sombra de un hombre que las miraba, un hombre con el pelo largo negro que caía como en cortinas alrededor de una cara cetrina y ojos negros.

Narcissa se quitó su capucha. Era tan pálida que pareció brillar en la oscuridad; el pelo largo rubio fluyendo en su espalda, le dio el aspecto de un ahogado.

-¡Narcissa!- dijo el hombre, abriendo la puerta un poco más, de modo que la luz cayó sobre ella y sobre su hermana también. -¡Qué sorpresa tan agradable!

-Severus,- dijo ella en un susurro cansado. -¿Puedo hablarle? Es urgente.
-Pero desde luego.

Él se apartó para permitirle que pasara a la casa. Su hermana todavía encapuchada entró sin la invitación.

-Snape,- dijo ella de manera cortante al pasarlo.

-Bellatrix,- contestó él, en su boca delgada se dibujó una risa ligeramente burlona, y cerró la puerta con un chasquido detrás de ellas.

Estaban avanzando directamente a una sala diminuta, que tenía el aspecto de una celda oscura, acolchada. Las paredes estaban completamente cubiertas de libros, la mayor parte de ellos cubiertos con un viejo cuero negro o marrón; un sofá gastado, un viejo sillón, y una mesa desvencijada estaban de pie agrupados juntos bajo la luz débil arrojada por una lámpara con velas que colgaba del techo. El lugar tenía un aire de abandono, como si no estuviera habitado por lo general.

Snape le señaló el sofá a Narcissa. Ella dejó su capa, se corrió a un lado, y se sentó, contemplando sus manos blancas y temblorosas en su regazo. Bellatrix bajó su capucha más despacio. Morena en contraste con su hermana que era blanca, con párpados caídos y una mandíbula fuerte, no percibió la mirada fija de Snape y se movió para estar de pie detrás de Narcissa.

-¿Pues de modo que, qué puedo hacer por ustedes?- preguntó Snape, sentándose en el sillón frente a las dos hermanas.

-¿Estamos... solos, verdad?- preguntó Narcissa en voz baja.
-Sí, desde luego. Bueno Colagusano está aquí, pero no contamos a los roedores, ¿Verdad?- Señaló con su varita a la pared de libros detrás de él y con un golpe, una puerta escondida se abrió, revelando una escalera estrecha sobre la cual un pequeño hombre estaba de pie, congelado.

-Como te habrás dado cuenta, Colagusano, tenemos invitadas,- dijo Snape perezosamente.

El hombre se arrastró, se agachó bajando los últimos escalones y entró al cuarto. Tenía ojos pequeños, acuosos, una nariz puntiaguda, y una desagradable sonrisa tonta. Su mano izquierda sobaba su derecha, que parecía encerrada en un guante brillante de plata.

- ¡Narcissa!- dijo él, con una voz chirriante. -¡Y Bellatrix!- Cuánto gusto.
- Colagusano nos traerá bebidas, si lo desean,- dijo Snape. - Y luego volverá a su dormitorio.

Colagusano se estremeció como si Snape le hubiera lanzado algo.

- ¡No soy tu criado!- chilló, evitando la mirada de Snape.
- ¿De verdad? Tenía la impresión de que el Señor Oscuro te colocó aquí para ayudarme.
- ¡Ayudar, sí ... pero no hacer bebidas y ... y limpiar tu casa!
- No tenía idea, Colagusano, que ansiabas misiones más peligrosas,- dijo Snape suavemente. -Eso puede arreglarse fácilmente, hablaré con el Señor Oscuro.
-¡Puedo hablarle yo mismo si quiero!
- Desde luego que puedes,- dijo Snape, riendo. -Pero mientras tanto, tráenos bebidas. Un poco de Vino Elfo será suficiente.

Colagusano vaciló durante un momento, mirando como si quisiera discutir, pero entonces se dio vuelta y entró a una segunda puerta escondida. Oyeron golpes y un tintineo de vasos. Unos segundos después estuvo de vuelta, llevando una botella polvorienta y tres vasos sobre una bandeja. Los puso sobre la mesa desvencijada y se apresuró a salir de su presencia, cerrando de golpe la puerta cubierta de libros.

Snape sirvió tres vasos del vino rojo sangre y dio dos de ellos a las hermanas. Narcissa murmuró una palabra de agradecimiento, mientras que Bellatrix no dijo nada, pero siguió frunciendo el ceño en Snape. Esto no pareció enojarlo; al contrario, pareció más bien divertirlo.

- Por el Señor Oscuro,- dijo, levantando su vaso y tomándoselo todo.

Las hermanas lo imitaron. Snape volvió a llenar su vaso. Cuando Narcissa tomó su segunda bebida, dijo de prisa: -Severus, siento venir aquí de esta forma, pero tenía que verte. Pienso que eres el único que puede ayudarme.

Snape levantó una mano para callarla, luego señaló con su varita otra vez en la puerta oculta de la escalera. Hubo un golpe ruidoso y un chillido, seguido del ruido que produjo Colagusano al apresurarse hacia arriba.

-Mis disculpas,- dijo Snape. -Ha estado últimamente escuchando tras las puertas, no sé lo que pretende con ello... ¿Decías, Narcissa?
Ella respiró profundamente, se estremeció y comenzó otra vez.

-Severus, sé que no debería estar aquí, me han dicho que no debo decir nada a nadie, pero ...

-¡Entonces deberías cerrar la boca! - gruñó Bellatrix. -¡En particular con la presente compañía!

-¿Presente compañía?- repitió Snape sarcásticamente. -¿Y qué se puede entender por eso, Bellatrix?
-¡Que yo no confío en tí Snape, como muy bien sabes!

Narcissa hizo un ruido que podría haber sido un sollozo seco y cubrió su cara con sus manos. Snape dejó su vaso sobre la mesa y se sentó otra vez, puso sus manos sobre el mango de su silla, sonriendo con el ceño fruncido a Bellatrix.

-Narcissa, pienso que deberíamos oír lo que Bellatrix tiene que decir; esto evitará interrupciones aburridas. Bien, continua Bellatrix - dijo Snape. -¿A qué se debe que no confías en mí?

-¡Por cientos de motivos!- dijo ella en voz alta, andando a zancadas por detrás del sofá para poner de golpe su vaso sobre la mesa. -¡Por dónde comenzar! ¿Dónde estabas cuando el Señor Oscuro cayó? ¿Por qué nunca tuviste ninguna intención de encontrarlo cuándo desapareció? ¿Qué has estado haciendo todos estos años que has vivido en el bolsillo de Dumbledore? ¿Por qué le impediste al Señor Oscuro que consiguiera la Piedra Filosofal? ¿Por qué no volviste inmediatamente cuándo el Señor Oscuro renació? ¿Dónde estabas hace unas semanas cuando luchamos para recuperar la profecía para el Señor Oscuro? ¿Y por qué, Snape, Harry Potter está todavía vivo, cuándo lo has tenido a tu disposición durante cinco años?’

Hizo una pausa, su pecho se desinfló rápidamente, sus mejillas sonrojadas. Detrás de ella, Narcissa se sentó inmóvil, con su cara todavía escondida en sus manos.
Snape sonrió.
-¡Antes de que yo te responda… oh por supuesto que voy a responderte Bellatrix! ¡Puedes llevar mis palabras a los demás, quienes susurran detrás de mis espaldas y llevan cuentos falsos de mi traición al Señor Oscuro! Antes de que yo te conteste, haré yo una pregunta ahora. ¿Piensas realmente que el Señor Oscuro no me ha preguntado todas y cada una de esas preguntas? ¿Y piensas realmente que, si no hubiese sido capaz yo de dar respuestas satisfactorias, estaría aquí dirigiéndome a ustedes?

Ella vaciló.

-Sé que él te cree, pero...

-¿Piensas que él está confundido? ¿O que lo he engañado de alguna manera? ¿Engañado al Señor Oscuro, el mejor mago, el indudablemente más dotado que el Mundo ha conocido?

Bellatrix no dijo nada, pero se vio, por primera vez, un poco dubitativa. Snape no ejerció presión en ese punto. Recogió su bebida otra vez, lo bebió a sorbos, y siguió, -Preguntas dónde estaba yo cuando el Señor Oscuro cayó. Estaba donde él me había ordenado estar, en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, porque deseaba que yo espiara a Albus Dumbledore. ¿Sabes, supongo, que esto fue así por órdenes del Señor Oscuro?

Ella asintió con la cabeza casi imperceptiblemente y luego abrió su boca, pero Snape la previno.

-Preguntas por qué no intenté encontrarlo cuando desapareció. Por la misma razón que Avery, Yaxley, los Carrows, Greyback, Lucius- — inclinó su cabeza ligeramente a Narcissa — y muchos otros que no intentaron encontrarlo. Lo creí acabado. No estoy orgulloso de ello, me equivoqué, pero aquí está. Si él no nos hubiera perdonado a nosotros que perdimos la fe en ese entonces, ya tendría a muy pocos seguidores.

-¡Él me tendría!- dijo Bellatrix apasionadamente. -¡Yo, que permanecí tantos años en Azkaban por él!

-Sí, en efecto, muy admirable,- dijo Snape con voz aburrida. -De acuerdo, no eras de mucho uso para él en la prisión, pero el gesto fue indudablemente fino.
-¡¿Gesto?!- chilló la mujer; en su furia parecía ligeramente loca. -¡Mientras soporté a los Dementores, tú permaneciste en Hogwarts, cómodamente jugando a ser la mascota de Dumbledore!

-No exactamente,- dijo Snape tranquilamente. -Él no me daría el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, lo sabes. Parecía creer que esto podría causar, ah, una recaída… tentarme con mis viejas costumbres.

-¿Este era tu sacrificio para el Señor Oscuro, no enseñar tu asignatura favorita?- se mofó. -¿Por qué te quedaste allí todo aquel tiempo, Snape? ¿Todavía espiando a Dumbledore para un maestro que creíste muerto?

-Casi- dijo Snape, -aunque el Señor Oscuro está contento porque nunca abandoné mi puesto, yo tenía dieciséis años de información sobre Dumbledore para darle cuando él volvió, un regalo de bienvenida más útil, que reminiscencias interminables de cuán desagradable es Azkaban.
-Pero tú te quedaste.

-Sí, Bellatrix, me quedé - dijo Snape, mostrando un toque de impaciencia por primera vez. -Yo tenía un trabajo cómodo que preferí, a un período en Azkaban. Ellos acorralaban a los Mortífagos, tu sabes. La protección de Dumbledore me protegió de la cárcel; era lo más conveniente y lo usé. Repito: el Señor Oscuro no se queja que me haya quedado, entonces no veo por qué tu lo tengas que hacer.

-Creo que también quieres saber - siguió él con la voz un poco más alta, ya que Bellatrix mostró signos de querer interrumpir -por qué me interpuse entre el Señor Oscuro y la Piedra Filosofal. Esto es contestado fácilmente. Él no sabía si podría confiar en mí. Pensó, como tu, que yo me había convertido de fiel Mortífago en títere de Dumbledore. Estaba en una condición lastimosa, muy débil, compartiendo el cuerpo de un mago mediocre. No se atrevió a revelarse a un antiguo aliado por si aquel aliado pudiera entregarlo a Dumbledore o el Ministerio. Profundamente lamento que él no confiara en mí. Habría vuelto tres años más pronto. Lo que vi, fue a Quirrell que sólo era avaro e indigno para intentar robar la Piedra y, confieso, hice todo lo que pude para frustrarlo.

La boca de Bellatrix se retorció como si hubiera tomado una dosis desagradable de medicina.

-Pero no volviste cuando él volvió, no volviste inmediatamente cuando sentiste la quemadura de la Marca Tenebrosa.

-Correcto. Volví dos horas más tarde. Volví bajo las órdenes de Dumbledore.
-¿Bajo las órdenes de Dumbledore—? comenzó ella, en tono de ultraje.
-¡Piensa!- dijo Snape, impaciente otra vez. -¡Piensa! ¡Esperando dos horas, solamente dos horas, aseguré mi permanencia en Hogwarts como un espía! ¡Al permitir que Dumbledore pensara que yo volvía al lado del Señor Oscuro sólo porque me lo ordenó, he sido capaz de pasar la información sobre Dumbledore y la Orden del Fénix desde entonces! Considera esto Bellatrix: la Marca Tenebrosa había estado poniéndose más nítida durante meses. ¡Yo sabía que él estaba a punto de volver, todos los Mortífagos lo sabían! ¿Tenía mucho tiempo para pensar en qué hacer, planear mi siguiente movimiento, evitarlo como Karkaroff, verdad?El disgusto inicial del Señor Oscuro en mi retraso desapareció completamente, les aseguro, cuando expliqué que permanecí fiel, aunque Dumbledore pensara que yo era su hombre. Sí, el Señor Oscuro siempre pensó que yo lo había abandonado, pero se equivocó.

-¿Pero de qué nos has servido?- se burló Bellatrix. -¿Qué información útil hemos obtenido de ti?

-Mi información ha sido comunicada directamente al Señor Oscuro - dijo Snape. -Si él decide no compartirla contigo…

-¡Él comparte todo conmigo!- dijo Bellatrix, exasperándose inmediatamente -Él me llama su más leal, su más fiel…

-¿Él?- dijo Snape, su voz delicadamente conjugada para sugerir su incredulidad. -¿Él? ¿Después del fiasco en el Ministerio?

-¡No fue mi culpa!- dijo Bellatrix, acalorada. -El Señor Oscuro, en el pasado, me ha confiado su más preciado tesoro ... si Lucius no hubiera ...

-¡No te atrevas!... ¡No te atrevas a culpar a mi marido!- dijo Narcissa, con una voz baja y mortal, alzando la vista hacia su hermana.

-No hay ninguna razón para inculpar - dijo Snape suavemente. -Lo que está hecho, hecho está.

-¡Pero no por ti!- dijo Bellatrix furiosamente. -¿No estabas otra vez ausente mientras el resto de nosotros corrió peligros, Snape?

-Mis órdenes eran permanecer detrás - dijo Snape. -¿Quizá no estás de acuerdo con el Señor Oscuro, y piensas que Dumbledore no se habría dado cuenta si yo hubiera unido fuerzas con los Mortífagos para luchar contra la Orden del Fénix? Y — me perdonarás — hablas de peligros... ¿te enfrentaste a seis adolescentes, o no?

-¡A ellos se les unieron, como muy bien sabes, la mitad de la Orden, después de un rato!- gruñó Bellatrix. -¿Y, mientras hablamos sobre el tema de la Orden, todavía insistes en que no puedes revelar el paradero de su cuartel central, verdad?

-No soy el Guardián Secreto; no puedo decir el nombre del lugar. ¿Creo que entiendes cómo funciona el encantamiento, cierto? El Señor Oscuro está satisfecho por la información que le he pasado sobre la Orden. Eso condujo, como quizás has adivinado, a la reciente captura y asesinato de Emmeline Vance, y ciertamente ayudó a eliminar a Sirius Black, aunque te doy el crédito completo de terminar con él.
Inclinó su cabeza. Su expresión, no se ablandó.

-Evitas mi última pregunta, Snape. Harry Potter.... podrías haberlo matado en cualquier momento en estos cinco años. No lo has hecho. ¿Por qué?

-¿Has hablado de este tema con el Señor Oscuro?- preguntó a Snape.

-Él... últimamente, nosotros... ¡Te pregunto a ti Snape!

-Si yo hubiera asesinado a Harry Potter, el Señor Oscuro no podía haber usado su sangre para regenerarse, haciéndolo invencible…
-¡Reclamas que previste el uso del muchacho!- se mofó ella.

-No lo reprocho; no tuve ni idea de sus proyectos; ya lo he admitido, imaginé al Señor Oscuro muerto. Trato simplemente de explicar por qué el Señor Oscuro está agradecido de que Harry Potter haya sobrevivido, al menos hasta hace un año...

-¿Pero por qué lo mantuviste vivo?

-¿No me has entendido? ¡Era sólo la protección de Dumbledore la que me salvaba de Azkaban! ¿Discrepas que asesinando a su estudiante favorito significaría ponerlo en mi contra? Pero había más en todo esto. Debería recordarte que cuando Potter llegó a Hogwarts por primera vez, había todavía muchas historias que circulaban sobre él, rumores acerca de que él mismo era un gran Mago Oscuro, y que era así como había sobrevivido al ataque del Señor Oscuro. Ciertamente, muchos de los seguidores del Señor Oscuro pensaron que Potter podría ser un estándar al cual seguiríamos una vez más. Fui curioso, lo admito, y después de todo no me incliné a matarlo en el momento en que puso un pie en el castillo.

-Por supuesto, rápidamente se hizo aparente que no tenía ningún talento extraordinario después de todo. Luchó escapando de un montón de aprietos con la simple combinación de pura suerte con más talento de parte de sus amigos. Fue un mediocre total, tan detestable y autosatisfecho como lo fue su padre con anterioridad. He hecho todo lo imposible por expulsarlo de Hogwarts, a donde creo que apenas pertenece, pero ¿matarlo, o permitir que lo maten en frente de mí? Hubiera sido un tonto al arriesgarme con Dumbledore tan cerca.

-Y después de todo esto, supongo que tendremos que creer que Dumbledore nunca sospechó de ti?- preguntó Bellatrix. -Él no tiene idea de tu verdadera lealtad, ¿confía en ti implícitamente?

-He jugado mi papel muy bien - dijo Snape. -Y pasas por alto la más grande debilidad que tiene Dumbledore: tiene que creer en la parte buena de la gente. Le conté una historia con el más profundo remordimiento cuando me uní a su grupo, justo en mis días de Mortífago, y él me recibió con los brazos abiertos. Pero, como digo, nunca me dejó estar cerca de las Artes Oscuras. Dumbledore ha sido un gran mago – oh sí, lo ha sido - (Bellatrix dio un feroz chillido) -el Señor Oscuro lo reconoce. Estoy agradecido de decir, sin embargo, que Dumbledore está envejeciendo. El duelo con el Señor Oscuro el mes pasado lo sacudió. Desde entonces, ha tenido una grave herida ya que sus reacciones son más lentas de lo que fueron alguna vez. Pero durante todos estos años, nunca a dejado de confiar en Severus Snape, y allí descansa mi gran valor hacia el Señor Oscuro.

Bellatrix todavía se veía un poco descontenta, como si pareciera insegura de cómo atacar mejor a Snape. Tomando ventaja de su silencio, Snape se dirigió a su hermana.

-Entonces... ¿veniste a pedir ayuda, Narcissa?

Narcissa lo miró, con cara de elocuente desesperación.

-Sí, Severus. Yo ... pienso que eres el único que puede ayudarme, no tengo a nadie más que me ayude. Lucius está preso y...

Cerró sus ojos y dos grandes lágrimas se escaparon de sus ojos.-El Señor Oscuro me ha prohibido hablar de esto - continuó Narcissa, con sus ojos todavía cerrados. -Desea que nadie sepa del plan. Es... muy secreto. Pero ...

-Si te lo prohibió, no me lo debes decir - dijo Snape al instante. -La palabra del Señor Oscuro es ley.

Narcissa largó un grito ahogado como si Snape la hubiese bañado con agua helada. Bellatrix lo miró satisfecha por primera vez desde que entraron en la casa.-¡Ves!- dijo ella triunfantemente a su hermana. -Hasta Snape lo dice: no debes hablar, ¡entonces quédate en silencio!

Pero Snape se puso de pie y se acercó a zancadas hasta la pequeña ventana, forzando su mirada entre las cortina hacia la calle desierta, luego las cerró nuevamente de un tirón. Se dio vuelta para mirar a Narcissa con el ceño fruncido.

-Sucede que sé del plan,- dijo en voz baja. -Soy uno de los pocos a los que el Señor Oscuro le ha contado. De todos modos, yo lo he guardado en secreto, Narcissa, debes ser prudente de no traicionar al Señor Oscuro.

-¡Sabía que lo deberías saber!- dijo Narcissa, respirando mejor. -Él confía en ti, Severus...

-¿Sabes del plan?- dijo Bellatrix, con una expresión de fugaz satisfacción reemplazado por una mirada atroz. -¿Lo sabes?

-Efectivamente - dijo Snape. -¿Pero qué tipo de ayuda necesitas, Narcissa? Si estás imaginando de que puedo convencer al Señor Oscuro que cambie sus planes, me temo que no hay esperanza, ninguna.

-Severus,- susurró ella, con lágrimas cayendo por sus pálidas mejillas. -Mi hijo ... mi único hijo...

-Draco debería estar orgulloso - dijo Bellatrix indiferentemente. -El Señor Oscuro le está concediendo un gran honor. Y diré esto por Draco: no se escapa de su tarea, se lo ve contento, por esta oportunidad de probarse a sí mismo, encantado ante la posibilidad.

Narcissa comenzó a llorar sin consuelo, mirando todo el tiempo fijamente y en forma de súplica a Snape.

-¡Y es porque tiene dieciséis años y no tiene idea de lo que se oculta detrás de esto! ¿Por qué, Severus? ¿Por qué mi hijo? ¡Es muy peligroso! ¡Esto es una venganza por el error de Lucius, lo sé!

Snape no dijo nada. Apartó su vista de la mirada llorosa de Narcissa como si fuera indecente, pero no pudo evitar tener que oírla.

-¿Es por eso que escogió a Draco, no?- insistió ella. -¿Para castigar a Lucius?

-Si Draco tiene éxito,- dijo Snape, todavía sin mirarla, -será homenajeado por encima de todos los otros.
-¡Pero no tendrá éxito!- sollozó Narcissa. -¿Cómo podrá tenerlo?, cuando el mismo Señor Oscuro no ...

Bellatrix ahogó un grito; Narcissa pareció haberse descontrolado. -Solo me refiero... a que nadie ha tenido éxito aún... Severus... por favor... tú eres, tú has sido siempre, el maestro favorito de Draco... eres el viejo amigo de Lucius... te lo suplico... eres el consejero favorito en el que más confía el Señor Oscuro... ¿Hablarás con él, lo convencerás ?

-El Señor Oscuro no será persuadido, y no soy tan estúpido como para intentarlo - dijo Snape encogiéndose. -No puedo pretender que el Señor Oscuro no esté enojado con Lucius. Lucius estaba a cargo. Lo capturaron, con muchos otros, y fallaron al intentar recuperar la profecía. Sí, el Señor Oscuro está enojado, Narcissa, muy enojado, en efecto.

-¡Tengo razón, ha escogido a Draco para vengarse!- se atragantó Narcissa. -Eso no significa que tendrá éxito, ¡quiere que lo maten!

Como Snape no dijo nada, Narcissa pareció perder el auto-control que poseía. Poniéndose de pié, caminó tambaleándose hacia Snape y se colgó de su ropa. Se puso cara a cara con él, con lágrimas cayendo por sus mejillas, y ahogó un grito, -Puedes hacerlo. Puedes hacerlo en lugar de Draco, Severus. Vas a tener éxito, por supuesto que lo tendrás, y él te recompensará en frente de todos nosotros.

Snape la tomó de las muñecas y sacó sus manos. Mirando hacia abajo, a la cara cubierta de lágrimas dijo lentamente, -Él pretende que lo haga al final, supongo. Pero determinó que Draco lo haga primero. Ya ves, en el raro caso de que Draco tenga éxito, podré permanecer en Hogwarts un poco más, cumpliendo mi útil papel de espía.

-En otras palabras, ¡eso no significa que Draco no sea asesinado!- -El Señor oscuro está muy enojado - repitió Snape tranquilamente. -No pudo escuchar la profecía. Tú sabes, Narcissa, tan bien como yo, que él no perdona tan fácilmente.

Ella se desplomó a sus pies, sollozando y gimiendo en el piso.

-Mi único hijo... mi único hijo...-

-¡Deberías estar orgullosa!- dijo Bellatrix despiadadamente. -Si tuviera hijos, ¡estaría orgullosa de darlos para el servicio del Señor Oscuro!

Narcissa dio un pequeño grito de desesperación y jaló su larga cabellera rubia. Snape se detuvo, la tomó de los brazos, la levantó, y la condujo hasta el sofá. Luego le sirvió más vino y puso el vaso en su mano.

-Narcissa, es suficiente. Bebe esto. Escúchame.

Narcissa se quedó quieta por un momento; tomó un tembloroso sorbo de vino.
-Podría ser posible... que ayude a Draco.

Ella se levantó, con su cara blanca como el papel, y sus ojos enormes.

-Severus – oh, Severus - ¿Lo ayudarás? ¿Lo protegerás de que nadie lo lastime?

-Podría intentarlo.

Narcissa arrojó su vaso; éste se deslizó por la mesa, mientras ella se levantó del sofá y se puso de rodillas a los pies de Snape, tomó sus manos, y las besó.
-Si estarás allí para protegerlo... ¿Severus, me lo juras? ¿Harás la Promesa Inquebrantable?

-¿La Promesa Inquebrantable?

La expresión de Snape se tornó pálida, vacía. Bellatrix, sin embargo, dejó crepitar una risa burlona.

-¿Estás escuchando, Narcissa? Oh, lo intentará, estoy segura... Las palabras vacías usuales, los usuales deslices en acción... oh, por las órdenes del Señor Oscuro, ¡por supuesto!- dijo burlonamente Bellatrix.

Snape no miró a Bellatrix. Sus ojos negros estaban clavados en las lágrimas de los ojos azules de la mujer que le agarraba sus manos.

-Ciertamente, Narcissa, debo hacer la Promesa Inquebrantable - dijo Snape tranquilamente. -Quizás tu hermana consienta en ser Testigo.

La boca de Bellatrix se abrió. Snape se bajó por lo que quedó de rodillas frente a Narcissa. Bajo la mirada asombrada de Bellatrix, se tomaron de ambas manos.

-Necesitarás tu varita, Bellatrix, dijo Snape fríamente.

Ella la sacó, mirando todavía consternada.
-Y necesitarás moverte más cerca - dijo él.

Ella se paró adelante por lo que estaba por arriba de ellos, y puso la punta de su varita sobre sus dos manos unidas.

Narcissa habló.

-Severus, ¿Vas a vigilar a mi hijo, Draco, mientras está cumpliendo los deseos del Señor Oscuro?

-Lo haré - dijo Snape.

Una fina lengua de llama brillante salió de la varita y ató alrededor de sus manos una especie de cuerda roja caliente.

-¿Y vas a protegerlo del dolor, con tu mejor destreza?

-Lo haré,- dijo Snape.

Una segunda lengua de llamas se disparó de la varita y entrecruzó con la primera, haciendo una cuerda más brillante.

-Y, si necesariamente... si Draco fallase...- susurró Narcissa (la mano de Snape se movió ligeramente dentro de la de ella, pero no se separó) -¿Llevarías a cabo la acción que el Señor Oscuro le ordenó a Draco que realizara?

Hubo un momento de silencio. Bellatrix miró su varita sobre sus manos, con sus ojos muy abiertos.

-Lo haré - dijo Snape.

La cara pasmada de Bellatrix brilló con color rojizo ante una tercera llama, que salió disparada de la varita, y se unió con las otras, y se ligó compactadamente en las manos entrelazadas, como una cuerda, como una serpiente ardiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario