A muchas millas de distancia, la fresca neblina que presionaba contra la ventana del Primer Ministro vagaba sobre un sucio río que se metía entre las orillas plagadas de vegetación y de basura. Una inmensa chimenea, reliquia de un molino en desuso, se encontraba detrás, sombría y siniestra. No se escuchaba nada aparte de un escuálido zorro que se había acercado hasta la orilla para olfatear esperanzadamente un viejo envoltorio de pescado y papas, en el alto pastizal.
Pero luego, con un muy imperceptible 'pop', una delgada y encapuchada figura se apareció de la nada, en la orilla del río. El zorro quedó inmovilizado, sus precavidos ojos voltearon hacia ese extraño fenómeno. La figura pareció estar orientándose, luego se alejó con zancadas rápidas y ligeras, con su capa crujiendo contra el pasto.
Con un segundo y más fuerte 'pop', otra nueva figura encapuchada se materializó.
-¡Espera!
Su chillido sobresaltó al zorro, que estaba agachado, al ras del suelo, entre la hierba. Saltó de su escondite hacia la orilla. Hubo un destello de luz verde, un aullido, y el zorro cayó muerto en la maleza.
La segunda figura dio vuelta al animal con su pie.
-Sólo era un zorro,- dijo una voz femenina con desprecio desde su capucha. -Pensé que podría ser un Auror - ¡Cissy, espera!
Pero la primera figura, que se había detenido y observado el rayo de luz, caminaba ya hacia la orilla del río por la que el zorro había caído.
- Cissy! ... Narcissa! – escúchame.
La segunda mujer llegó hasta la primera y agarró su brazo, pero la otra se soltó.
-¡Regrésate, Bella!
-¡Debes escucharme!
-Ya he escuchado. Tomé mi decisión. ¡Déjame sola!
La mujer llamada Narcissa alcanzó el final de la orilla, donde varias vías viejas separaban el río de una calle estrecha y adoquinada. La otra mujer, Bella, la siguió. Una al lado de la otra, permanecieron mirando a lo largo de la calle por las hileras e hileras de casas lapidadas hechas de ladrillo, sus ventanas grises y poco visibles en la oscuridad.
-¿Aquí vive?- preguntó Bella con voz despreciable. -¿Aquí? ¿En este chiquero Muggle? Debemos ser los primeros de nuestra clase que lo pisamos
Pero Narcissa no estaba oyéndola; se había deslizado en un espacio entre vías oxidadas y se apresuró a cruzar el camino.
-Cissy, ¡espera!
Bella la siguió, su capa arrastrándose, y vio a Narcissa precipitándose hacia un callejón que había entre las casas, hacia una segunda calle idéntica. Algunas de las lámparas de la calle estaban descompuestas; las dos mujeres caminaban entre espacios de luz y profunda oscuridad. La perseguidora alcanzó a su presa tan pronto dio vuelta a otra esquina, esta vez consiguió tomar su brazo y la volteó para que pudieran verse cara a cara.
-Cissy, no debes hacer esto, no puedes confiar en él.
-El Señor Oscuro confía en él, ¿o no?
-El Señor Oscuro está ... creo ... equivocado,- jadeó Bella, y sus ojos brillaron momentáneamente bajo su capucha mientras miraba alrededor para verificar que estuviesen efectivamente solas. -De todos modos, nos dijeron que no hablemos del plan con nadie. Es una traición al Señor Oscuro.
-¡Vamos, Bella!- gruñó Narcissa, y retiró su varita de debajo de su capa, sosteniéndola amenazadoramente en la cara de la otra. Bella simplemente se río.
-Cissy, ¿a tu propia hermana? No lo harías.
-¡Ya no hay nada que no haría!- Narcisa respiró profundamente, un signo de histeria en su voz, y mientras bajaba su varita como si fuese una navaja, hubo otro destello de luz. Bella soltó el brazo de su hermana como si se quemara.-¡Narcissa!
Pero Narcissa se adelantó rápidamente. Frotando su brazo, la otra la siguió, tomando distancia ahora, mientras se movían intensamente en el laberinto desierto de casas de ladrillo. Por fin, Narcissa se apresuró en una calle llamada ‘Spinner's End’, en la cual la chimenea de molino altísima pareció cernirse como un dedo gigantesco. Sus pasos resonaron sobre los adoquines, mientras pasaba cerca de ventanas tapizadas y rotas, hasta que llegó a la última casa, donde una luz titilante brillaba tenuemente a través de las cortinas en el cuarto de abajo.
Llamó a la puerta antes que Bella, quien maldecía en voz baja, hubiera llegado. Juntas aguardaron ahí de pie, jadeando ligeramente, aspirando el olor del río sucio que les llegó sobre la brisa de la noche. Después de unos segundos, oyeron el movimiento detrás de la puerta y se abrió una grieta. Se podía ver la sombra de un hombre que las miraba, un hombre con el pelo largo negro que caía como en cortinas alrededor de una cara cetrina y ojos negros.
Narcissa se quitó su capucha. Era tan pálida que pareció brillar en la oscuridad; el pelo largo rubio fluyendo en su espalda, le dio el aspecto de un ahogado.
-¡Narcissa!- dijo el hombre, abriendo la puerta un poco más, de modo que la luz cayó sobre ella y sobre su hermana también. -¡Qué sorpresa tan agradable!
-Severus,- dijo ella en un susurro cansado. -¿Puedo hablarle? Es urgente.
-Pero desde luego.
Él se apartó para permitirle que pasara a la casa. Su hermana todavía encapuchada entró sin la invitación.
-Snape,- dijo ella de manera cortante al pasarlo.
-Bellatrix,- contestó él, en su boca delgada se dibujó una risa ligeramente burlona, y cerró la puerta con un chasquido detrás de ellas.
Estaban avanzando directamente a una sala diminuta, que tenía el aspecto de una celda oscura, acolchada. Las paredes estaban completamente cubiertas de libros, la mayor parte de ellos cubiertos con un viejo cuero negro o marrón; un sofá gastado, un viejo sillón, y una mesa desvencijada estaban de pie agrupados juntos bajo la luz débil arrojada por una lámpara con velas que colgaba del techo. El lugar tenía un aire de abandono, como si no estuviera habitado por lo general.
Snape le señaló el sofá a Narcissa. Ella dejó su capa, se corrió a un lado, y se sentó, contemplando sus manos blancas y temblorosas en su regazo. Bellatrix bajó su capucha más despacio. Morena en contraste con su hermana que era blanca, con párpados caídos y una mandíbula fuerte, no percibió la mirada fija de Snape y se movió para estar de pie detrás de Narcissa.
-¿Pues de modo que, qué puedo hacer por ustedes?- preguntó Snape, sentándose en el sillón frente a las dos hermanas.
-¿Estamos... solos, verdad?- preguntó Narcissa en voz baja.
-Sí, desde luego. Bueno Colagusano está aquí, pero no contamos a los roedores, ¿Verdad?- Señaló con su varita a la pared de libros detrás de él y con un golpe, una puerta escondida se abrió, revelando una escalera estrecha sobre la cual un pequeño hombre estaba de pie, congelado.
-Como te habrás dado cuenta, Colagusano, tenemos invitadas,- dijo Snape perezosamente.
El hombre se arrastró, se agachó bajando los últimos escalones y entró al cuarto. Tenía ojos pequeños, acuosos, una nariz puntiaguda, y una desagradable sonrisa tonta. Su mano izquierda sobaba su derecha, que parecía encerrada en un guante brillante de plata.
- ¡Narcissa!- dijo él, con una voz chirriante. -¡Y Bellatrix!- Cuánto gusto.
- Colagusano nos traerá bebidas, si lo desean,- dijo Snape. - Y luego volverá a su dormitorio.
Colagusano se estremeció como si Snape le hubiera lanzado algo.
- ¡No soy tu criado!- chilló, evitando la mirada de Snape.
- ¿De verdad? Tenía la impresión de que el Señor Oscuro te colocó aquí para ayudarme.
- ¡Ayudar, sí ... pero no hacer bebidas y ... y limpiar tu casa!
- No tenía idea, Colagusano, que ansiabas misiones más peligrosas,- dijo Snape suavemente. -Eso puede arreglarse fácilmente, hablaré con el Señor Oscuro.
-¡Puedo hablarle yo mismo si quiero!
- Desde luego que puedes,- dijo Snape, riendo. -Pero mientras tanto, tráenos bebidas. Un poco de Vino Elfo será suficiente.
Colagusano vaciló durante un momento, mirando como si quisiera discutir, pero entonces se dio vuelta y entró a una segunda puerta escondida. Oyeron golpes y un tintineo de vasos. Unos segundos después estuvo de vuelta, llevando una botella polvorienta y tres vasos sobre una bandeja. Los puso sobre la mesa desvencijada y se apresuró a salir de su presencia, cerrando de golpe la puerta cubierta de libros.
Snape sirvió tres vasos del vino rojo sangre y dio dos de ellos a las hermanas. Narcissa murmuró una palabra de agradecimiento, mientras que Bellatrix no dijo nada, pero siguió frunciendo el ceño en Snape. Esto no pareció enojarlo; al contrario, pareció más bien divertirlo.
- Por el Señor Oscuro,- dijo, levantando su vaso y tomándoselo todo.
Las hermanas lo imitaron. Snape volvió a llenar su vaso. Cuando Narcissa tomó su segunda bebida, dijo de prisa: -Severus, siento venir aquí de esta forma, pero tenía que verte. Pienso que eres el único que puede ayudarme.
Snape levantó una mano para callarla, luego señaló con su varita otra vez en la puerta oculta de la escalera. Hubo un golpe ruidoso y un chillido, seguido del ruido que produjo Colagusano al apresurarse hacia arriba.
-Mis disculpas,- dijo Snape. -Ha estado últimamente escuchando tras las puertas, no sé lo que pretende con ello... ¿Decías, Narcissa?
Ella respiró profundamente, se estremeció y comenzó otra vez.
-Severus, sé que no debería estar aquí, me han dicho que no debo decir nada a nadie, pero ...
-¡Entonces deberías cerrar la boca! - gruñó Bellatrix. -¡En particular con la presente compañía!
-¿Presente compañía?- repitió Snape sarcásticamente. -¿Y qué se puede entender por eso, Bellatrix?
-¡Que yo no confío en tí Snape, como muy bien sabes!
Narcissa hizo un ruido que podría haber sido un sollozo seco y cubrió su cara con sus manos. Snape dejó su vaso sobre la mesa y se sentó otra vez, puso sus manos sobre el mango de su silla, sonriendo con el ceño fruncido a Bellatrix.
-Narcissa, pienso que deberíamos oír lo que Bellatrix tiene que decir; esto evitará interrupciones aburridas. Bien, continua Bellatrix - dijo Snape. -¿A qué se debe que no confías en mí?
-¡Por cientos de motivos!- dijo ella en voz alta, andando a zancadas por detrás del sofá para poner de golpe su vaso sobre la mesa. -¡Por dónde comenzar! ¿Dónde estabas cuando el Señor Oscuro cayó? ¿Por qué nunca tuviste ninguna intención de encontrarlo cuándo desapareció? ¿Qué has estado haciendo todos estos años que has vivido en el bolsillo de Dumbledore? ¿Por qué le impediste al Señor Oscuro que consiguiera la Piedra Filosofal? ¿Por qué no volviste inmediatamente cuándo el Señor Oscuro renació? ¿Dónde estabas hace unas semanas cuando luchamos para recuperar la profecía para el Señor Oscuro? ¿Y por qué, Snape, Harry Potter está todavía vivo, cuándo lo has tenido a tu disposición durante cinco años?’
Hizo una pausa, su pecho se desinfló rápidamente, sus mejillas sonrojadas. Detrás de ella, Narcissa se sentó inmóvil, con su cara todavía escondida en sus manos.
Snape sonrió.
-¡Antes de que yo te responda… oh por supuesto que voy a responderte Bellatrix! ¡Puedes llevar mis palabras a los demás, quienes susurran detrás de mis espaldas y llevan cuentos falsos de mi traición al Señor Oscuro! Antes de que yo te conteste, haré yo una pregunta ahora. ¿Piensas realmente que el Señor Oscuro no me ha preguntado todas y cada una de esas preguntas? ¿Y piensas realmente que, si no hubiese sido capaz yo de dar respuestas satisfactorias, estaría aquí dirigiéndome a ustedes?
Ella vaciló.
-Sé que él te cree, pero...
-¿Piensas que él está confundido? ¿O que lo he engañado de alguna manera? ¿Engañado al Señor Oscuro, el mejor mago, el indudablemente más dotado que el Mundo ha conocido?
Bellatrix no dijo nada, pero se vio, por primera vez, un poco dubitativa. Snape no ejerció presión en ese punto. Recogió su bebida otra vez, lo bebió a sorbos, y siguió, -Preguntas dónde estaba yo cuando el Señor Oscuro cayó. Estaba donde él me había ordenado estar, en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, porque deseaba que yo espiara a Albus Dumbledore. ¿Sabes, supongo, que esto fue así por órdenes del Señor Oscuro?
Ella asintió con la cabeza casi imperceptiblemente y luego abrió su boca, pero Snape la previno.
-Preguntas por qué no intenté encontrarlo cuando desapareció. Por la misma razón que Avery, Yaxley, los Carrows, Greyback, Lucius- — inclinó su cabeza ligeramente a Narcissa — y muchos otros que no intentaron encontrarlo. Lo creí acabado. No estoy orgulloso de ello, me equivoqué, pero aquí está. Si él no nos hubiera perdonado a nosotros que perdimos la fe en ese entonces, ya tendría a muy pocos seguidores.
-¡Él me tendría!- dijo Bellatrix apasionadamente. -¡Yo, que permanecí tantos años en Azkaban por él!
-Sí, en efecto, muy admirable,- dijo Snape con voz aburrida. -De acuerdo, no eras de mucho uso para él en la prisión, pero el gesto fue indudablemente fino.
-¡¿Gesto?!- chilló la mujer; en su furia parecía ligeramente loca. -¡Mientras soporté a los Dementores, tú permaneciste en Hogwarts, cómodamente jugando a ser la mascota de Dumbledore!
-No exactamente,- dijo Snape tranquilamente. -Él no me daría el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, lo sabes. Parecía creer que esto podría causar, ah, una recaída… tentarme con mis viejas costumbres.
-¿Este era tu sacrificio para el Señor Oscuro, no enseñar tu asignatura favorita?- se mofó. -¿Por qué te quedaste allí todo aquel tiempo, Snape? ¿Todavía espiando a Dumbledore para un maestro que creíste muerto?
-Casi- dijo Snape, -aunque el Señor Oscuro está contento porque nunca abandoné mi puesto, yo tenía dieciséis años de información sobre Dumbledore para darle cuando él volvió, un regalo de bienvenida más útil, que reminiscencias interminables de cuán desagradable es Azkaban.
-Pero tú te quedaste.
-Sí, Bellatrix, me quedé - dijo Snape, mostrando un toque de impaciencia por primera vez. -Yo tenía un trabajo cómodo que preferí, a un período en Azkaban. Ellos acorralaban a los Mortífagos, tu sabes. La protección de Dumbledore me protegió de la cárcel; era lo más conveniente y lo usé. Repito: el Señor Oscuro no se queja que me haya quedado, entonces no veo por qué tu lo tengas que hacer.
-Creo que también quieres saber - siguió él con la voz un poco más alta, ya que Bellatrix mostró signos de querer interrumpir -por qué me interpuse entre el Señor Oscuro y la Piedra Filosofal. Esto es contestado fácilmente. Él no sabía si podría confiar en mí. Pensó, como tu, que yo me había convertido de fiel Mortífago en títere de Dumbledore. Estaba en una condición lastimosa, muy débil, compartiendo el cuerpo de un mago mediocre. No se atrevió a revelarse a un antiguo aliado por si aquel aliado pudiera entregarlo a Dumbledore o el Ministerio. Profundamente lamento que él no confiara en mí. Habría vuelto tres años más pronto. Lo que vi, fue a Quirrell que sólo era avaro e indigno para intentar robar la Piedra y, confieso, hice todo lo que pude para frustrarlo.
La boca de Bellatrix se retorció como si hubiera tomado una dosis desagradable de medicina.
-Pero no volviste cuando él volvió, no volviste inmediatamente cuando sentiste la quemadura de la Marca Tenebrosa.
-Correcto. Volví dos horas más tarde. Volví bajo las órdenes de Dumbledore.
-¿Bajo las órdenes de Dumbledore—? comenzó ella, en tono de ultraje.
-¡Piensa!- dijo Snape, impaciente otra vez. -¡Piensa! ¡Esperando dos horas, solamente dos horas, aseguré mi permanencia en Hogwarts como un espía! ¡Al permitir que Dumbledore pensara que yo volvía al lado del Señor Oscuro sólo porque me lo ordenó, he sido capaz de pasar la información sobre Dumbledore y la Orden del Fénix desde entonces! Considera esto Bellatrix: la Marca Tenebrosa había estado poniéndose más nítida durante meses. ¡Yo sabía que él estaba a punto de volver, todos los Mortífagos lo sabían! ¿Tenía mucho tiempo para pensar en qué hacer, planear mi siguiente movimiento, evitarlo como Karkaroff, verdad?El disgusto inicial del Señor Oscuro en mi retraso desapareció completamente, les aseguro, cuando expliqué que permanecí fiel, aunque Dumbledore pensara que yo era su hombre. Sí, el Señor Oscuro siempre pensó que yo lo había abandonado, pero se equivocó.
-¿Pero de qué nos has servido?- se burló Bellatrix. -¿Qué información útil hemos obtenido de ti?
-Mi información ha sido comunicada directamente al Señor Oscuro - dijo Snape. -Si él decide no compartirla contigo…
-¡Él comparte todo conmigo!- dijo Bellatrix, exasperándose inmediatamente -Él me llama su más leal, su más fiel…
-¿Él?- dijo Snape, su voz delicadamente conjugada para sugerir su incredulidad. -¿Él? ¿Después del fiasco en el Ministerio?
-¡No fue mi culpa!- dijo Bellatrix, acalorada. -El Señor Oscuro, en el pasado, me ha confiado su más preciado tesoro ... si Lucius no hubiera ...
-¡No te atrevas!... ¡No te atrevas a culpar a mi marido!- dijo Narcissa, con una voz baja y mortal, alzando la vista hacia su hermana.
-No hay ninguna razón para inculpar - dijo Snape suavemente. -Lo que está hecho, hecho está.
-¡Pero no por ti!- dijo Bellatrix furiosamente. -¿No estabas otra vez ausente mientras el resto de nosotros corrió peligros, Snape?
-Mis órdenes eran permanecer detrás - dijo Snape. -¿Quizá no estás de acuerdo con el Señor Oscuro, y piensas que Dumbledore no se habría dado cuenta si yo hubiera unido fuerzas con los Mortífagos para luchar contra la Orden del Fénix? Y — me perdonarás — hablas de peligros... ¿te enfrentaste a seis adolescentes, o no?
-¡A ellos se les unieron, como muy bien sabes, la mitad de la Orden, después de un rato!- gruñó Bellatrix. -¿Y, mientras hablamos sobre el tema de la Orden, todavía insistes en que no puedes revelar el paradero de su cuartel central, verdad?
-No soy el Guardián Secreto; no puedo decir el nombre del lugar. ¿Creo que entiendes cómo funciona el encantamiento, cierto? El Señor Oscuro está satisfecho por la información que le he pasado sobre la Orden. Eso condujo, como quizás has adivinado, a la reciente captura y asesinato de Emmeline Vance, y ciertamente ayudó a eliminar a Sirius Black, aunque te doy el crédito completo de terminar con él.
Inclinó su cabeza. Su expresión, no se ablandó.
-Evitas mi última pregunta, Snape. Harry Potter.... podrías haberlo matado en cualquier momento en estos cinco años. No lo has hecho. ¿Por qué?
-¿Has hablado de este tema con el Señor Oscuro?- preguntó a Snape.
-Él... últimamente, nosotros... ¡Te pregunto a ti Snape!
-Si yo hubiera asesinado a Harry Potter, el Señor Oscuro no podía haber usado su sangre para regenerarse, haciéndolo invencible…
-¡Reclamas que previste el uso del muchacho!- se mofó ella.
-No lo reprocho; no tuve ni idea de sus proyectos; ya lo he admitido, imaginé al Señor Oscuro muerto. Trato simplemente de explicar por qué el Señor Oscuro está agradecido de que Harry Potter haya sobrevivido, al menos hasta hace un año...
-¿Pero por qué lo mantuviste vivo?
-¿No me has entendido? ¡Era sólo la protección de Dumbledore la que me salvaba de Azkaban! ¿Discrepas que asesinando a su estudiante favorito significaría ponerlo en mi contra? Pero había más en todo esto. Debería recordarte que cuando Potter llegó a Hogwarts por primera vez, había todavía muchas historias que circulaban sobre él, rumores acerca de que él mismo era un gran Mago Oscuro, y que era así como había sobrevivido al ataque del Señor Oscuro. Ciertamente, muchos de los seguidores del Señor Oscuro pensaron que Potter podría ser un estándar al cual seguiríamos una vez más. Fui curioso, lo admito, y después de todo no me incliné a matarlo en el momento en que puso un pie en el castillo.
-Por supuesto, rápidamente se hizo aparente que no tenía ningún talento extraordinario después de todo. Luchó escapando de un montón de aprietos con la simple combinación de pura suerte con más talento de parte de sus amigos. Fue un mediocre total, tan detestable y autosatisfecho como lo fue su padre con anterioridad. He hecho todo lo imposible por expulsarlo de Hogwarts, a donde creo que apenas pertenece, pero ¿matarlo, o permitir que lo maten en frente de mí? Hubiera sido un tonto al arriesgarme con Dumbledore tan cerca.
-Y después de todo esto, supongo que tendremos que creer que Dumbledore nunca sospechó de ti?- preguntó Bellatrix. -Él no tiene idea de tu verdadera lealtad, ¿confía en ti implícitamente?
-He jugado mi papel muy bien - dijo Snape. -Y pasas por alto la más grande debilidad que tiene Dumbledore: tiene que creer en la parte buena de la gente. Le conté una historia con el más profundo remordimiento cuando me uní a su grupo, justo en mis días de Mortífago, y él me recibió con los brazos abiertos. Pero, como digo, nunca me dejó estar cerca de las Artes Oscuras. Dumbledore ha sido un gran mago – oh sí, lo ha sido - (Bellatrix dio un feroz chillido) -el Señor Oscuro lo reconoce. Estoy agradecido de decir, sin embargo, que Dumbledore está envejeciendo. El duelo con el Señor Oscuro el mes pasado lo sacudió. Desde entonces, ha tenido una grave herida ya que sus reacciones son más lentas de lo que fueron alguna vez. Pero durante todos estos años, nunca a dejado de confiar en Severus Snape, y allí descansa mi gran valor hacia el Señor Oscuro.
Bellatrix todavía se veía un poco descontenta, como si pareciera insegura de cómo atacar mejor a Snape. Tomando ventaja de su silencio, Snape se dirigió a su hermana.
-Entonces... ¿veniste a pedir ayuda, Narcissa?
Narcissa lo miró, con cara de elocuente desesperación.
-Sí, Severus. Yo ... pienso que eres el único que puede ayudarme, no tengo a nadie más que me ayude. Lucius está preso y...
Cerró sus ojos y dos grandes lágrimas se escaparon de sus ojos.-El Señor Oscuro me ha prohibido hablar de esto - continuó Narcissa, con sus ojos todavía cerrados. -Desea que nadie sepa del plan. Es... muy secreto. Pero ...
-Si te lo prohibió, no me lo debes decir - dijo Snape al instante. -La palabra del Señor Oscuro es ley.
Narcissa largó un grito ahogado como si Snape la hubiese bañado con agua helada. Bellatrix lo miró satisfecha por primera vez desde que entraron en la casa.-¡Ves!- dijo ella triunfantemente a su hermana. -Hasta Snape lo dice: no debes hablar, ¡entonces quédate en silencio!
Pero Snape se puso de pie y se acercó a zancadas hasta la pequeña ventana, forzando su mirada entre las cortina hacia la calle desierta, luego las cerró nuevamente de un tirón. Se dio vuelta para mirar a Narcissa con el ceño fruncido.
-Sucede que sé del plan,- dijo en voz baja. -Soy uno de los pocos a los que el Señor Oscuro le ha contado. De todos modos, yo lo he guardado en secreto, Narcissa, debes ser prudente de no traicionar al Señor Oscuro.
-¡Sabía que lo deberías saber!- dijo Narcissa, respirando mejor. -Él confía en ti, Severus...
-¿Sabes del plan?- dijo Bellatrix, con una expresión de fugaz satisfacción reemplazado por una mirada atroz. -¿Lo sabes?
-Efectivamente - dijo Snape. -¿Pero qué tipo de ayuda necesitas, Narcissa? Si estás imaginando de que puedo convencer al Señor Oscuro que cambie sus planes, me temo que no hay esperanza, ninguna.
-Severus,- susurró ella, con lágrimas cayendo por sus pálidas mejillas. -Mi hijo ... mi único hijo...
-Draco debería estar orgulloso - dijo Bellatrix indiferentemente. -El Señor Oscuro le está concediendo un gran honor. Y diré esto por Draco: no se escapa de su tarea, se lo ve contento, por esta oportunidad de probarse a sí mismo, encantado ante la posibilidad.
Narcissa comenzó a llorar sin consuelo, mirando todo el tiempo fijamente y en forma de súplica a Snape.
-¡Y es porque tiene dieciséis años y no tiene idea de lo que se oculta detrás de esto! ¿Por qué, Severus? ¿Por qué mi hijo? ¡Es muy peligroso! ¡Esto es una venganza por el error de Lucius, lo sé!
Snape no dijo nada. Apartó su vista de la mirada llorosa de Narcissa como si fuera indecente, pero no pudo evitar tener que oírla.
-¿Es por eso que escogió a Draco, no?- insistió ella. -¿Para castigar a Lucius?
-Si Draco tiene éxito,- dijo Snape, todavía sin mirarla, -será homenajeado por encima de todos los otros.
-¡Pero no tendrá éxito!- sollozó Narcissa. -¿Cómo podrá tenerlo?, cuando el mismo Señor Oscuro no ...
Bellatrix ahogó un grito; Narcissa pareció haberse descontrolado. -Solo me refiero... a que nadie ha tenido éxito aún... Severus... por favor... tú eres, tú has sido siempre, el maestro favorito de Draco... eres el viejo amigo de Lucius... te lo suplico... eres el consejero favorito en el que más confía el Señor Oscuro... ¿Hablarás con él, lo convencerás ?
-El Señor Oscuro no será persuadido, y no soy tan estúpido como para intentarlo - dijo Snape encogiéndose. -No puedo pretender que el Señor Oscuro no esté enojado con Lucius. Lucius estaba a cargo. Lo capturaron, con muchos otros, y fallaron al intentar recuperar la profecía. Sí, el Señor Oscuro está enojado, Narcissa, muy enojado, en efecto.
-¡Tengo razón, ha escogido a Draco para vengarse!- se atragantó Narcissa. -Eso no significa que tendrá éxito, ¡quiere que lo maten!
Como Snape no dijo nada, Narcissa pareció perder el auto-control que poseía. Poniéndose de pié, caminó tambaleándose hacia Snape y se colgó de su ropa. Se puso cara a cara con él, con lágrimas cayendo por sus mejillas, y ahogó un grito, -Puedes hacerlo. Puedes hacerlo en lugar de Draco, Severus. Vas a tener éxito, por supuesto que lo tendrás, y él te recompensará en frente de todos nosotros.
Snape la tomó de las muñecas y sacó sus manos. Mirando hacia abajo, a la cara cubierta de lágrimas dijo lentamente, -Él pretende que lo haga al final, supongo. Pero determinó que Draco lo haga primero. Ya ves, en el raro caso de que Draco tenga éxito, podré permanecer en Hogwarts un poco más, cumpliendo mi útil papel de espía.
-En otras palabras, ¡eso no significa que Draco no sea asesinado!- -El Señor oscuro está muy enojado - repitió Snape tranquilamente. -No pudo escuchar la profecía. Tú sabes, Narcissa, tan bien como yo, que él no perdona tan fácilmente.
Ella se desplomó a sus pies, sollozando y gimiendo en el piso.
-Mi único hijo... mi único hijo...-
-¡Deberías estar orgullosa!- dijo Bellatrix despiadadamente. -Si tuviera hijos, ¡estaría orgullosa de darlos para el servicio del Señor Oscuro!
Narcissa dio un pequeño grito de desesperación y jaló su larga cabellera rubia. Snape se detuvo, la tomó de los brazos, la levantó, y la condujo hasta el sofá. Luego le sirvió más vino y puso el vaso en su mano.
-Narcissa, es suficiente. Bebe esto. Escúchame.
Narcissa se quedó quieta por un momento; tomó un tembloroso sorbo de vino.
-Podría ser posible... que ayude a Draco.
Ella se levantó, con su cara blanca como el papel, y sus ojos enormes.
-Severus – oh, Severus - ¿Lo ayudarás? ¿Lo protegerás de que nadie lo lastime?
-Podría intentarlo.
Narcissa arrojó su vaso; éste se deslizó por la mesa, mientras ella se levantó del sofá y se puso de rodillas a los pies de Snape, tomó sus manos, y las besó.
-Si estarás allí para protegerlo... ¿Severus, me lo juras? ¿Harás la Promesa Inquebrantable?
-¿La Promesa Inquebrantable?
La expresión de Snape se tornó pálida, vacía. Bellatrix, sin embargo, dejó crepitar una risa burlona.
-¿Estás escuchando, Narcissa? Oh, lo intentará, estoy segura... Las palabras vacías usuales, los usuales deslices en acción... oh, por las órdenes del Señor Oscuro, ¡por supuesto!- dijo burlonamente Bellatrix.
Snape no miró a Bellatrix. Sus ojos negros estaban clavados en las lágrimas de los ojos azules de la mujer que le agarraba sus manos.
-Ciertamente, Narcissa, debo hacer la Promesa Inquebrantable - dijo Snape tranquilamente. -Quizás tu hermana consienta en ser Testigo.
La boca de Bellatrix se abrió. Snape se bajó por lo que quedó de rodillas frente a Narcissa. Bajo la mirada asombrada de Bellatrix, se tomaron de ambas manos.
-Necesitarás tu varita, Bellatrix, dijo Snape fríamente.
Ella la sacó, mirando todavía consternada.
-Y necesitarás moverte más cerca - dijo él.
Ella se paró adelante por lo que estaba por arriba de ellos, y puso la punta de su varita sobre sus dos manos unidas.
Narcissa habló.
-Severus, ¿Vas a vigilar a mi hijo, Draco, mientras está cumpliendo los deseos del Señor Oscuro?
-Lo haré - dijo Snape.
Una fina lengua de llama brillante salió de la varita y ató alrededor de sus manos una especie de cuerda roja caliente.
-¿Y vas a protegerlo del dolor, con tu mejor destreza?
-Lo haré,- dijo Snape.
Una segunda lengua de llamas se disparó de la varita y entrecruzó con la primera, haciendo una cuerda más brillante.
-Y, si necesariamente... si Draco fallase...- susurró Narcissa (la mano de Snape se movió ligeramente dentro de la de ella, pero no se separó) -¿Llevarías a cabo la acción que el Señor Oscuro le ordenó a Draco que realizara?
Hubo un momento de silencio. Bellatrix miró su varita sobre sus manos, con sus ojos muy abiertos.
-Lo haré - dijo Snape.
La cara pasmada de Bellatrix brilló con color rojizo ante una tercera llama, que salió disparada de la varita, y se unió con las otras, y se ligó compactadamente en las manos entrelazadas, como una cuerda, como una serpiente ardiente.
HARRY POTTER Y EL PRINCIPE MESTIZO- Libro online
lunes, 22 de noviembre de 2010
Capítulo 3: Lo Hará y No lo Hará
Harry Potter roncaba sonoramente. Había estado sentado en la silla cercana a la ventana de su habitación por casi cuatro horas mirando hacia la oscura calle, y finalmente había caído dormido con uno de los lados de su cara presionando contra el frío cristal, las gafas chuecas y la boca medio abierta. El vaho que su respiración había dejado en la ventana relucía a la luz naranja de la farola de la calle, y la luz artificial dejaba su rostro carente de color, de manera que lucía fantasmagórico debajo de su singular y rebelde cabello oscuro.
La habitación estaba desordenada con varias cosas y una buena cantidad de basura. Plumas de lechuza, corazones de manzana y envoltorios de dulces cubrían el suelo, algunos libros de encantamientos se hallaban semi abiertos y enterrados entre las sábanas de su cama, y un desorden de periódicos estaban puestos en un montón a la luz del escritorio. El encabezado de uno de ellos mostraba:
HARRY POTTER: ¿EL ELEGIDO?
Los rumores continúan volando acerca del misterioso y reciente disturbio ocurrido en el Ministerio de Magia, durante el cual El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado fue visto una vez más.
¾No estamos autorizados a hablar de esto, no me pregunten nada ¾ dijo un agitado Auror, quien se negó a dar su nombre y dejo el Ministerio la noche pasada.
Sin embargo, fuentes confiables dentro del Ministerio han confirmado que los sucesos se centraron en la Sala de Profecías.
Aunque los voceros del Ministerio hasta ahora se niegan a confirmar la existencia de dicho lugar, un gran número de la comunidad Mágica cree que los Mortífagos, quienes cumplían sus sentencias en Azkaban por ataques e intentos de saqueo, trataron de robar una profecía. La naturaleza de dicha profecía es desconocida, aunque las especulaciones dicen que concierne a Harry Potter, la única persona conocida que ha sobrevivido al Hechizo Mortal, y quien se asegura estuvo en el Ministerio la noche en cuestión. Algunos han ido más lejos como para llamar a Potter ‘El elegido’, creyendo que la profecía lo nombra como el único capaz de enfrentar a El-Que–No-Debe-Ser-Nombrado.
El contenido actual de la profecía, si existe, es desconocido, aunque... (Continúa página 2, columna 5).
Un segundo periódico se encontraba junto al primero. Éste llevaba el encabezado:
SCRIMGEOUR REEMPLAZA A FUDGE
La mayor parte de la página principal estaba ocupada por una enorme fotografía de un hombre con una melena de león, de cabellos delgados y un fiero rostro. La figura se movía… el hombre saludaba hacia el techo.
Rufus Scrimgeour, el Jefe previo de la oficina de Aurores en el Departamento de Refuerzo de la Ley Mágica, ha reemplazado a Cornelius Fudge como Ministro de Magia. El encuentro ha sido aceptado con entusiasmo por la Comunidad Mágica, a pesar de los rumores de un intercambio entre el nuevo Ministro y Albus Dumbledore, nuevamente fue reinstalado el Jefe Warlock del Wizengamot después de algunas horas de que Scrimgeour tomara posesión.
Los representantes de Scrimgeour han admitido que este tuvo un encuentro con Dumbledore luego de tomar posesión del alto cargo, pero se negaron a comentar el asunto de dicha reunión. Albus Dumbledore es conocido por... (Continúa página 3, columna 2).
A la izquierda de este periódico se encontraba otro, el cual se hallaba doblado de tal manera que mostraba una historia referente a que el Ministro garantizaba la protección a los estudiantes.
El recién elegido Ministro de Magia Rufus Scrimgeour, habló hoy de las nuevas medidas tomadas por el Ministerio para asegurar el bienestar de los estudiantes que regresarán al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería este otoño.
¾Por obvias razones, el Ministerio no entrará en detalles acerca de sus nuevos planes de seguridad ¾ dijo el Ministro, aunque una fuente confirmó que esas medidas incluyen encantamientos y hechizos defensivos, un complejo arreglo de maldiciones y un grupo reducido de Aurores dedicados única y exclusivamente a la protección del Colegio Hogwarts.
Se ha asegurado, por el nuevo Ministro, la protección de los estudiantes. Dice la Señora Augusta Longbottom. ¾ Mi nieto Neville, que incidentalmente, es un buen amigo de Harry Potter, que luchó junto a él contra los Mortífagos en el Ministerio en Junio y...
Pero el resto de esta historia se hallaba obstruida por la sombra de la gran jaula que se encontraba por encima del periódico. Dentro de ésta se encontraba una magnífica lechuza blanca. Sus ojos ambarinos recorrían la habitación imperiosos, su cabeza girando ocasionalmente para mirar a su roncador dueño. Una o dos veces hacía sonar su pico impacientemente, pero Harry se encontraba profundamente dormido como para poder escucharla.
Un gran baúl se encontraba justo a la mitad de la habitación. Su tapa estaba abierta; aún estaba casi vacío excepto por algunas prendas de ropa interior vieja, dulces, botellas de tinta vacías, y plumas rotas que cubrían el fondo. Cerca, en el piso se encontraba un folleto púrpura grabado con las palabras:
PUBLICACIÓN REALIZADA POREl ministerio de MagiaPROTEGIENDO TU CASA Y TU FAMILIA CONTRA LAS FUERZAS OSCURAS.
La Comunidad Mágica actualmente está bajo la amenaza de una organización que se autonombra Los Mortífagos. El seguir los siguientes puntos de seguridad lo protegerán a usted, su familia y su casa de un ataque.
1. Se le recomienda no salir de su casa solo.
2. Debe tener cuidado especial durante las horas nocturnas. De ser posible, termine sus actividades antes de la puesta del sol.
3. Revise las medidas de seguridad en su casa, asegurándose que todos los miembros de su familia están dentro de alguna medida de protección como el Escudo y Encantamientos Desilusionadores, y en caso de familiares menores de edad, Apariciones en Conjunto.
4. Póngase de acuerdo sobre preguntas de seguridad con familiares cercanos y amigos para detectar algún Mortífago encubierto por medio de una Poción Multijugos. (ver página 2).
5. Si sospecha que un miembro de su familia, colega, amigo o vecino actúa de manera extraña, contacte a la Patrulla de Refuerzo de la Ley Mágica de inmediato. Quizás estén bajo el hechizo Imperius (ver página 4).
6. Si la Marca Oscura aparece sobre cualquier lugar o edificio. NO ENTRE, pero contacte a la Oficina de Aurores inmediatamente.
7. Testigos no confirmados sugieren que los Mortífagos podrían estar usando Inferi (ver página 10). Cualquier sospecha de un Inferius, o encontrarse con ellos, deben ser reportados al Ministerio INMEDIATAMENTE.
Harry se quejó en su sueño y su rostro resbaló unos milímetros haciendo que sus gafas se enchuecaran aún más, pero no despertó. Un reloj alarma, reparado por Harry varios años atrás, dejaba escuchar el segundero, mostrando un minuto para las once. Cerca de él, sostenido por la relajada mano de Harry estaba un trozo de pergamino cubierto por una escritura delgada y elegante. Harry había leído esta carta tantas veces desde su llegada tres días atrás que aunque había sido entregada en un rollo perfectamente doblado, ahora estaba completamente lisa.
Querido Harry:
Si te parece conveniente, llegaré al número cuatro de Privet Drive este viernes a las once p.m. para escoltarte a la Madriguera, donde has sido invitado a pasar lo que resta de tus vacaciones escolares.
Si estás de acuerdo, estaría encantado de tu asistencia a un encuentro que espero atender camino a la madriguera. Explicaré esto ampliamente cuando te vea.
Hazme el favor de enviarme tu respuesta con esta lechuza. Esperando verte este viernes,
Atentamente,
Albus Dumbledore
Aunque ya lo sabía de memoria, Harry se había pasado echando miradas furtivas a esta misiva cada pocos minutos desde las siete de la tarde, cuando había tomado asiento en su posición cerca de la ventana, la cual tenía una razonable vista de ambos lados de la calle Privet Drive. Sabía que no tenia sentido releer las palabras de Dumbledore; Harry había enviado su ‘sí’ con la lechuza de entrega como se le había pedido, y todo lo que le restaba era esperar, aún si Dumbledore llegaba o no.
Pero Harry no había empacado. Era demasiado bueno para ser verdad el hecho de ser rescatado de los Dursley después de algunos días en su compañía. No podía quitarse de la mente que algo estaba mal. Su respuesta a la carta de Dumbledore debió extraviarse; Dumbledore debió ser prevenido de contactarlo; la carta quizá ni siquiera proviniera de Dumbledore, sino solo fuera un truco, una broma o una trampa. Harry no habría podido soportar el hacer el equipaje y después de ser totalmente engañado tener que desempacar de nuevo. El único gesto que había tenido hacia la posibilidad de un viaje fue encerrar a su lechuza blanca Hedwig, a salvo en su jaula.
La manecilla minutera de su reloj alarma alcanzó el numero doce y en ese preciso momento, la lámpara de la calle se apagó.
Harry despertó como si la repentina oscuridad fuese una alarma. Lentamente se enderezó las gafas y despegó la mejilla del cristal, presionó la nariz contra la ventana recorriendo a lo largo y ancho el pavimento. Una figura alta envuelta en una larga y ondulante capa caminaba por el sendero del jardín.
Harry dio un brinco como si hubiese recibido un shock eléctrico, se cayó de la silla y comenzó a reunir cualquier cosa que pudiese alcanzar del piso al tiempo que lo lanzaba hacia el baúl. Así fue como algunas ropas, dos libros de encantamientos y un paquete de plumas cruzaron la habitación, en ese momento sonó el timbre. Abajo en la sala su tío Vernon gritó ¾¿Quién diablos llama a esta hora de la noche?
Harry se quedó helado con un telescopio sostenido en su mano y un par de zapatillas deportivas en la otra. Había olvidado por completo avisarle a los Dursley que Dumbledore estaba por llegar. Sintiendo al mismo tiempo pánico y unas ganas tremendas de reír, saltó sobre el baúl y alcanzó a abrir la puerta de su habitación a tiempo para escuchar una voz profunda decir ¾Buenas noches. Usted debe ser el Señor Dursley. ¿Puedo preguntar si Harry le ha dicho que vendría a recogerlo?
Harry bajo las escaleras a toda velocidad, dos escalones a la vez, llegando abruptamente al final, la experiencia le había enseñado a quedar al menos a un brazo de distancia del alcance de su tío si era posible. En la entrada se encontraba un hombre alto, delgado, con una barba larga color plata y calvo. Sus lentillas de media luna estaban sostenidas en su larga nariz y llevaba puesto una capa de viaje negra así como un sombrero puntiagudo. Vernon Dursley, cuyo bigote era tan extravagante como el abrigo de Dumbledore, y quien vestía una bata púrpura, permanecía mirando al visitante como si no pudiese creer lo que veían sus pequeños ojos.
¾A juzgar por su marcada apariencia de incredulidad, supongo que Harry no le avisó de mi llegada ¾ dijo Dumbledore tranquilamente. ¾ Sin embargo, asumamos que usted me ha invitado amablemente a entrar en su casa. No es correcto permanecer mucho tiempo en la entrada en estos tiempos difíciles. Dumbledore caminó decididamente atravesando el umbral y cerró la puerta tras de sí.
¾Ha pasado mucho tiempo desde mi última visita ¾ dijo Dumbledore, dirigiendo su desviada nariz hacia el Tío Vernon, ¾Debo decirle que su agapanthus está floreciendo.
Vernon Dursley no dijo nada en absoluto. Harry no dudaba que su tío recuperaría el habla pronto, la pulsante vena en la sien de su tío estaba alcanzando un punto peligroso, pero algo acerca de Dumbledore parecía haberle robado temporalmente la respiración. Quizá se debía al inconfundible aspecto mágico de su apariencia, pero también podía ser que incluso el Tío Vernon podía percibir que estaba frente un hombre a quien seria muy difícil insultar.
¾Ah, Buenas noches Harry ¾ dijo Dumbledore, mirándolo a través de sus lentes de media luna con una expresión de satisfacción. ¾Excelente, excelente.
Esas palabras parecieron surtir efecto en Tío Vernon. Estaba claro que por lo que a él respectaba, ningún hombre que pudiera mirar a Harry y dijese ‘excelente’ pudiese ser un hombre al cual jamás vería a la cara.
¾No quise ser descortés... ¾comenzó, en un tono que descartaba cualquier hostilidad en cada sílaba.
¾… pero tristemente la hostilidad accidental ocurre frecuentemente en nuestros días ¾ Dumbledore terminó la frase gravemente. ¾ Es mejor no decir nada al respecto, estimado hombre. Ah, ella debe ser Petunia.
La puerta de la cocina se había abierto, y allí se encontraba la tía de Harry, usando unos guantes de plástico y un mandil sobre su vestido de noche, claramente a mitad de su usual limpieza de todos los utensilios de cocina antes de ir a dormir. Su cara equina y alargada no mostraba sino shock.
¾Albus Dumbledore ¾ dijo Dumbledore, cuando Tío Vernon falló en efectuar una presentación. ¾Hemos mantenido correspondencia, por supuesto ¾. Harry pensó que era una manera curiosa de recordarle a Tía Petunia que una vez le envió un vociferador, pero Tía Petunia no parecía haber comprendido. ¾Y este debe ser su hijo, ¿Dudley?
En esos momentos Dudley cruzaba por la puerta de la sala. Su larga y rubia cabeza saliendo del cuello de su pijama lucía extremadamente innatural, su boca abierta en estupor. Dumbledore espero uno o dos segundos, aparentemente para ver si alguno de los Dursley decía algo, pero mientras esperaba, una sonrisa se formó en su boca.
¾¿Debemos asumir que me invitan a pasar a sentarme en su sala?
Dudley salto fuera del camino mientras Dumbledore pasaba a su lado. Harry quien aún sostenía el telescopio y las zapatillas deportivas, salto los últimos dos escalones y siguió a Dumbledore, quien se había acercado al sofá cerca del fuego y miraba los alrededores con una expresión de incipiente interés. Lucía extraordinariamente fuera de lugar.
¾¿No… no nos vamos Señor? ¾ preguntó Harry ansiosamente.
¾ Sí, claro, pero hay algunas cosas que debemos discutir primero¾dijo Dumbledore. ¾Y preferiría no hacerlo afuera. Abusaremos un poco más de la hospitalidad de tus tíos.
¾Oh ¿en verdad?...
¾Si ¾dijo Dumbledore simplemente.
Uso la varita tan velozmente que Harry apenas pudo verlo, con un rápido movimiento casual. El sofá zumbó hacia adelanto y golpeó las rodillas de los tres Dursley de tal manera que colapsaron en una pila encima del mueble. Otro movimiento de varita y el sofá regreso a su posición original.
-Debemos ponernos cómodos ¾dijo Dumbledore con total calma.
Mientras guardaba su varita en el bolsillo, Harry vio como su mano estaba ennegrecida y lastimada, parecía como si la carne hubiese sido quemada.
¾Señor... ¿qué le paso a su...?.
¾Después Harry, ¾ dijo Dumbledore, ¾Siéntate por favor.
Harry tomó asiento en la silla que estaba vacía, prefiriendo no mirar a los Dursley quienes parecían sumidos en silencio.
¾Hubiera asumido que me ofrecerían algún refresco ¾le dijo Dumbledore a Tío Vernon, ¾ Pero la evidencia hasta ahora sugiere que ese hecho sería optimista hasta el punto de lo hilarante.
Un tercer movimiento de varita y una empolvada botella así como cinco vasos aparecieron flotando en el aire. La botella se destapó y comenzó a verter una cantidad generosa de líquido color miel en cada uno de los vasos, los cuales salieron flotando en dirección de cada una de las personas presentes en la habitación.
¾La mejor hidromiel añejada en barricas de roble de Madame Rosmerta ¾dijo Dumbledore, levantando su vaso hacia Harry, quien a su vez tomó el suyo y se lo empinó. Jamás había probado algo semejante, pero lo disfrutó inmensamente. Los Dursley después de una rápida y asustada mirada unos a otros, trataron de ignorar sus vasos completamente, algo difícil de hacer ya que éstos daban pequeños golpecitos al lado de sus cabezas. Harry no pudo reprimir el sospechar que Dumbledore se estaba divirtiendo.
¾Y bien Harry ¾ dijo Dumbledore, volviéndose por completo hacia él -Tenemos un problema que esperamos tu puedas resolver por nosotros. Por nosotros me refiero a La Orden del Fénix. Pero antes que nada debo decirte que el testamento de Sirius fue descubierto hace una semana y te ha heredado todo lo que poseía.
Sobre el sofá, la cabeza de Tío Vernon giró, pero Harry no lo miró ni pudo pensar en nada que decir excepto, ¾Oh, bien.
¾De forma general y yendo al grano ¾ continuo Dumbledore. ¾Añadirán una considerable cantidad de oro a tu cuenta en Gringotts, y además heredaste todos los objetos personales de Sirius. En cuanto a la problemática legal...
¾¿Su padrino murió? ¾ dijo Tío Vernon a voz de cuello desde el sofá. Dumbledore y Harry voltearon a verle. El vaso de licor ahora golpeaba insistentemente a un lado de la cabeza de Vernon, mientras él intentaba quitárselo de encima, ¾¿Está muerto? ¿Su Padrino?
¾Sí ¾dijo Dumbledore. No le preguntó a Harry el porqué no les había confiado eso a los Dursley. ¾Nuestro problema ¾continuó diciéndole a Harry como si no hubieran interrumpido, ¾es que Sirius también te ha dejado Número Doce de Grimmauld Place.
¾¿Le han dejado una casa?¾ dijo el Tío Vernon sonoramente, sus pequeños ojos entrecerrados pero nadie le contestó.
¾Pueden seguir utilizándola como Cuartel General ¾dijo Harry, ¾No me importa. Pueden conservarla, yo realmente no la quiero. ¾Harry jamás querría poner un pie en Número 12 de Grimmauld Place de nuevo si podía evitarlo. Pensaba que estaría inundada por siempre por la memoria de Sirius vagando en sus húmedas y oscuras habitaciones, solo, aprisionado dentro de aquel lugar que tan desesperadamente deseaba dejar.
¾Eso es generoso ¾ dijo Dumbledore. ¾Hemos sin embargo, abandonado el edificio temporalmente.
¾¿Por qué?
-Bueno -dijo Dumbledore, ignorando los balbuceos de Tío Vernon, quien estaba en esos momentos siendo atacado en la cabeza por los persistentes vasos de licor. ¾La tradición de la familia Black decreta que la casa tiene que seguir una línea directa al siguiente heredero con el apellido ‘Black’. Sirius era el último de esta línea ya que su hermano menor Regulus falleció antes que él, y ninguno tuvo hijos. Mientras que su testamento plantea perfectamente claro que él quería que tú tuvieras la casa, aún cabe la posibilidad de que exista algún hechizo o encantamiento que se haya puesto en el lugar para asegurarse que no pueda pertenecer a nadie que no sea de sangre pura.
Una imagen vívida del escandaloso y horrible cuadro de la madre de Sirius que colgaba del recibidor de Número Doce de Grimmauld Place apareció en la mente de Harry. ¾Apuesto a que lo hay ¾dijo.
¾Exactamente ¾ respondió Dumbledore. ¾ si tal encantamiento existe, entonces lo más seguro es que el dueño de la casa se trate de alguno de los familiares vivos más cercanos, lo que resulta en su prima, Bellatrix Lestrange.
Sin darse cuenta de lo que hacía, Harry se puso de pie intempestivamente; el telescopio y las zapatillas deportivas que estaban sobre su regazo rodaron hasta el piso. Bellatrix Lestrange, la asesina de Sirius, ¿heredaría su casa?.
¾No ¾ exclamó.
¾Bueno, obviamente también nosotros preferiríamos que eso no sucediera ¾dijo Dumbledore tranquilamente. ¾La situación está llena de complicaciones. No sabemos si los encantamientos que nosotros mismos pusimos sobre la construcción, por ejemplo, haciéndola Indetectable, funcionarán ahora que los bienes han dejado de ser de Sirius. Podría suceder que Bellatrix pusiera un pie en la entrada en cualquier momento. Naturalmente tuvimos que dejar la casa hasta que clarifiquemos nuestra posición.
¾Pero, ¿como sabrá si yo puedo quedarme con ella?
¾Afortunadamente ¾ dijo Dumbledore, ¾ Hay una forma muy simple.
Colocó su vaso vació sobre una mesilla que tenia al lado de su asiento, pero antes de que pudiera hacer algo mas, Tío Vernon gritó, ¾¿Va a quitarnos estas cosas voladoras de encima?
Harry miro hacia ellos, los tres Dursley se cubrían las cabezas con ambas manos mientras los vasos bailaban incontrolables cerca de sus cráneos, su contenido saliendo disparado hacia todos lados.
¾Oh, lo siento ¾ dijo Dumbledore cortésmente, y levanto su varita de nuevo. Los tres vasos se desvanecieron. ¾Pero beberlo hubiera sido más cortés de su parte, ya saben.
Parecía como si Tío Vernon estuviera a punto de reventar con un número incalculable de palabrotas, pero simplemente se hundió en el sillón junto con Tía Petunia y Dudley quienes no decían nada, y este último mantenía sus ojos de cerdito puestos en la varita de Dumbledore.
¾Verás ¾ le dijo Dumbledore a Harry y de nuevo hablaba como si Tío Vernon no hubiera abierto la boca. ¾Si en verdad has heredado la casa, también has heredado...
Movió la varita por quinta ocasión. Hubo un sonido fuerte, como un tronido y un elfo domestico apareció, con una nariz puntiaguda, gigantes orejas de murciélago y unos ojos enormes inyectados de sangre, se retorcía en la alfombra de los Dursley y la cubría con enormes y desagradables rasguños. Tía Petunia dejo escapar un sollozo, nada tan sucio había entrado a su casa desde que tenía memoria. Dudley levantó sus enormes y descalzos pies rosados del suelo y los puso casi a la altura de su cabeza, como si pensara que la criatura subiría por sus pantalones; Tío Vernon rugió, ¾¿Qué demonios es eso?
¾Kreacher ¾terminó Dumbledore.
¾¡Kreacher no lo hará, Kreacher no lo hará, Kreacher no lo hará! ¾croaba el elfo domestico, quizá tan fuerte como Tío Vernon, azotando sus feos y aplanados pies y jalando sus orejas. ¾ Kreacher pertenece a la Señorita Bellatrix, oh si, Kreacher pertenece a los Black, Kreacher quiere a su nueva ama, Kreacher no irá con el chiquillo Potter, Kreacher no lo hará, no lo hará, no lo hará...
¾Como puedes ver Harry ¾ dijo en voz alta Dumbledore cubriendo los gritos ahogados de Kreacher, “no lo hará, no lo hará, no lo hará” -Kreacher muestra una cierta resistencia a pasar bajo tu mando.
¾No me importa ¾ dijo Harry de nuevo, mirando con enfado a ese quejoso y escandaloso elfo domestico. ¾No lo quiero.
¾No lo hará, no lo hará, no lo hará
¾¿Entonces prefieres que quede bajo la responsabilidad de Bellatrix Lestrange?, ¿teniendo en mente que ha vivido bajo el Cuartel General de la Orden del Fénix por casi un año?
¾No lo hará, no lo hará, no lo hará.
Harry miró a Dumbledore. Sabía que no podía permitir a Kreacher irse y vivir con Bellatrix Lestrange, pero la idea de conservarlo, o tener alguna responsabilidad por la criatura que había traicionado a Sirius, era repugnante.
¾Dale una orden ¾le dijo Dumbledore. ¾Si te pertenece, tendrá que obedecer. Si no, tendremos que comenzar a pensar en alguna otra manera de mantenerlo alejado de su dueña por derecho.
¾No lo hará, no lo hará, ¡NO LO HARA!
La voz de Kreacher se había alzado hasta un grito. Harry no podía pensar en que decir, excepto ¾¡Cállate Kreacher!
Por un momento pareció como si Kreacher fuera a quedar en shock. Se agarró la garganta, la boca aún moviéndose furiosamente, sus ojos saltándose. Después de algunos segundos de franca lucha se tiro de cara al piso sobre la alfombra (Tía Petunia gimoteó) y golpeó el piso con manos y pies, dedicándose a una violenta pero silenciosa pataleta.
¾Bueno, eso simplifica las cosas ¾dijo Dumbledore jovialmente. ¾Parece ser que Sirius sabía lo que hacía. Eres el nuevo dueño de Número Doce de Grimmauld Place y de Kreacher.
¾Y tengo... ¿tengo que quedarme con él? ¾pregunto Harry lleno de horror mientras Kreacher se ponía en pie.
¾No, si no quieres ¾dijo Dumbledore. ¾Si me dejas sugerirte algo, puedes enviarlo a Hogwarts a trabajar en la cocina. De ese modo, los demás elfos domésticos pueden mantenerlo vigilado.
¾Si ¾ dijo Harry con alivio, ¾Si, haré eso. Eeh... Kreacher... quiero que te vayas a Hogwarts y trabajes en la cocina con los demás elfos domésticos.
Kreacher quien ahora estaba despatarrado sobre su espalda con las manos y las piernas al aire le dedicó a Harry una mirada de de arriba abajo cargada de profundo odio y con otro sonido seco, se desvaneció.
¾Bien, ¾dijo Dumbledore. ¾También está lo referente al hipógrifo, Buckbeak. Hagrid ha intentado quedarse con él desde que Sirius murió, pero Buckbeak es tuyo ahora, así que si tú prefieres que las cosas sean de otra manera...
¾No ¾ dijo Harry inmediatamente, ¾puede quedarse con Hagrid, creo que Buckbeak preferiría eso.
¾Hagrid quedará encantado, ¾dijo sonriente Dumbledore. ¾Estaba impaciente por ver a Buckbeak de nuevo. Incidentalmente hemos decidido, por la seguridad de Buckbeak, renombrarlo como ‘Witherwings’ desde ahora, aunque dudo mucho que el Ministerio siquiera adivine que se trata del hipógrifo que una vez condeno a muerte. Ahora , Harry, ¿ya empacaste?
¾ Eeh…
¾¿Dudaste que vendría?¾sugirió Dumbledore sagazmente.
¾Yo solo iré y ... eeh... terminaré de empacar ¾ dijo Harry rápidamente, apresurándose a recoger su telescopio y las zapatillas deportivas.
Le tomó poco más de diez minutos empacar todo lo que necesitaba; al menos se las había arreglado para sacar de debajo de la cama su capa invisible, poner la tapa a su botella de tintas de colores y forzar la tapa de su baúl a cerrarse con todo y caldero. Entonces teniendo su baúl en una mano y sosteniendo la jaula de Hedwig en la otra, tomó el camino escaleras abajo.
Se desilusionó al descubrir que Dumbledore no lo esperaba en el recibidor, lo que significaba que tendría que regresar a la sala.
Nadie hablaba. Dumbledore tarareaba quédamente, aparentemente como siempre, pero la atmósfera estaba mas ligera que salsa fría, y Harry no se atrevió a mirar a los Dursley mientras decía ¾Profesor... ya estoy listo.
¾Bien ¾ respondió Dumbledore. ¾Sólo una última cosa ¾y se dirigió a los Dursley una vez más.
¾Como seguramente creo que no están enterados, Harry será mayor de edad el año que viene...
¾No ¾ dijo tía Petunia, hablando por primera vez desde la llegada de Dumbledore.
¾¿Disculpe? ¾dijo Dumbledore amablemente.
¾Que no lo será. Él es un mes más joven que mi Dudley, y Dudders no cumple los dieciocho sino hasta dentro de dos años.
¾Ah ¾dijo Dumbledore complacido, ¾Pero en el Mundo Mágico, nosotros alcanzamos la mayoría de edad a los diecisiete.
Tío Vernon musitó, ¾¡Absurdo! ¾ pero Dumbledore lo ignoró.
¾Ahora, como ustedes ya saben, el hechicero conocido como Lord Voldemort regresó al país. La comunidad Mágica está en estado de guerra. Harry, a quien Lord Voldemort ha intentado asesinar en numerosas ocasiones, está en un mayor peligro ahora que el día en que lo dejé a las puertas de su casa hace quince años, junto con una carta explicando lo sucedido con respecto al asesinato de sus padres y expresando la esperanza de que pudiesen cuidarlo como si fuera su propio hijo.
Dumbledore hizo una pausa, y aunque su voz parecía tranquila y suave, y no daba signo alguno de enojo, Harry sintió como si un escalofrío emanara de él al tiempo que notaba cómo los Dursley lucían muy pequeños todos juntos.
¾No hicieron lo que les pedí. Nunca trataron a Harry como hijo suyo. No ha conocido sino rechazo y recurrente crueldad en sus manos. Lo mejor que pudo pasarle fue que al menos escapó del inmenso daño que le han inflingido al desafortunado muchacho que está sentado entre ustedes.
Tía Petunia y Tío Vernon miraron instintivamente hacia dicho lugar, esperando ver a alguien más que no fuera Dudley sentado entre ellos.
¾¿Nosotros... maltratar a Dudders?, ¿Qué es lo que...? ¾comenzó a espetar Tío Vernon furiosamente, pero Dumbledore levanto su dedo índice ordenando silencio, un silencio que se sintió como si hubiesen dejado mudo a tío Vernon.
¾La magia que invoqué hace quince años daba a Harry una protección poderosa mientras él aún pudiera llamar a esta casa ‘hogar’. Sin importar lo miserable que fuera aquí, lo despreciado que se sintiese o maltratado, al menos y contra toda su voluntad le permitieron una habitación. Esta magia dejará de tener efecto en el momento en que Harry cumpla los diecisiete años; en otras palabras, en el momento en que se convierta en un hombre. Sólo les pido una cosa: que le permitan regresar una vez más a esta casa, antes de su cumpleaños número diecisiete, lo cual asegurará que dicha protección tendrá efecto hasta ese día.
Ninguno de los Dursley habló. Dudley temblaba ligeramente, como si aún tratase de comprender por qué decían que le habían hecho daño. Tío Vernon lucía como si tuviese atorada una gran roca en la garganta; tía Petunia sin embargo, estaba completamente ruborizada.
¾Bien Harry... creo que es tiempo de irnos ¾ dijo Dumbledore por fin, poniéndose en pie y alisando su largo abrigo negro. ¾ Hasta la próxima, ¾ les dijo a los Dursley, quienes parecían desear que ese momento podría esperar para siempre, en lo que a ellos concernía, y después de inclinar su sombrero, salió de la habitación.
¾Adiós ¾ dijo Harry apresuradamente a los Dursley, y siguió a Dumbledore, quien se detuvo junto al baúl de Harry en donde también se encontraba la jaula de Hedwig.
¾No queremos que esto sea un estorbo para nosotros en estos momentos ¾ dijo sacando de nuevo su varita. ¾Creo que enviaré esto a la Madriguera antes que nada. Sin embargo, quiero que lleves contigo tu Capa Invisible... por si acaso.
Harry sacó su capa del baúl con algunos problemillas, tratando de no mostrarle a Dumbledore el desorden que había dentro de éste. Cuando la hubo acomodado dentro del bolsillo de su chaqueta, Dumbledore movió su varita y el baúl, la jaula y Hedwig se desvanecieron. Dumbledore de nuevo movió la varita y la puerta frontal se abrió hacia la fría y brumosa oscuridad.
¾Y ahora Harry, adentrémonos en la noche y prosigamos esta peligrosa e indeseable aventura.
La habitación estaba desordenada con varias cosas y una buena cantidad de basura. Plumas de lechuza, corazones de manzana y envoltorios de dulces cubrían el suelo, algunos libros de encantamientos se hallaban semi abiertos y enterrados entre las sábanas de su cama, y un desorden de periódicos estaban puestos en un montón a la luz del escritorio. El encabezado de uno de ellos mostraba:
HARRY POTTER: ¿EL ELEGIDO?
Los rumores continúan volando acerca del misterioso y reciente disturbio ocurrido en el Ministerio de Magia, durante el cual El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado fue visto una vez más.
¾No estamos autorizados a hablar de esto, no me pregunten nada ¾ dijo un agitado Auror, quien se negó a dar su nombre y dejo el Ministerio la noche pasada.
Sin embargo, fuentes confiables dentro del Ministerio han confirmado que los sucesos se centraron en la Sala de Profecías.
Aunque los voceros del Ministerio hasta ahora se niegan a confirmar la existencia de dicho lugar, un gran número de la comunidad Mágica cree que los Mortífagos, quienes cumplían sus sentencias en Azkaban por ataques e intentos de saqueo, trataron de robar una profecía. La naturaleza de dicha profecía es desconocida, aunque las especulaciones dicen que concierne a Harry Potter, la única persona conocida que ha sobrevivido al Hechizo Mortal, y quien se asegura estuvo en el Ministerio la noche en cuestión. Algunos han ido más lejos como para llamar a Potter ‘El elegido’, creyendo que la profecía lo nombra como el único capaz de enfrentar a El-Que–No-Debe-Ser-Nombrado.
El contenido actual de la profecía, si existe, es desconocido, aunque... (Continúa página 2, columna 5).
Un segundo periódico se encontraba junto al primero. Éste llevaba el encabezado:
SCRIMGEOUR REEMPLAZA A FUDGE
La mayor parte de la página principal estaba ocupada por una enorme fotografía de un hombre con una melena de león, de cabellos delgados y un fiero rostro. La figura se movía… el hombre saludaba hacia el techo.
Rufus Scrimgeour, el Jefe previo de la oficina de Aurores en el Departamento de Refuerzo de la Ley Mágica, ha reemplazado a Cornelius Fudge como Ministro de Magia. El encuentro ha sido aceptado con entusiasmo por la Comunidad Mágica, a pesar de los rumores de un intercambio entre el nuevo Ministro y Albus Dumbledore, nuevamente fue reinstalado el Jefe Warlock del Wizengamot después de algunas horas de que Scrimgeour tomara posesión.
Los representantes de Scrimgeour han admitido que este tuvo un encuentro con Dumbledore luego de tomar posesión del alto cargo, pero se negaron a comentar el asunto de dicha reunión. Albus Dumbledore es conocido por... (Continúa página 3, columna 2).
A la izquierda de este periódico se encontraba otro, el cual se hallaba doblado de tal manera que mostraba una historia referente a que el Ministro garantizaba la protección a los estudiantes.
El recién elegido Ministro de Magia Rufus Scrimgeour, habló hoy de las nuevas medidas tomadas por el Ministerio para asegurar el bienestar de los estudiantes que regresarán al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería este otoño.
¾Por obvias razones, el Ministerio no entrará en detalles acerca de sus nuevos planes de seguridad ¾ dijo el Ministro, aunque una fuente confirmó que esas medidas incluyen encantamientos y hechizos defensivos, un complejo arreglo de maldiciones y un grupo reducido de Aurores dedicados única y exclusivamente a la protección del Colegio Hogwarts.
Se ha asegurado, por el nuevo Ministro, la protección de los estudiantes. Dice la Señora Augusta Longbottom. ¾ Mi nieto Neville, que incidentalmente, es un buen amigo de Harry Potter, que luchó junto a él contra los Mortífagos en el Ministerio en Junio y...
Pero el resto de esta historia se hallaba obstruida por la sombra de la gran jaula que se encontraba por encima del periódico. Dentro de ésta se encontraba una magnífica lechuza blanca. Sus ojos ambarinos recorrían la habitación imperiosos, su cabeza girando ocasionalmente para mirar a su roncador dueño. Una o dos veces hacía sonar su pico impacientemente, pero Harry se encontraba profundamente dormido como para poder escucharla.
Un gran baúl se encontraba justo a la mitad de la habitación. Su tapa estaba abierta; aún estaba casi vacío excepto por algunas prendas de ropa interior vieja, dulces, botellas de tinta vacías, y plumas rotas que cubrían el fondo. Cerca, en el piso se encontraba un folleto púrpura grabado con las palabras:
PUBLICACIÓN REALIZADA POREl ministerio de MagiaPROTEGIENDO TU CASA Y TU FAMILIA CONTRA LAS FUERZAS OSCURAS.
La Comunidad Mágica actualmente está bajo la amenaza de una organización que se autonombra Los Mortífagos. El seguir los siguientes puntos de seguridad lo protegerán a usted, su familia y su casa de un ataque.
1. Se le recomienda no salir de su casa solo.
2. Debe tener cuidado especial durante las horas nocturnas. De ser posible, termine sus actividades antes de la puesta del sol.
3. Revise las medidas de seguridad en su casa, asegurándose que todos los miembros de su familia están dentro de alguna medida de protección como el Escudo y Encantamientos Desilusionadores, y en caso de familiares menores de edad, Apariciones en Conjunto.
4. Póngase de acuerdo sobre preguntas de seguridad con familiares cercanos y amigos para detectar algún Mortífago encubierto por medio de una Poción Multijugos. (ver página 2).
5. Si sospecha que un miembro de su familia, colega, amigo o vecino actúa de manera extraña, contacte a la Patrulla de Refuerzo de la Ley Mágica de inmediato. Quizás estén bajo el hechizo Imperius (ver página 4).
6. Si la Marca Oscura aparece sobre cualquier lugar o edificio. NO ENTRE, pero contacte a la Oficina de Aurores inmediatamente.
7. Testigos no confirmados sugieren que los Mortífagos podrían estar usando Inferi (ver página 10). Cualquier sospecha de un Inferius, o encontrarse con ellos, deben ser reportados al Ministerio INMEDIATAMENTE.
Harry se quejó en su sueño y su rostro resbaló unos milímetros haciendo que sus gafas se enchuecaran aún más, pero no despertó. Un reloj alarma, reparado por Harry varios años atrás, dejaba escuchar el segundero, mostrando un minuto para las once. Cerca de él, sostenido por la relajada mano de Harry estaba un trozo de pergamino cubierto por una escritura delgada y elegante. Harry había leído esta carta tantas veces desde su llegada tres días atrás que aunque había sido entregada en un rollo perfectamente doblado, ahora estaba completamente lisa.
Querido Harry:
Si te parece conveniente, llegaré al número cuatro de Privet Drive este viernes a las once p.m. para escoltarte a la Madriguera, donde has sido invitado a pasar lo que resta de tus vacaciones escolares.
Si estás de acuerdo, estaría encantado de tu asistencia a un encuentro que espero atender camino a la madriguera. Explicaré esto ampliamente cuando te vea.
Hazme el favor de enviarme tu respuesta con esta lechuza. Esperando verte este viernes,
Atentamente,
Albus Dumbledore
Aunque ya lo sabía de memoria, Harry se había pasado echando miradas furtivas a esta misiva cada pocos minutos desde las siete de la tarde, cuando había tomado asiento en su posición cerca de la ventana, la cual tenía una razonable vista de ambos lados de la calle Privet Drive. Sabía que no tenia sentido releer las palabras de Dumbledore; Harry había enviado su ‘sí’ con la lechuza de entrega como se le había pedido, y todo lo que le restaba era esperar, aún si Dumbledore llegaba o no.
Pero Harry no había empacado. Era demasiado bueno para ser verdad el hecho de ser rescatado de los Dursley después de algunos días en su compañía. No podía quitarse de la mente que algo estaba mal. Su respuesta a la carta de Dumbledore debió extraviarse; Dumbledore debió ser prevenido de contactarlo; la carta quizá ni siquiera proviniera de Dumbledore, sino solo fuera un truco, una broma o una trampa. Harry no habría podido soportar el hacer el equipaje y después de ser totalmente engañado tener que desempacar de nuevo. El único gesto que había tenido hacia la posibilidad de un viaje fue encerrar a su lechuza blanca Hedwig, a salvo en su jaula.
La manecilla minutera de su reloj alarma alcanzó el numero doce y en ese preciso momento, la lámpara de la calle se apagó.
Harry despertó como si la repentina oscuridad fuese una alarma. Lentamente se enderezó las gafas y despegó la mejilla del cristal, presionó la nariz contra la ventana recorriendo a lo largo y ancho el pavimento. Una figura alta envuelta en una larga y ondulante capa caminaba por el sendero del jardín.
Harry dio un brinco como si hubiese recibido un shock eléctrico, se cayó de la silla y comenzó a reunir cualquier cosa que pudiese alcanzar del piso al tiempo que lo lanzaba hacia el baúl. Así fue como algunas ropas, dos libros de encantamientos y un paquete de plumas cruzaron la habitación, en ese momento sonó el timbre. Abajo en la sala su tío Vernon gritó ¾¿Quién diablos llama a esta hora de la noche?
Harry se quedó helado con un telescopio sostenido en su mano y un par de zapatillas deportivas en la otra. Había olvidado por completo avisarle a los Dursley que Dumbledore estaba por llegar. Sintiendo al mismo tiempo pánico y unas ganas tremendas de reír, saltó sobre el baúl y alcanzó a abrir la puerta de su habitación a tiempo para escuchar una voz profunda decir ¾Buenas noches. Usted debe ser el Señor Dursley. ¿Puedo preguntar si Harry le ha dicho que vendría a recogerlo?
Harry bajo las escaleras a toda velocidad, dos escalones a la vez, llegando abruptamente al final, la experiencia le había enseñado a quedar al menos a un brazo de distancia del alcance de su tío si era posible. En la entrada se encontraba un hombre alto, delgado, con una barba larga color plata y calvo. Sus lentillas de media luna estaban sostenidas en su larga nariz y llevaba puesto una capa de viaje negra así como un sombrero puntiagudo. Vernon Dursley, cuyo bigote era tan extravagante como el abrigo de Dumbledore, y quien vestía una bata púrpura, permanecía mirando al visitante como si no pudiese creer lo que veían sus pequeños ojos.
¾A juzgar por su marcada apariencia de incredulidad, supongo que Harry no le avisó de mi llegada ¾ dijo Dumbledore tranquilamente. ¾ Sin embargo, asumamos que usted me ha invitado amablemente a entrar en su casa. No es correcto permanecer mucho tiempo en la entrada en estos tiempos difíciles. Dumbledore caminó decididamente atravesando el umbral y cerró la puerta tras de sí.
¾Ha pasado mucho tiempo desde mi última visita ¾ dijo Dumbledore, dirigiendo su desviada nariz hacia el Tío Vernon, ¾Debo decirle que su agapanthus está floreciendo.
Vernon Dursley no dijo nada en absoluto. Harry no dudaba que su tío recuperaría el habla pronto, la pulsante vena en la sien de su tío estaba alcanzando un punto peligroso, pero algo acerca de Dumbledore parecía haberle robado temporalmente la respiración. Quizá se debía al inconfundible aspecto mágico de su apariencia, pero también podía ser que incluso el Tío Vernon podía percibir que estaba frente un hombre a quien seria muy difícil insultar.
¾Ah, Buenas noches Harry ¾ dijo Dumbledore, mirándolo a través de sus lentes de media luna con una expresión de satisfacción. ¾Excelente, excelente.
Esas palabras parecieron surtir efecto en Tío Vernon. Estaba claro que por lo que a él respectaba, ningún hombre que pudiera mirar a Harry y dijese ‘excelente’ pudiese ser un hombre al cual jamás vería a la cara.
¾No quise ser descortés... ¾comenzó, en un tono que descartaba cualquier hostilidad en cada sílaba.
¾… pero tristemente la hostilidad accidental ocurre frecuentemente en nuestros días ¾ Dumbledore terminó la frase gravemente. ¾ Es mejor no decir nada al respecto, estimado hombre. Ah, ella debe ser Petunia.
La puerta de la cocina se había abierto, y allí se encontraba la tía de Harry, usando unos guantes de plástico y un mandil sobre su vestido de noche, claramente a mitad de su usual limpieza de todos los utensilios de cocina antes de ir a dormir. Su cara equina y alargada no mostraba sino shock.
¾Albus Dumbledore ¾ dijo Dumbledore, cuando Tío Vernon falló en efectuar una presentación. ¾Hemos mantenido correspondencia, por supuesto ¾. Harry pensó que era una manera curiosa de recordarle a Tía Petunia que una vez le envió un vociferador, pero Tía Petunia no parecía haber comprendido. ¾Y este debe ser su hijo, ¿Dudley?
En esos momentos Dudley cruzaba por la puerta de la sala. Su larga y rubia cabeza saliendo del cuello de su pijama lucía extremadamente innatural, su boca abierta en estupor. Dumbledore espero uno o dos segundos, aparentemente para ver si alguno de los Dursley decía algo, pero mientras esperaba, una sonrisa se formó en su boca.
¾¿Debemos asumir que me invitan a pasar a sentarme en su sala?
Dudley salto fuera del camino mientras Dumbledore pasaba a su lado. Harry quien aún sostenía el telescopio y las zapatillas deportivas, salto los últimos dos escalones y siguió a Dumbledore, quien se había acercado al sofá cerca del fuego y miraba los alrededores con una expresión de incipiente interés. Lucía extraordinariamente fuera de lugar.
¾¿No… no nos vamos Señor? ¾ preguntó Harry ansiosamente.
¾ Sí, claro, pero hay algunas cosas que debemos discutir primero¾dijo Dumbledore. ¾Y preferiría no hacerlo afuera. Abusaremos un poco más de la hospitalidad de tus tíos.
¾Oh ¿en verdad?...
¾Si ¾dijo Dumbledore simplemente.
Uso la varita tan velozmente que Harry apenas pudo verlo, con un rápido movimiento casual. El sofá zumbó hacia adelanto y golpeó las rodillas de los tres Dursley de tal manera que colapsaron en una pila encima del mueble. Otro movimiento de varita y el sofá regreso a su posición original.
-Debemos ponernos cómodos ¾dijo Dumbledore con total calma.
Mientras guardaba su varita en el bolsillo, Harry vio como su mano estaba ennegrecida y lastimada, parecía como si la carne hubiese sido quemada.
¾Señor... ¿qué le paso a su...?.
¾Después Harry, ¾ dijo Dumbledore, ¾Siéntate por favor.
Harry tomó asiento en la silla que estaba vacía, prefiriendo no mirar a los Dursley quienes parecían sumidos en silencio.
¾Hubiera asumido que me ofrecerían algún refresco ¾le dijo Dumbledore a Tío Vernon, ¾ Pero la evidencia hasta ahora sugiere que ese hecho sería optimista hasta el punto de lo hilarante.
Un tercer movimiento de varita y una empolvada botella así como cinco vasos aparecieron flotando en el aire. La botella se destapó y comenzó a verter una cantidad generosa de líquido color miel en cada uno de los vasos, los cuales salieron flotando en dirección de cada una de las personas presentes en la habitación.
¾La mejor hidromiel añejada en barricas de roble de Madame Rosmerta ¾dijo Dumbledore, levantando su vaso hacia Harry, quien a su vez tomó el suyo y se lo empinó. Jamás había probado algo semejante, pero lo disfrutó inmensamente. Los Dursley después de una rápida y asustada mirada unos a otros, trataron de ignorar sus vasos completamente, algo difícil de hacer ya que éstos daban pequeños golpecitos al lado de sus cabezas. Harry no pudo reprimir el sospechar que Dumbledore se estaba divirtiendo.
¾Y bien Harry ¾ dijo Dumbledore, volviéndose por completo hacia él -Tenemos un problema que esperamos tu puedas resolver por nosotros. Por nosotros me refiero a La Orden del Fénix. Pero antes que nada debo decirte que el testamento de Sirius fue descubierto hace una semana y te ha heredado todo lo que poseía.
Sobre el sofá, la cabeza de Tío Vernon giró, pero Harry no lo miró ni pudo pensar en nada que decir excepto, ¾Oh, bien.
¾De forma general y yendo al grano ¾ continuo Dumbledore. ¾Añadirán una considerable cantidad de oro a tu cuenta en Gringotts, y además heredaste todos los objetos personales de Sirius. En cuanto a la problemática legal...
¾¿Su padrino murió? ¾ dijo Tío Vernon a voz de cuello desde el sofá. Dumbledore y Harry voltearon a verle. El vaso de licor ahora golpeaba insistentemente a un lado de la cabeza de Vernon, mientras él intentaba quitárselo de encima, ¾¿Está muerto? ¿Su Padrino?
¾Sí ¾dijo Dumbledore. No le preguntó a Harry el porqué no les había confiado eso a los Dursley. ¾Nuestro problema ¾continuó diciéndole a Harry como si no hubieran interrumpido, ¾es que Sirius también te ha dejado Número Doce de Grimmauld Place.
¾¿Le han dejado una casa?¾ dijo el Tío Vernon sonoramente, sus pequeños ojos entrecerrados pero nadie le contestó.
¾Pueden seguir utilizándola como Cuartel General ¾dijo Harry, ¾No me importa. Pueden conservarla, yo realmente no la quiero. ¾Harry jamás querría poner un pie en Número 12 de Grimmauld Place de nuevo si podía evitarlo. Pensaba que estaría inundada por siempre por la memoria de Sirius vagando en sus húmedas y oscuras habitaciones, solo, aprisionado dentro de aquel lugar que tan desesperadamente deseaba dejar.
¾Eso es generoso ¾ dijo Dumbledore. ¾Hemos sin embargo, abandonado el edificio temporalmente.
¾¿Por qué?
-Bueno -dijo Dumbledore, ignorando los balbuceos de Tío Vernon, quien estaba en esos momentos siendo atacado en la cabeza por los persistentes vasos de licor. ¾La tradición de la familia Black decreta que la casa tiene que seguir una línea directa al siguiente heredero con el apellido ‘Black’. Sirius era el último de esta línea ya que su hermano menor Regulus falleció antes que él, y ninguno tuvo hijos. Mientras que su testamento plantea perfectamente claro que él quería que tú tuvieras la casa, aún cabe la posibilidad de que exista algún hechizo o encantamiento que se haya puesto en el lugar para asegurarse que no pueda pertenecer a nadie que no sea de sangre pura.
Una imagen vívida del escandaloso y horrible cuadro de la madre de Sirius que colgaba del recibidor de Número Doce de Grimmauld Place apareció en la mente de Harry. ¾Apuesto a que lo hay ¾dijo.
¾Exactamente ¾ respondió Dumbledore. ¾ si tal encantamiento existe, entonces lo más seguro es que el dueño de la casa se trate de alguno de los familiares vivos más cercanos, lo que resulta en su prima, Bellatrix Lestrange.
Sin darse cuenta de lo que hacía, Harry se puso de pie intempestivamente; el telescopio y las zapatillas deportivas que estaban sobre su regazo rodaron hasta el piso. Bellatrix Lestrange, la asesina de Sirius, ¿heredaría su casa?.
¾No ¾ exclamó.
¾Bueno, obviamente también nosotros preferiríamos que eso no sucediera ¾dijo Dumbledore tranquilamente. ¾La situación está llena de complicaciones. No sabemos si los encantamientos que nosotros mismos pusimos sobre la construcción, por ejemplo, haciéndola Indetectable, funcionarán ahora que los bienes han dejado de ser de Sirius. Podría suceder que Bellatrix pusiera un pie en la entrada en cualquier momento. Naturalmente tuvimos que dejar la casa hasta que clarifiquemos nuestra posición.
¾Pero, ¿como sabrá si yo puedo quedarme con ella?
¾Afortunadamente ¾ dijo Dumbledore, ¾ Hay una forma muy simple.
Colocó su vaso vació sobre una mesilla que tenia al lado de su asiento, pero antes de que pudiera hacer algo mas, Tío Vernon gritó, ¾¿Va a quitarnos estas cosas voladoras de encima?
Harry miro hacia ellos, los tres Dursley se cubrían las cabezas con ambas manos mientras los vasos bailaban incontrolables cerca de sus cráneos, su contenido saliendo disparado hacia todos lados.
¾Oh, lo siento ¾ dijo Dumbledore cortésmente, y levanto su varita de nuevo. Los tres vasos se desvanecieron. ¾Pero beberlo hubiera sido más cortés de su parte, ya saben.
Parecía como si Tío Vernon estuviera a punto de reventar con un número incalculable de palabrotas, pero simplemente se hundió en el sillón junto con Tía Petunia y Dudley quienes no decían nada, y este último mantenía sus ojos de cerdito puestos en la varita de Dumbledore.
¾Verás ¾ le dijo Dumbledore a Harry y de nuevo hablaba como si Tío Vernon no hubiera abierto la boca. ¾Si en verdad has heredado la casa, también has heredado...
Movió la varita por quinta ocasión. Hubo un sonido fuerte, como un tronido y un elfo domestico apareció, con una nariz puntiaguda, gigantes orejas de murciélago y unos ojos enormes inyectados de sangre, se retorcía en la alfombra de los Dursley y la cubría con enormes y desagradables rasguños. Tía Petunia dejo escapar un sollozo, nada tan sucio había entrado a su casa desde que tenía memoria. Dudley levantó sus enormes y descalzos pies rosados del suelo y los puso casi a la altura de su cabeza, como si pensara que la criatura subiría por sus pantalones; Tío Vernon rugió, ¾¿Qué demonios es eso?
¾Kreacher ¾terminó Dumbledore.
¾¡Kreacher no lo hará, Kreacher no lo hará, Kreacher no lo hará! ¾croaba el elfo domestico, quizá tan fuerte como Tío Vernon, azotando sus feos y aplanados pies y jalando sus orejas. ¾ Kreacher pertenece a la Señorita Bellatrix, oh si, Kreacher pertenece a los Black, Kreacher quiere a su nueva ama, Kreacher no irá con el chiquillo Potter, Kreacher no lo hará, no lo hará, no lo hará...
¾Como puedes ver Harry ¾ dijo en voz alta Dumbledore cubriendo los gritos ahogados de Kreacher, “no lo hará, no lo hará, no lo hará” -Kreacher muestra una cierta resistencia a pasar bajo tu mando.
¾No me importa ¾ dijo Harry de nuevo, mirando con enfado a ese quejoso y escandaloso elfo domestico. ¾No lo quiero.
¾No lo hará, no lo hará, no lo hará
¾¿Entonces prefieres que quede bajo la responsabilidad de Bellatrix Lestrange?, ¿teniendo en mente que ha vivido bajo el Cuartel General de la Orden del Fénix por casi un año?
¾No lo hará, no lo hará, no lo hará.
Harry miró a Dumbledore. Sabía que no podía permitir a Kreacher irse y vivir con Bellatrix Lestrange, pero la idea de conservarlo, o tener alguna responsabilidad por la criatura que había traicionado a Sirius, era repugnante.
¾Dale una orden ¾le dijo Dumbledore. ¾Si te pertenece, tendrá que obedecer. Si no, tendremos que comenzar a pensar en alguna otra manera de mantenerlo alejado de su dueña por derecho.
¾No lo hará, no lo hará, ¡NO LO HARA!
La voz de Kreacher se había alzado hasta un grito. Harry no podía pensar en que decir, excepto ¾¡Cállate Kreacher!
Por un momento pareció como si Kreacher fuera a quedar en shock. Se agarró la garganta, la boca aún moviéndose furiosamente, sus ojos saltándose. Después de algunos segundos de franca lucha se tiro de cara al piso sobre la alfombra (Tía Petunia gimoteó) y golpeó el piso con manos y pies, dedicándose a una violenta pero silenciosa pataleta.
¾Bueno, eso simplifica las cosas ¾dijo Dumbledore jovialmente. ¾Parece ser que Sirius sabía lo que hacía. Eres el nuevo dueño de Número Doce de Grimmauld Place y de Kreacher.
¾Y tengo... ¿tengo que quedarme con él? ¾pregunto Harry lleno de horror mientras Kreacher se ponía en pie.
¾No, si no quieres ¾dijo Dumbledore. ¾Si me dejas sugerirte algo, puedes enviarlo a Hogwarts a trabajar en la cocina. De ese modo, los demás elfos domésticos pueden mantenerlo vigilado.
¾Si ¾ dijo Harry con alivio, ¾Si, haré eso. Eeh... Kreacher... quiero que te vayas a Hogwarts y trabajes en la cocina con los demás elfos domésticos.
Kreacher quien ahora estaba despatarrado sobre su espalda con las manos y las piernas al aire le dedicó a Harry una mirada de de arriba abajo cargada de profundo odio y con otro sonido seco, se desvaneció.
¾Bien, ¾dijo Dumbledore. ¾También está lo referente al hipógrifo, Buckbeak. Hagrid ha intentado quedarse con él desde que Sirius murió, pero Buckbeak es tuyo ahora, así que si tú prefieres que las cosas sean de otra manera...
¾No ¾ dijo Harry inmediatamente, ¾puede quedarse con Hagrid, creo que Buckbeak preferiría eso.
¾Hagrid quedará encantado, ¾dijo sonriente Dumbledore. ¾Estaba impaciente por ver a Buckbeak de nuevo. Incidentalmente hemos decidido, por la seguridad de Buckbeak, renombrarlo como ‘Witherwings’ desde ahora, aunque dudo mucho que el Ministerio siquiera adivine que se trata del hipógrifo que una vez condeno a muerte. Ahora , Harry, ¿ya empacaste?
¾ Eeh…
¾¿Dudaste que vendría?¾sugirió Dumbledore sagazmente.
¾Yo solo iré y ... eeh... terminaré de empacar ¾ dijo Harry rápidamente, apresurándose a recoger su telescopio y las zapatillas deportivas.
Le tomó poco más de diez minutos empacar todo lo que necesitaba; al menos se las había arreglado para sacar de debajo de la cama su capa invisible, poner la tapa a su botella de tintas de colores y forzar la tapa de su baúl a cerrarse con todo y caldero. Entonces teniendo su baúl en una mano y sosteniendo la jaula de Hedwig en la otra, tomó el camino escaleras abajo.
Se desilusionó al descubrir que Dumbledore no lo esperaba en el recibidor, lo que significaba que tendría que regresar a la sala.
Nadie hablaba. Dumbledore tarareaba quédamente, aparentemente como siempre, pero la atmósfera estaba mas ligera que salsa fría, y Harry no se atrevió a mirar a los Dursley mientras decía ¾Profesor... ya estoy listo.
¾Bien ¾ respondió Dumbledore. ¾Sólo una última cosa ¾y se dirigió a los Dursley una vez más.
¾Como seguramente creo que no están enterados, Harry será mayor de edad el año que viene...
¾No ¾ dijo tía Petunia, hablando por primera vez desde la llegada de Dumbledore.
¾¿Disculpe? ¾dijo Dumbledore amablemente.
¾Que no lo será. Él es un mes más joven que mi Dudley, y Dudders no cumple los dieciocho sino hasta dentro de dos años.
¾Ah ¾dijo Dumbledore complacido, ¾Pero en el Mundo Mágico, nosotros alcanzamos la mayoría de edad a los diecisiete.
Tío Vernon musitó, ¾¡Absurdo! ¾ pero Dumbledore lo ignoró.
¾Ahora, como ustedes ya saben, el hechicero conocido como Lord Voldemort regresó al país. La comunidad Mágica está en estado de guerra. Harry, a quien Lord Voldemort ha intentado asesinar en numerosas ocasiones, está en un mayor peligro ahora que el día en que lo dejé a las puertas de su casa hace quince años, junto con una carta explicando lo sucedido con respecto al asesinato de sus padres y expresando la esperanza de que pudiesen cuidarlo como si fuera su propio hijo.
Dumbledore hizo una pausa, y aunque su voz parecía tranquila y suave, y no daba signo alguno de enojo, Harry sintió como si un escalofrío emanara de él al tiempo que notaba cómo los Dursley lucían muy pequeños todos juntos.
¾No hicieron lo que les pedí. Nunca trataron a Harry como hijo suyo. No ha conocido sino rechazo y recurrente crueldad en sus manos. Lo mejor que pudo pasarle fue que al menos escapó del inmenso daño que le han inflingido al desafortunado muchacho que está sentado entre ustedes.
Tía Petunia y Tío Vernon miraron instintivamente hacia dicho lugar, esperando ver a alguien más que no fuera Dudley sentado entre ellos.
¾¿Nosotros... maltratar a Dudders?, ¿Qué es lo que...? ¾comenzó a espetar Tío Vernon furiosamente, pero Dumbledore levanto su dedo índice ordenando silencio, un silencio que se sintió como si hubiesen dejado mudo a tío Vernon.
¾La magia que invoqué hace quince años daba a Harry una protección poderosa mientras él aún pudiera llamar a esta casa ‘hogar’. Sin importar lo miserable que fuera aquí, lo despreciado que se sintiese o maltratado, al menos y contra toda su voluntad le permitieron una habitación. Esta magia dejará de tener efecto en el momento en que Harry cumpla los diecisiete años; en otras palabras, en el momento en que se convierta en un hombre. Sólo les pido una cosa: que le permitan regresar una vez más a esta casa, antes de su cumpleaños número diecisiete, lo cual asegurará que dicha protección tendrá efecto hasta ese día.
Ninguno de los Dursley habló. Dudley temblaba ligeramente, como si aún tratase de comprender por qué decían que le habían hecho daño. Tío Vernon lucía como si tuviese atorada una gran roca en la garganta; tía Petunia sin embargo, estaba completamente ruborizada.
¾Bien Harry... creo que es tiempo de irnos ¾ dijo Dumbledore por fin, poniéndose en pie y alisando su largo abrigo negro. ¾ Hasta la próxima, ¾ les dijo a los Dursley, quienes parecían desear que ese momento podría esperar para siempre, en lo que a ellos concernía, y después de inclinar su sombrero, salió de la habitación.
¾Adiós ¾ dijo Harry apresuradamente a los Dursley, y siguió a Dumbledore, quien se detuvo junto al baúl de Harry en donde también se encontraba la jaula de Hedwig.
¾No queremos que esto sea un estorbo para nosotros en estos momentos ¾ dijo sacando de nuevo su varita. ¾Creo que enviaré esto a la Madriguera antes que nada. Sin embargo, quiero que lleves contigo tu Capa Invisible... por si acaso.
Harry sacó su capa del baúl con algunos problemillas, tratando de no mostrarle a Dumbledore el desorden que había dentro de éste. Cuando la hubo acomodado dentro del bolsillo de su chaqueta, Dumbledore movió su varita y el baúl, la jaula y Hedwig se desvanecieron. Dumbledore de nuevo movió la varita y la puerta frontal se abrió hacia la fría y brumosa oscuridad.
¾Y ahora Harry, adentrémonos en la noche y prosigamos esta peligrosa e indeseable aventura.
Capítulo 4: Horace Slughorn
A pesar del hecho de que se había pasado cada momento que estaba despierto en los últimos días esperando desesperadamente que Dumbledore en verdad viniera a buscarlo, Harry se sintió extrañamente incómodo mientras se alejaban por la calle Privet Drive juntos. Nunca antes había tenido una conversación como Dios manda con el director fuera de Hogwarts, usualmente había un escritorio entre los dos. El recuerdo de su último encuentro cara a cara continuaba molestándolo y hacía aumentar el sentimiento de vergüenza en Harry; había gritado bastante en esa ocasión, sin mencionar que había hecho lo posible por destruir varias de las posesiones más preciadas de Dumbledore.
Pero Dumbledore en aquel momento parecía completamente relajado.
-Mantén tu varita al alcance de tu mano, Harry- dijo con tono alerta.
-¿Pero pensé que no se me permitía hacer magia fuera del colegio, señor?
-En caso de un ataque- dijo Dumbledore-, te doy permiso de usar cualquier maldición o contramaldición que se te venga a la mente. Aunque no creo que debas preocuparte por ser atacado esta noche.
-¿Por qué no, señor?
-Estás conmigo- dijo Dumbledore simplemente-. Con eso bastará, Harry.
Se detuvieron abruptamente al final de Privet Drive.
-No has, por supuesto, pasado tu examen de Aparición- dijo.
-No- dijo Harry-. Pensé que tenía que tener diecisiete.
-Cierto- dijo Dumbledore-. Así que necesitarás sujetarte firmemente de mi brazo. El izquierdo, si no te importa. Como debes haberlo notado, el brazo de mi varita está un tanto frágil de momento.
Harry se sujetó del antebrazo que le extendió Dumbledore.
-Excelente- dijo Dumbledore-. Bien, aquí vamos.
Harry sintió el brazo de Dumbledore retorcerse e intentar librarse, y se sujetó aún más fuerte; lo siguiente que supo, fue que todo se volvió negro; estaba siendo apretado fuertemente por todos lados; no podía respirar, habían bandas de hierro apretándose alrededor de su pecho; sus ojos estaban siendo forzados hacia el interior de su cabeza; sus tímpanos estaban siendo empujados más adentro de su cráneo y entonces…
Tomó grandes bocanadas del frío aire de la noche y abrió sus ojos llorosos. Se sentía como si acabara de ser forzado a pasar a través de un muy estrecho tubo de goma. Le tomó unos segundos darse cuenta que Privet Drive se había desvanecido. Él y Dumbledore estaban ahora parados en lo que parecía ser una plaza desierta de un pueblo, en el centro del cual se erguía un antiguo monumento conmemorativo de guerra y algunos bancos. Su comprensión se puso a la par de sus sentidos, y Harry se dio cuenta que acababa de Aparecerse por primera vez en su vida.
-¿Estás bien?- le preguntó Dumbledore, mirándolo con preocupación-. Uno se demora un tiempo en acostumbrarse a la sensación.
-Estoy bien- dijo Harry, frotando sus orejas, que se sentían como si hubieran abandonado Privet Drive a la fuerza -. Pero creo que prefiero las escobas…
Dumbledore sonrió, se ajustó su capa de viaje un poco más suelta alrededor de su cuello, y dijo:
-En esta dirección.
Comenzó a caminar a paso rápido, dejando atrás una posada vacía y algunas casas. De acuerdo con el reloj en una capilla cercana, era casi medianoche.
-Así que, cuéntame, Harry- dijo Dumbledore-. Tu cicatriz… ¿te ha estado doliendo?
Harry, inconscientemente, alzó una mano a su frente y frotó la marca en forma de rayo.
-No- dijo-, y me he estado preguntando sobre eso. Pensé que me estaría quemando todo el tiempo ahora que Voldemort se está volviendo tan poderoso nuevamente.
Alzó la vista para mirar a Dumbledore y notó que su expresión era de satisfacción.
-Yo, por otro lado, pensé lo contrario- dijo Dumbledore-. Lord Voldemort al fin se ha dado cuenta del peligroso acceso a sus pensamientos y sentimientos del que has estado disfrutando. Al parecer ahora está empleando la Oclumancia contra ti.
-Bueno, no me quejo- dijo Harry, quien no extrañaba ni los perturbadores sueños ni las súbitas e inesperadas visiones dentro de la mente de Voldemort.
Doblaron en una esquina, pasaron una cabina telefónica y una estación de autobuses. Harry miró nuevamente a Dumbledore.
-¿Profesor?
-¿Harry?
-Este… ¿Dónde estamos exactamente?
-Esta, Harry, es la encantadora villa de Budleigh Babberton.
-¿Y qué estamos haciendo aquí?
-Ah, sí. Por supuesto, aún no te lo he dicho- dijo Dumbledore-. Bien, he perdido la cuenta del número de veces que he dicho esto en años recientes, pero, una vez más, nos hace falta un miembro entre los profesores. Estamos aquí para persuadir a un viejo colega mío de salir de su retiro y regresar a Hogwarts.”
-¿Y cómo puedo ayudar con eso, señor?
-Oh, me parece que podremos encontrar algún uso para ti- dijo Dumbledore vagamente-. A la izquierda aquí, Harry.
Procedieron a subir por una inclinada y angosta calle delineada por casas a ambos lados. Todas las ventanas estaban oscuras. El extraño frío que había permanecido sobre Privet Drive por dos semanas persistía aquí también. Pensando en los dementores, Harry dirigió una mirada por sobre su hombro y cerró el puño alrededor de su varita, dentro de su bolsillo.
-Profesor, ¿Por qué no pudimos simplemente aparecernos directamente a la casa de su antiguo colega?
-Porque eso sería tan grosero como derribar la puerta principal a patadas- dijo Dumbledore-. La cortesía indica que debemos ofrecer a nuestros compañeros brujos la oportunidad de negarnos la entrada. En cualquier caso, la mayoría de los hogares mágicos están protegidos contra visitas indeseadas que deseen aparecerse dentro. En Hogwarts, por ejemplo…
-… no puedes aparecerte en ningún lugar de la construcción o en los terrenos- dijo Harry rápidamente-. Hermione Granger me lo explicó.
-Y ella tiene toda la razón. Doblamos a la izquierda, nuevamente.
El reloj de la iglesia tocó las doce a sus espaldas. Harry se preguntó por qué Dumbledore no consideraba grosero el despertar a su viejo colega tan tarde en la noche, pero ahora que una conversación había sido establecida tenía preguntas más importantes que hacer.
-Señor, leí en el diario El Profeta que Fudge fue despedido…
-Correcto- dijo Dumbledore, ahora doblando hacia una inclinada calle lateral-. Ha sido reemplazado, como estoy seguro que también te has enterado, por Rufus Scrimgeour, quien solía ser Jefe de la oficina de Aurores.
-¿Es el… piensa usted que está bien?- preguntó Harry.
-Una pregunta interesante- dijo Dumbledore-. Él es capaz, ciertamente. Una personalidad más decisiva y fuerte que Cornelius.
-Sí, pero yo me refería a…
-Sé a qué te referías. Rufus es un hombre de acción y, habiendo luchado contra brujos oscuros durante la mayoría de su vida de trabajo, no subestima a Lord Voldemort.
Harry esperó, pero Dumbledore no dijo nada acerca del desacuerdo con Scrimgeour que El Profeta había reportado, y no se atrevió a insistir sobre el tema, así que decidió cambiarlo.
-Y… señor… leí sobre Madam Bones.
-Sí- dijo Dumbledore suavemente-. Una terrible pérdida. Era una gran bruja. Justo ahí arriba, creo- auch!
Había apuntado con su mano herida.
-Profesor, ¿qué le pasó a su-?
-No hay tiempo para explicarlo ahora- dijo Dumbledore-. Es una historia emocionante, espero hacerle justicia.
Le sonrió a Harry, quien entendió que no estaba siendo callado abruptamente, y que tenía permiso para seguir haciendo preguntas.
-Señor- recibí un folleto vía lechuza del Ministerio de Magia, acerca de las medidas de seguridad que deberíamos tomar contra los mortífagos…
-Sí, yo mismo recibí uno- dijo Dumbledore, aún sonriendo-. ¿Te pareció útil?
-En realidad, no.
-No, eso me imaginaba. No me has preguntado, por ejemplo, cuál es mi sabor favorito de mermelada, para estar seguro que en verdad soy el Profesor Dumbledore y no un impostor.
-Yo no…- comenzó Harry, sin estar seguro por completo si estaba siendo regañado o no.
-Para futura referencia, Harry, es frambuesa… aunque, por supuesto, si fuera un mortífago, podría haberme asegurado de averiguar mis propias preferencias sobre mermelada antes de pretender ser yo mismo.
-Er… correcto- dijo Harry-. Bien, en panfleto, decía algo sobre los Inferi. ¿Qué son exactamente? El panfleto no era muy claro al respecto.
-Son cadáveres- dijo Dumbledore con calma-. Cuerpos muertos que han sido encantados para seguir la voluntad de un brujo oscuro. Aunque los Inferi no han sido vistos en mucho tiempo, no desde la última vez que Voldemort estaba en el poder… Asesinó a suficiente gente para hacer su propio ejército de ellos, por supuesto. Éste es el lugar, Harry, justo aquí…
Se estaban aproximando a una pequeña casa de piedra ubicada en su propio jardín. Harry estaba demasiado ocupado digiriendo la horrible idea de los Inferi como para prestar mucha atención a todo lo demás, pero al llegar a la reja, Dumbledore se detuvo abruptamente y Harry chocó contra él.
-Oh, Dios. Oh, Dios, Dios, Dios.
Harry siguió su mirada a través del bien cuidado camino que llevaba a la casa y sintió su corazón detenerse. La puerta principal estaba colgando de los goznes.
Dumbledore miró a uno y otro lado de la calle. Parecía completamente desierta.
-Saca tu varita y sígueme, Harry- dijo en voz baja.
Abrió la reja y caminó rápida y silenciosamente por el sendero de piedra del jardín, con Harry pisándole los talones, y empujó la puerta frontal muy lentamente, su varita alzada y lista para cualquier hechizo.
-Lumos.
La punta de la varita de Dumbledore se encendió, proyectando su luz por el estrecho corredor. A la izquierda, otra puerta también estaba abierta. Sosteniendo su varita iluminada en alto, Dumbledore caminó hacia la sala de estar con Harry justo detrás suyo.
Se encontraron con una escena de devastación total frente a sus ojos. Un reloj de péndulo yacía destrozado a sus pies, el vidrio roto, su péndulo arrojado en el piso un poco más allá como una espada caída. Un piano estaba de costado, sus teclas esparcidas por el piso. Los restos de un candelabro yacían cerca, aún moviéndose y tintineando. Los cojines estaban deshechos, las plumas asomándose por la tela desgarrada; fragmentos de vidrio y porcelana estaban como polvo encima de todo. Dumbledore levantó su varita aún más en alto, de modo que la luz iluminara también las paredes, donde algo rojo y pegajoso estaba salpicado sobre el papel tapiz. Dumbledore dio la vuelta al escuchar la exclamación de sorpresa de Harry.
-Nada lindo, ¿verdad?- dijo con pesadez-. Sí, algo horrible ha sucedido aquí.
Dumbledore se movió con cuidado hacia el centro de la habitación, escudriñando la destrucción a sus pies. Harry lo siguió, mirando a su alrededor, medio asustado de lo que podría encontrar detrás de lo que quedaba del piano o del sofá, pero no había señal alguna de un cadáver.
-¿Quizá hubo una pelea y… se lo llevaron arrastrando, Profesor?- sugirió Harry, tratando de no imaginar qué tan herido debía estar una persona para dejar ese tipo de manchas esparcidas por la mitad de las paredes.
-No lo creo- dijo Dumbledore silenciosamente, asomándose detrás de un sillón dado vuelta.
-¿Quiere decir que él-?
-¿… aún está por aquí, en algún lado? Sí.
Sin ninguna advertencia, Dumbledore se abalanzó, enterrando la punta de su varita en el asiento del sillón, al cual gritó:
-¡Auch!
-Buenas tardes, Horace- dijo Dumbledore, parándose derecho nuevamente.
La boca de Harry se abrió por sí sola. Donde hacía menos de un segundo había un sillón ahora se encontraba un enormemente gordo, calvo, y anciano hombre quien se estaba masajeando la barriga y mirando a Dumbledore a través de un lloroso y agraviado ojo entrecerrado.
-No había necesidad de enterrar la varita tan fuerte- gruñó, gateando para ponerse en pie con cuidado-. Eso dolió.
La luz de la varita se reflejó en su brillante coronilla, sus prominentes ojos, su enorme, plateado bigote similar al de una morsa, y los pulidos botones de su chaqueta de terciopelo marrón que usaba sobre un par de pijamas de color lila. La cumbre de su cabeza apenas le llegaba a Dumbledore al mentón.
-¿Qué me delató?- preguntó mientras se tambaleaba para ponerse en pie, aún frotando su barriga. Parecía remarcablemente desvergonzado para alguien quien acababa de ser descubierto pretendiendo ser un sillón.
-Mi querido Horace- dijo Dumbledore, pareciendo divertido-, si los mortífagos en verdad hubiesen estado aquí, la Marca Tenebrosa estaría flotando en estos momentos sobre la casa.
-La Marca Tenebrosa- murmuró-. Sabía que había algo… oh bien. No hubiera tenido tiempo de todos modos, acababa de terminar de poner los toques finales a la tapicería cuando entraste en la habitación.
Suspiró fuertemente, haciendo que los bordes de su bigote se movieran.
-¿Te gustaría mi ayuda para limpiar?- preguntó Dumbledore amablemente.
-Por favor- dijo el otro.
Se pararon espalda con espalda, el alto y delgado brujo y el bajito y redondo, y agitaron sus varitas en un idéntico movimiento.
Los muebles regresaron volando a sus lugares originales; ornamentos se reformaban en el aire, plumas regresaban al interior de los cojines; libros destrozados se reparaban solos mientras volaban a las repisas; lámparas de aceite flotaron hasta las mesas y se reencendieron; una vasta colección rota de marcos plateados para fotos voló destellando a través de la habitación y aterrizaron, completos y sin marca alguna, en un escritorio; agujeros, grietas y desgarros eran arreglados por todos lados, y las paredes se limpiaron solas.
-¿Qué tipo de sangre era esa en las paredes, por cierto?- preguntó Dumbledore fuertemente por sobre el repicar del nuevamente completo reloj de péndulo.
-¿En las paredes? De dragón- gritó el brujo llamado Horace, mientras que, con un tintinear ensordecedor, el candelabro se atornillaba nuevamente al techo.
Hubo un estruendo final proveniente del piano, y luego silencio.
-Sí, dragón- dijo el brujo a modo de conversación-. Mi última botella, y los precios están por los cielos en este momento. Aún así, puede ser reutilizable.
Se dirigió a la repisa colgada en una de las paredes, recogió una pequeña botella de cristal y la levantó para mirarla a través de la luz, examinando cuidadosamente el líquido en su interior.
-Hmm. Un poco polvorienta.
Volvió a dejar la botella en la repisa y suspiró. Fue entonces que sus ojos se posaron en Harry.
-Oho- dijo, sus enormes ojos rápidamente se dirigieron a la frente de Harry y a la cicatriz en forma de rayo que portaba-. ¡Oho!
-Éste- dijo Dumbledore, avanzando para hacer las presentaciones-, es Harry Potter. Harry, él es un viejo amigo y colega mío, Horace Slughorn.
Slughorn giró hacia Dumbledore, con expresión astuta.
-Así que es cómo pensabas convencerme, ¿no es así? Bien, la respuesta es no, Albus.
Pasó al lado de Harry, apartándolo, su cabeza girada hacia un lado resueltamente con el aire de un hombre tratando de resistir la tentación.
-¿Supongo que al menos podemos beber algo?- preguntó Dumbledore-. ¿Por los viejos tiempos?
Slughorn dudó.
-De acuerdo, un trago- dijo sin gracia.
Dumbledore le sonrió a Harry y lo dirigió hacia una silla no muy diferente a la que Slughorn estaba imitando recientemente, que se encontraba justo al lado del fuego encendido de una lámpara de aceite que brillaba fuertemente. Harry tomó el asiento sugerido con la fuerte impresión que Dumbledore, por algún motivo, deseaba mantenerlo lo más visiblemente posible. Ciertamente cuando Slughorn, quien había estado ocupado con los vasos y decantadores, giró hacia el centro de la habitación nuevamente, sus ojos cayeron inmediatamente en Harry.
-Hmmff- dijo, apartando la mirada como si estuviese asustado de herir sus ojos-. Aquí tienes- le entregó un vaso a Dumbledore, quien se había sentado sin invitación, empujó la bandeja hacia Harry, y luego se hundió entre los cojines del sofá reparado en silencio. Sus piernas eran tan cortas que no alcanzaban a tocar el piso.
-Y bien, ¿cómo has estado, Horace?- preguntó Dumbledore.
-No tan bien- dijo Slughorn de inmediato-. Pecho débil. Jadeante. Reumatismo también. No me puedo mover como antes. Bien, pero eso es de esperarse, con la edad. Fatiga.
-Y aún así te moviste bastante rápido para preparar esta gran bienvenida para nosotros en tan corto tiempo- dijo Dumbledore-. ¿No puedes haber tenido más de dos o tres minutos de advertencia?
Slughorn dijo, medio enfadado y medio orgulloso.
-Dos. No escuché la alarma de mi encantamiento contra intrusos, estaba tomando un baño. De todos modos- agregó seriamente, al parecer tratando de arreglarse-, aún está el hecho de que soy un hombre viejo, Albus. Un cansado hombre viejo que se ha ganado el derecho a una vida tranquila y unas cuantas comodidades.
Ciertamente tenía aquellas cosas, pensó Harry, mirando la habitación a su alrededor. Era sofocante y desordenada, pero nadie podía decir que era incómoda; había sillas suaves y taburetes, bebidas y libros, cajas de chocolates y acolchonados cojines. Si Harry no hubiese sabido quién vivía allí, hubiera pensado que se trataba de una rica y quisquillosa anciana.
-No eres tan viejo como yo, Horace- dijo Dumbledore.
-Bueno, quizá deberías pensar en retirarte tú mismo- dijo Slughorn directamente. Sus pálidos ojos color de oliva se fijaron en la mano herida de Dumbledore-. Los reflejos ya no son lo que solían ser, por lo que veo.
-Tienes toda la razón- dijo Dumbledore serenamente, apartando su manga para revelar la punta de las negras quemaduras en sus dedos; era una visión que hizo que la parte de atrás del cuello de Harry cosquilleara desagradablemente-. Sin duda soy más lento de lo que era antes. Pero por otro lado…
Se encogió de hombros abrió sus manos ampliamente, como diciendo que la edad tenía sus compensaciones, y Harry notó un anillo en su mano sana que nunca antes había visto a Dumbledore usar: era grande, hecho toscamente de lo que parecía ser oro, y estaba decorado con una gran piedra negra que se había quebrado por la mitad. Los ojos de Slughorn también se detuvieron en el anillo por un segundo, y Harry vio que por un momento frunció el entrecejo levemente.
-¿Así que, todas estas precauciones contra intrusos, Horace… son debido a los mortífagos o a mí?- preguntó Dumbledore.
-¿Qué querrían los mortífagos con un pobre, inútil y viejo lustrabotas como yo?- demandó Slughorn.
-Me imagino que querrán transformar tus considerables talentos a coerción, tortura, y asesinato- dijo Dumbledore-. ¿En verdad me estás diciendo que aún no han intentado reclutarte?
Slughorn miró a Dumbledore siniestramente por un momento, y luego murmuró:
-No les he dado la oportunidad. Me he estado moviendo de un lugar a otro por un año. Nunca permanezco en un lugar por más de una semana. Voy de una casa Muggle a otra casa Muggle. Los dueños de esta casa están de vacaciones en las Islas Canarias. Ha sido muy agradable, voy a lamentar tener que marcharme. Es bastante fácil una vez que sabes hacerlo, un simple Hechizo Congelante en esas absurdas alarmas contra robos que usan en lugar de chivatoscopios, y asegurarse que los vecinos no te vean metiendo un piano.
-Ingenioso- dijo Dumbledore-. Pero suena como una exhaustiva existencia para un inútil y viejo lustrabotas como tú que busca una vida tranquila. Ahora, si regresaras a Hogwarts…
-¡Si vas a decirme que mi vida sería más pacífica en ese colegio pestilente, puedes ahorrarte el aliento, Albus! ¡Puede que haya estado escondiéndome, pero me llegaron algunos rumores bastante raros desde que Dolores Umbridge se fue! Si es así como tratas a tus profesores estos días…
-La profesora Umbridge tuvo un desagradable encuentro con nuestra manada de centauros- dijo Dumbledore-. Creo que tú, Horace, hubieras sido lo suficientemente inteligente como para no internarte en el bosque y llamar a los centauros unos ‘sucios híbridos.’
-¿Con que eso fue lo que sucedió?- dijo Slughorn-. Esa mujer estúpida. Nunca me agradó.
Harry soltó una carcajada y Dumbledore y Slughorn se giraron para mirarlo.
-Lo siento- se apresuró a decir Harry-. Es sólo que… a mi tampoco me agradaba.
Dumbledore se levantó de su asiento súbitamente.
-¿Ya te marchas?- preguntó Slughorn rápidamente, luciendo esperanzado.
-No, me preguntaba si me sería posible usar tu baño- dijo Dumbledore.
-Oh- dijo Slughorn, claramente decepcionado-. Por el pasillo, segunda puerta a la izquierda.
Dumbledore salió dando largos pasos de la habitación. Una vez que la puerta se cerró detrás de él, reinó el silencio. Después de unos momentos, Slughorn se levantó pero parecía no saber qué hacer consigo mismo. Le dirigió una mirada furtiva a Harry, entonces cruzó la habitación hacia el fuego y le dio la espalda a éste, calentando su amplio trasero.
-No pienses que no sé por qué te trajo- dijo abruptamente.
Harry meramente miró a Slughorn. Sus húmedos ojos pasaron sobre la cicatriz de Harry, esta vez tomándose el tiempo de apreciar el resto de su rostro.
-Te pareces mucho a tu padre.
-Sí, eso he escuchado- dijo Harry.
-Excepto por tus ojos. Tienes…
-Los ojos de mi madre, lo sé- Harry lo había escuchado muchas veces y le parecía un tanto fastidioso.
-Hmmff. Sí, bueno. Como profesor no debes tener favoritos, por supuesto, pero ella era una de mis favoritas. Tu madre- agregó Slughorn, en respuesta a la mirada inquisitiva que Harry le dirigió-. Lily Evans. Una de las brujas más brillantes a quien le haya enseñado. Vivaz, sabes. Era una niña encantadora. Solía decirle que debería haber estado en mi Casa. También solía obtener respuestas bastante atrevidas.
-¿Cuál era su Casa?
-Yo era el Jefe de Slytherin- dijo Slughorn-. Oh, vamos-. Se apresuró a decir, viendo la expresión en el rostro de Harry y agitando un grueso dedo en su dirección-. ¡No puedes culparme por eso! ¿Me imagino que eres un Gryffindor, como ella? Sí, usualmente eso sucede en las familias. Pero no siempre. ¿Alguna vez has oído hablar de Sirius Black? Estoy seguro que debes haber escuchado de él, ha estado en los periódicos por un par de años. Murió hace algunas semanas…
Era como si una mano invisible hubiera retorcido los intestinos de Harry y los apretara fuertemente.
-Bien, de todos modos, él era un gran amigo de tu padre en el colegio. Toda la familia Black había estado en mi Casa, ¡Pero Sirius terminó en Gryffindor! Lástima, era un muchacho muy talentoso. Su hermano, Regulus, estuvo en mi Casa después de un par de años, pero me hubiese gustado tenerlos a los dos.
Sonaba como un entusiasmado coleccionista a quien le hubieran ganado una pieza importante en un remate. Aparentemente perdido en sus recuerdos, mantuvo la vista fija en la pared opuesta, girando lentamente en el lugar para asegurarse de calentarse el trasero parejamente.
-Tu madre era hija de Muggles, por supuesto. No podía creerlo cuando me enteré. Pensé que debía ser de sangre pura, era tan inteligente.
-Una de mis mejores amigas es hija de Muggles- dijo Harry-, y es la mejor en nuestro año.
-Curioso como eso sucede a veces, ¿no es verdad?- dijo Slughorn.
-No realmente- dijo Harry fríamente.
Slughorn lo miró con sorpresa.
-¡De seguro no pensarás que soy prejuicioso!- dijo-. ¡No, no, no! ¿Acaso no acabo de decir que tu madre era una de mis estudiantes favoritas? También estaba Dirk Cresswell, un año detrás de ella. Ahora es Jefa de la Oficina de Enlace con los Duendes en el Ministerio, por supuesto. ¡Otra hija de Muggles, una estudiante muy talentosa, y aún me da excelente información reservada acerca de lo que sucede en Gringotts!
Rebotó suavemente de arriba abajo, sonriendo satisfecho consigo mismo, y apuntó a las muchas fotografías enmarcadas en el escritorio, cada una mostrando a sus diminutos habitantes.
-Todas de antiguos estudiantes, todas firmadas. Puedes fijarte en Barnabas Cuffe, editor de El Profeta, él siempre está interesado en oír mi opinión sobre las noticias del día. Y Ambrosius Flume, de Honeydukes: un canasto cada cumpleaños, ¡Y todo porque lo presenté a Ciceron Harkiss, quien le dio su primer trabajo! En la parte de atrás… La verás si tan sólo tuerces un poco el cuello… está Gwenog Jones, quien por supuesto es capitana de los Holyhead Harpies. ¡La gente siempre se asombra de que yo trate a los Harpies de tú, y tengo boletos gratis cuando quiera!
Esto parecía alegrarlo inmensamente.
-¿Y toda esa gente sabe dónde encontrarlo, dónde enviarle cosas?- preguntó Harry, quien no podía evitar preguntarse por qué los Mortífagos aún no habían encontrado a Slughorn si canastos de dulces, boletos para juegos de Quidditch, y visitantes que buscaban su opinión y consejos podían hacerlo.
La sonrisa se borró del rostro de Slughorn tan rápido como la sangre de las paredes.
-Por supuesto que no- dijo, mirando fijamente a Harry-. No he estado en contacto con ellos por un año.
Harry tenía la impresión que las palabras sorprendieron a Slughorn mismo; parecía bastante perturbado por un momento. Luego se encogió de hombros.
-Aún así… los brujos precavidos mantienen su cabeza agachada en estos tiempos. ¡Muy fácil para Dumbledore hablar, pero aceptar un puesto en Hogwarts justo ahora sería el equivalente declarar mi alianza pública a la Orden del Fénix! Y aunque estoy seguro que son gente muy admirable y valiente y todo lo demás, yo, personalmente, no aprecio la tasa de mortalidad…
-No tiene por qué ser parte de la Orden para enseñar en Hogwarts- dijo Harry, quien no pudo mantener un tono de burla fuera de su voz por completo: era difícil simpatizar con la consentida existencia de Slughorn cuando aún podía recordar a Sirius, agachado y escondido en una cueva, viviendo de ratas-. La mayoría de los profesores no están en la Orden, y ninguno de ellos ha sido asesinado… bueno, a no ser que cuente a Quirrell, y él obtuvo lo que se merecía por trabajar con Voldemort.
Harry había estado seguro que Slughorn sería uno de esos brujos que no podían soportar oír el nombre de Voldemort en voz alta, y no estuvo decepcionado: un escalofrío recorrió a Slughorn y dio una pequeña exclamación de protesta, la que Harry ignoró.
-Me imagino que los profesores estarán más a salvo que la mayoría de las personas siempre que Dumbledore siga siendo director; se supone que él es el único a quien Voldemort ha temido, ¿No es así?- continuó Harry.
Slughorn miró al espacio por un momento o dos: parecía estar considerando las palabras de Harry.
-Bueno, sí, es cierto que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado nunca ha buscado una pelea con Dumbledore- admitió a regañadientes-. Y supongo que uno podría decir que como no me he unido a los mortífagos, El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado de seguro no me cuenta entre sus amigos… en cuyo caso, puede ser que me encuentre más seguro cerca de Albus… no puedo pretender que la muerte de Amelia Bones no me asustó… si ella, con todos sus contactos en el Ministerio y la protección…
Dumbledore volvió a entrar en la habitación y Slughorn dio un salto como si hubiera olvidado que se encontraba en la casa.
-Oh, ahí estás, Albus- dijo-. Te demoraste bastante. ¿Estás mal del estómago?
-No, simplemente me entretuve leyendo las revistas Muggles- dijo Dumbledore-. Me encantan los patrones para tejer. Bien, Harry, nos hemos aprovechado de la hospitalidad de Horace por bastante tiempo creo que es hora de marcharnos.
No adverso a la idea, Harry se puso en pie de un salto. Slughorn parecía sorprendido.
-¿Ya se van?
-Sí, efectivamente. Me parece que reconozco una causa perdida cuando la veo.
-¿Perdida…?
Slughorn parecía agitado. Comenzó a jugar con sus gordos pulgares mientras observaba a Dumbledore abrochar su capa de viaje y a Harry cerrar su chaqueta.
-Bien, lamento que no quieras el trabajo, Horace- dijo Dumbledore, alzando su mano que no estaba herida en un gesto de despedida-. A Hogwarts le hubiera gustado tenerte de regreso nuevamente. A pesar de las estrechas medidas de seguridad, siempre podrás visitar el castillo si así lo desearas.
-Sí… bien… muy amable… como yo digo…
-Hasta la vista, entonces.
-Adiós- dijo Harry.
Ya estaban frente a la puerta principal cuando escucharon un grito detrás de ellos.
-¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Lo haré!
Dumbledore se volteó para ver a Slughorn parado y sin aliento en el umbral que daba a la sala de estar.
-¿Saldrás de tu retiro?
-Sí, sí- dijo Slughorn con impaciencia-. Debo estar loco, pero sí.
-Maravilloso- dijo Dumbledore, sonriendo alegremente-. Entonces, Horace, te veremos el primero de Septiembre.
-Sí, me atrevo a decir que así será- gruñó Slughorn.
Mientras caminaban por el camino de piedra del jardín, escucharon la voz de Slughorn detrás.
-¡Y quiero un aumento, Dumbledore!
Dumbledore rió. La reja del jardín se cerró detrás de ellos, y se dirigieron colina abajo a través de la oscuridad y la niebla.
-Bien hecho, Harry- dijo Dumbledore.
-No hice nada- dijo Harry, sorprendido.
-Oh, sí que lo hiciste. Le mostraste a Horace exactamente cuánto puede ganar si regresa a Hogwarts. ¿Te agradó?
-Este…
Harry no estaba seguro si Slughorn le había agradado o no. Suponía que había sido agradable en cierto modo, pero también le había parecido vano y, aunque hubiera dicho lo contrario, demasiado sorprendido que una hija de Muggles hubiese resultado ser una buena bruja.
-A Horace- dijo Dumbledore, ahorrándole a Harry la responsabilidad de decirlo-, le gusta la comodidad. También gusta de la compañía de aquellos que son famosos, los que son exitosos y los que son poderosos. Le agrada saber que tiene influencia sobre esa gente. Nunca ha deseado ocupar el trono él mismo, prefiere el asiento trasero… más espacio para estirarse, sabes. Solía elegir a sus alumnos favoritos en Hogwarts, algunas veces por su ambición o su inteligencia, otras veces por su encanto y talento, y tenía la extraña habilidad de escoger a aquellos que llegarían a sobresalir en sus diferentes campos. Horace formó una especie de club de sus favoritos con él mismo al centro, haciendo las presentaciones, forjando contactos útiles entre los miembros, y siempre cosechando algún tipo de beneficio, ya sea una caja gratis de su piña confitada favorita o la oportunidad de recomendar al siguiente miembro de la Oficina de Enlace con los Duendes.
Harry tuvo una súbita visión mental de una enorme e hinchada araña, tejiendo una red a su alrededor, moviendo un hilo por allí y por allá para traer a las jugosas moscas un poco más cerca.
-Te estoy diciendo esto- continuó Dumbledore- no para ponerte en contra de Horace... o, como debemos llamarlo de ahora en adelante, profesor Slughorn… sino para que estés en guardia. Sin duda intentará incluirte en su colección, Harry. Tú serías la joya de su colección, ‘el Niño-Que-Vivió’... o, como te están llamando en estos días, ‘el Elegido’.
Con estas palabras, lo recorrió un escalofrío que no tenía nada que ver con la niebla que los rodeaba. Fue recordando las palabras que había oído hacía unas semanas, palabras que tenían un horrible significado para él: Y ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva…
Dumbledore había dejado de caminar al llegar al nivel de la iglesia que habían pasado anteriormente.
-Con esto bastará, Harry. Sujétate de mi brazo.
Preparado esta vez, Harry estaba listo para la Aparición, pero aún así la encontró desagradable. Cuando la presión desapareció y descubrió que una vez más podía respirar, se encontró a sí mismo en un camino en medio del campo parado al lado de Dumbledore y mirando a lo que parecía ser la silueta de su segunda favorita construcción en el mundo: la Madriguera. A pesar del sentimiento de aprehensión que lo invadió, su ánimo no pudo evitar elevarse al verla. Ron estaba ahí… y también la señora Weasley, quien cocinaba mejor que cualquier otra persona que conociera…
-Si no te importa, Harry- dijo Dumbledore, al pasar a través de la reja-, me gustaría tener algunas palabras contigo antes de despedirnos. En privado. ¿Quizá aquí dentro?
Dumbledore apuntó al cobertizo en deterioro donde los Weasleys guardaban sus escobas. Un poco sorprendido, Harry siguió a Dumbledore a través de la puerta que crujía hacia un espacio un poco menor en tamaño a una alacena regular. Dumbledore iluminó la punta de su varita para que brillara como una antorcha y le sonrió a Harry.
-Espero que me perdones por mencionarlo, Harry, pero estoy complacido y un poco orgulloso de lo bien que pareces estar lidiando con todo lo sucedido en el Ministerio. Permíteme decir que pienso que Sirius estaría orgulloso de ti.
Harry tragó, su voz parecía haberlo abandonado. No pensaba que pudiera soportar hablar de Sirius, había sido bastante doloroso escuchar a su tío Vernon decir ‘¿Su padrino está muerto?’ y aún peor el escuchar el nombre de Sirius lanzado al aire tan casualmente como lo había hecho Slughorn.
-Fue cruel- dujo Dumbledore suavemente- que tú y Sirius tuvieran tan poco tiempo juntos. Un final brutal de lo que debería haber sido una larga y feliz relación.
Harry asintió, sus ojos fijos resueltamente en la araña que ahora subía por el sombrero de Dumbledore. Podía darse cuenta que Dumbledore entendía y que incluso podía sospechar que hasta la llegada de su carta, Harry había pasado casi todo el tiempo en casa de los Dursleys recostado en su cama, rechazando comidas, y mirando a la ventana empañada por la niebla, lleno del congelante vacío que había llegado a asociar con los dementores.
-Sólo es difícil- dijo Harry finalmente con voz grave- darse cuenta que no volverá a escribirme nunca más.
Sus ojos ardieron de pronto y parpadeó. Se sentía estúpido por admitirlo, pero el hecho de saber que tenía a alguien fuera de Hogwarts quien se preocupaba de lo que le pasaba, casi como un padre, había sido una de las mejores cosas de haber descubierto a su padrino… y ahora las lechuzas nunca le traerían esa consolación nuevamente…
-Sirius representaba mucho para ti que nunca habías tenido alguien como él antes- dijo Dumbledore con gentileza-. Naturalmente, la pérdida es devastadora…
-Pero mientras estaba en la casa de los Dursleys…- interrumpió Harry, su voz volviéndose más fuerte-, me di cuenta que no podía aislarme o… o flaquear. Sirius no hubiera querido eso, ¿o si? Y de todos modos, la vida es demasiado corta… Mire a Madame Bones, mire a Emmeline Vance… yo podría ser el siguiente, ¿verdad? Pero si así fuera- dijo con fiereza, ahora mirando fijamente los ojos de Dumbledore que brillaban con la luz de su varita- voy a asegurarme de llevarme conmigo tantos mortífagos como pueda, y también a Voldemort si puedo lograrlo.
-¡Dicho como digno hijo de tu padre y tu madre y como el ahijado de Sirius!- dijo Dumbledore, dándole una palmada de aprobación a Harry en la espalda-. Me quito mi sombrero ante ti… o lo haría si no temiera arrojarte arañas encima.
-Y ahora, Harry, en un tema enormemente relacionado… ¿Presumo que has estado recibiendo El Profeta Diario durante las últimas dos semanas?
-Sí- dijo Harry y su corazón comenzó a latir un poco más aprisa.
-¿Entonces seguro te habrás dado cuenta que no ha habido muchas goteras tanto como torrentes en lo que concierne a la información sobre tu aventura en el Salón de las Profecías?
-Sí- dijo Harry nuevamente-. Y ahora todos saben que yo soy el que…
-No, no lo saben- le interrumpió Dumbledore-. Sólo hay dos personas en todo el mundo que conocen el contenido completo de la profecía hecha sobre ti y Lord Voldemort, y los dos están parados en este apestoso cobertizo lleno de escobas y arañas. Aunque es verdad que muchos han adivinado correctamente que Voldemort mandó a sus mortífagos a robar la profecía y que ésta hablaba sobre ti.
-Ahora, ¿Creo que estoy en lo correcto al decir que no le has dicho a nadie que conozcas lo que dice la profecía?
-No- dijo Harry.
-Una sabia decisión después de todo- dijo Dumbledore-. Aunque pienso que deberías relajarte con tus amigos, el señor Ronald Weasley y la señorita Hermione Granger. Sí- continuó cuando Harry pareció sorprenderse-, creo que ellos deberían saberlo. Les haces daño al no confiarles algo tan importante para ellos.
-No quería…
-¿… asustarlos o preocuparlos?- dijo Dumbledore, observando a Harry por sobre el borde de sus anteojos de media luna-. ¿O quizá, confesar que tú mismo estás preocupado y asustado? Necesitas a tus amigos, Harry. Como tu mismo dijiste, Sirius no hubiese deseado que te aislaras.
Harry no dijo nada, pero Dumbledore no parecía esperar una respuesta. Continuó.
-En una nota diferente, pero relacionada, es mi deseo que tomes clases privadas conmigo este año.
-Privadas… ¿con usted?- dijo Harry, olvidando su preocupación debido a la sorpresa.
-Sí. Pienso que es hora que yo tome un rol mayor en tu educación.
-¿Qué me enseñará, señor?
-Oh, un poco de esto, otro poco de aquello- dijo Dumbledore ligeramente.
Harry esperó pacientemente, pero Dumbledore no dijo nada más, así que le preguntó sobre algo más que lo había estado molestando un poco.
-Si voy a tener clases con usted, no voy a tener clases de Oclumancia con Snape, ¿o sí?
-Profesor Snape, Harry… y no, no tendrás clases con él.
-Bien- dijo Harry, aliviado-, porque fueron un…
Se detuvo, con cuidado de no decir lo que estaba pensando.
-Creo que la palabra ‘fiasco’ sería adecuada en esta ocasión- dijo Dumbledore, asintiendo.
Harry rió.
-Bien, eso significa que no veré al Profesor Snape muy a menudo de hoy en adelante- dijo-, porque no me dejará continuar en Pociones a no ser que consiga un ‘Sobresaliente’ en mis TIMOS, y estoy seguro que no lo logré.
-No cuentes tus TIMOS antes que te sean entregados- dijo Dumbledore gravemente-. Lo que, ahora que recuerdo, debería ser un poco más tarde este mismo día. Ahora, dos cosas más, Harry, antes de despedirnos.
-Primero, deseo que tengas tu capa invisible contigo a todo momento, desde ahora en adelante. Incluso en Hogwarts. Sólo para estar seguros, ¿me comprendes?
Harry asintió.
-Y finalmente, mientras dure tu estancia aquí, la Madriguera ha sido provista con la mayor seguridad que pudo proveer el Ministerio de Magia. Estas medidas le han causado algunos inconvenientes a Arthur y Molly… todo su correo, por ejemplo, está siendo revisado en el Ministerio antes de ser entregado. Pero a ellos no les importa en lo más mínimo, pues su única preocupación es tu bienestar. Pero sería una pobre forma de pagarles si arriesgaras tu cuello mientras estés con ellos.
-Lo entiendo- Harry se apresuró a decir.
-Muy bien, entonces- dijo Dumbledore, empujando la puerta para abrir el cobertizo y dando un paso en el jardín-. Veo una luz en la cocina. No privemos a Molly un minuto más de la oportunidad de lamentarse sobre lo delgado que estás.
Pero Dumbledore en aquel momento parecía completamente relajado.
-Mantén tu varita al alcance de tu mano, Harry- dijo con tono alerta.
-¿Pero pensé que no se me permitía hacer magia fuera del colegio, señor?
-En caso de un ataque- dijo Dumbledore-, te doy permiso de usar cualquier maldición o contramaldición que se te venga a la mente. Aunque no creo que debas preocuparte por ser atacado esta noche.
-¿Por qué no, señor?
-Estás conmigo- dijo Dumbledore simplemente-. Con eso bastará, Harry.
Se detuvieron abruptamente al final de Privet Drive.
-No has, por supuesto, pasado tu examen de Aparición- dijo.
-No- dijo Harry-. Pensé que tenía que tener diecisiete.
-Cierto- dijo Dumbledore-. Así que necesitarás sujetarte firmemente de mi brazo. El izquierdo, si no te importa. Como debes haberlo notado, el brazo de mi varita está un tanto frágil de momento.
Harry se sujetó del antebrazo que le extendió Dumbledore.
-Excelente- dijo Dumbledore-. Bien, aquí vamos.
Harry sintió el brazo de Dumbledore retorcerse e intentar librarse, y se sujetó aún más fuerte; lo siguiente que supo, fue que todo se volvió negro; estaba siendo apretado fuertemente por todos lados; no podía respirar, habían bandas de hierro apretándose alrededor de su pecho; sus ojos estaban siendo forzados hacia el interior de su cabeza; sus tímpanos estaban siendo empujados más adentro de su cráneo y entonces…
Tomó grandes bocanadas del frío aire de la noche y abrió sus ojos llorosos. Se sentía como si acabara de ser forzado a pasar a través de un muy estrecho tubo de goma. Le tomó unos segundos darse cuenta que Privet Drive se había desvanecido. Él y Dumbledore estaban ahora parados en lo que parecía ser una plaza desierta de un pueblo, en el centro del cual se erguía un antiguo monumento conmemorativo de guerra y algunos bancos. Su comprensión se puso a la par de sus sentidos, y Harry se dio cuenta que acababa de Aparecerse por primera vez en su vida.
-¿Estás bien?- le preguntó Dumbledore, mirándolo con preocupación-. Uno se demora un tiempo en acostumbrarse a la sensación.
-Estoy bien- dijo Harry, frotando sus orejas, que se sentían como si hubieran abandonado Privet Drive a la fuerza -. Pero creo que prefiero las escobas…
Dumbledore sonrió, se ajustó su capa de viaje un poco más suelta alrededor de su cuello, y dijo:
-En esta dirección.
Comenzó a caminar a paso rápido, dejando atrás una posada vacía y algunas casas. De acuerdo con el reloj en una capilla cercana, era casi medianoche.
-Así que, cuéntame, Harry- dijo Dumbledore-. Tu cicatriz… ¿te ha estado doliendo?
Harry, inconscientemente, alzó una mano a su frente y frotó la marca en forma de rayo.
-No- dijo-, y me he estado preguntando sobre eso. Pensé que me estaría quemando todo el tiempo ahora que Voldemort se está volviendo tan poderoso nuevamente.
Alzó la vista para mirar a Dumbledore y notó que su expresión era de satisfacción.
-Yo, por otro lado, pensé lo contrario- dijo Dumbledore-. Lord Voldemort al fin se ha dado cuenta del peligroso acceso a sus pensamientos y sentimientos del que has estado disfrutando. Al parecer ahora está empleando la Oclumancia contra ti.
-Bueno, no me quejo- dijo Harry, quien no extrañaba ni los perturbadores sueños ni las súbitas e inesperadas visiones dentro de la mente de Voldemort.
Doblaron en una esquina, pasaron una cabina telefónica y una estación de autobuses. Harry miró nuevamente a Dumbledore.
-¿Profesor?
-¿Harry?
-Este… ¿Dónde estamos exactamente?
-Esta, Harry, es la encantadora villa de Budleigh Babberton.
-¿Y qué estamos haciendo aquí?
-Ah, sí. Por supuesto, aún no te lo he dicho- dijo Dumbledore-. Bien, he perdido la cuenta del número de veces que he dicho esto en años recientes, pero, una vez más, nos hace falta un miembro entre los profesores. Estamos aquí para persuadir a un viejo colega mío de salir de su retiro y regresar a Hogwarts.”
-¿Y cómo puedo ayudar con eso, señor?
-Oh, me parece que podremos encontrar algún uso para ti- dijo Dumbledore vagamente-. A la izquierda aquí, Harry.
Procedieron a subir por una inclinada y angosta calle delineada por casas a ambos lados. Todas las ventanas estaban oscuras. El extraño frío que había permanecido sobre Privet Drive por dos semanas persistía aquí también. Pensando en los dementores, Harry dirigió una mirada por sobre su hombro y cerró el puño alrededor de su varita, dentro de su bolsillo.
-Profesor, ¿Por qué no pudimos simplemente aparecernos directamente a la casa de su antiguo colega?
-Porque eso sería tan grosero como derribar la puerta principal a patadas- dijo Dumbledore-. La cortesía indica que debemos ofrecer a nuestros compañeros brujos la oportunidad de negarnos la entrada. En cualquier caso, la mayoría de los hogares mágicos están protegidos contra visitas indeseadas que deseen aparecerse dentro. En Hogwarts, por ejemplo…
-… no puedes aparecerte en ningún lugar de la construcción o en los terrenos- dijo Harry rápidamente-. Hermione Granger me lo explicó.
-Y ella tiene toda la razón. Doblamos a la izquierda, nuevamente.
El reloj de la iglesia tocó las doce a sus espaldas. Harry se preguntó por qué Dumbledore no consideraba grosero el despertar a su viejo colega tan tarde en la noche, pero ahora que una conversación había sido establecida tenía preguntas más importantes que hacer.
-Señor, leí en el diario El Profeta que Fudge fue despedido…
-Correcto- dijo Dumbledore, ahora doblando hacia una inclinada calle lateral-. Ha sido reemplazado, como estoy seguro que también te has enterado, por Rufus Scrimgeour, quien solía ser Jefe de la oficina de Aurores.
-¿Es el… piensa usted que está bien?- preguntó Harry.
-Una pregunta interesante- dijo Dumbledore-. Él es capaz, ciertamente. Una personalidad más decisiva y fuerte que Cornelius.
-Sí, pero yo me refería a…
-Sé a qué te referías. Rufus es un hombre de acción y, habiendo luchado contra brujos oscuros durante la mayoría de su vida de trabajo, no subestima a Lord Voldemort.
Harry esperó, pero Dumbledore no dijo nada acerca del desacuerdo con Scrimgeour que El Profeta había reportado, y no se atrevió a insistir sobre el tema, así que decidió cambiarlo.
-Y… señor… leí sobre Madam Bones.
-Sí- dijo Dumbledore suavemente-. Una terrible pérdida. Era una gran bruja. Justo ahí arriba, creo- auch!
Había apuntado con su mano herida.
-Profesor, ¿qué le pasó a su-?
-No hay tiempo para explicarlo ahora- dijo Dumbledore-. Es una historia emocionante, espero hacerle justicia.
Le sonrió a Harry, quien entendió que no estaba siendo callado abruptamente, y que tenía permiso para seguir haciendo preguntas.
-Señor- recibí un folleto vía lechuza del Ministerio de Magia, acerca de las medidas de seguridad que deberíamos tomar contra los mortífagos…
-Sí, yo mismo recibí uno- dijo Dumbledore, aún sonriendo-. ¿Te pareció útil?
-En realidad, no.
-No, eso me imaginaba. No me has preguntado, por ejemplo, cuál es mi sabor favorito de mermelada, para estar seguro que en verdad soy el Profesor Dumbledore y no un impostor.
-Yo no…- comenzó Harry, sin estar seguro por completo si estaba siendo regañado o no.
-Para futura referencia, Harry, es frambuesa… aunque, por supuesto, si fuera un mortífago, podría haberme asegurado de averiguar mis propias preferencias sobre mermelada antes de pretender ser yo mismo.
-Er… correcto- dijo Harry-. Bien, en panfleto, decía algo sobre los Inferi. ¿Qué son exactamente? El panfleto no era muy claro al respecto.
-Son cadáveres- dijo Dumbledore con calma-. Cuerpos muertos que han sido encantados para seguir la voluntad de un brujo oscuro. Aunque los Inferi no han sido vistos en mucho tiempo, no desde la última vez que Voldemort estaba en el poder… Asesinó a suficiente gente para hacer su propio ejército de ellos, por supuesto. Éste es el lugar, Harry, justo aquí…
Se estaban aproximando a una pequeña casa de piedra ubicada en su propio jardín. Harry estaba demasiado ocupado digiriendo la horrible idea de los Inferi como para prestar mucha atención a todo lo demás, pero al llegar a la reja, Dumbledore se detuvo abruptamente y Harry chocó contra él.
-Oh, Dios. Oh, Dios, Dios, Dios.
Harry siguió su mirada a través del bien cuidado camino que llevaba a la casa y sintió su corazón detenerse. La puerta principal estaba colgando de los goznes.
Dumbledore miró a uno y otro lado de la calle. Parecía completamente desierta.
-Saca tu varita y sígueme, Harry- dijo en voz baja.
Abrió la reja y caminó rápida y silenciosamente por el sendero de piedra del jardín, con Harry pisándole los talones, y empujó la puerta frontal muy lentamente, su varita alzada y lista para cualquier hechizo.
-Lumos.
La punta de la varita de Dumbledore se encendió, proyectando su luz por el estrecho corredor. A la izquierda, otra puerta también estaba abierta. Sosteniendo su varita iluminada en alto, Dumbledore caminó hacia la sala de estar con Harry justo detrás suyo.
Se encontraron con una escena de devastación total frente a sus ojos. Un reloj de péndulo yacía destrozado a sus pies, el vidrio roto, su péndulo arrojado en el piso un poco más allá como una espada caída. Un piano estaba de costado, sus teclas esparcidas por el piso. Los restos de un candelabro yacían cerca, aún moviéndose y tintineando. Los cojines estaban deshechos, las plumas asomándose por la tela desgarrada; fragmentos de vidrio y porcelana estaban como polvo encima de todo. Dumbledore levantó su varita aún más en alto, de modo que la luz iluminara también las paredes, donde algo rojo y pegajoso estaba salpicado sobre el papel tapiz. Dumbledore dio la vuelta al escuchar la exclamación de sorpresa de Harry.
-Nada lindo, ¿verdad?- dijo con pesadez-. Sí, algo horrible ha sucedido aquí.
Dumbledore se movió con cuidado hacia el centro de la habitación, escudriñando la destrucción a sus pies. Harry lo siguió, mirando a su alrededor, medio asustado de lo que podría encontrar detrás de lo que quedaba del piano o del sofá, pero no había señal alguna de un cadáver.
-¿Quizá hubo una pelea y… se lo llevaron arrastrando, Profesor?- sugirió Harry, tratando de no imaginar qué tan herido debía estar una persona para dejar ese tipo de manchas esparcidas por la mitad de las paredes.
-No lo creo- dijo Dumbledore silenciosamente, asomándose detrás de un sillón dado vuelta.
-¿Quiere decir que él-?
-¿… aún está por aquí, en algún lado? Sí.
Sin ninguna advertencia, Dumbledore se abalanzó, enterrando la punta de su varita en el asiento del sillón, al cual gritó:
-¡Auch!
-Buenas tardes, Horace- dijo Dumbledore, parándose derecho nuevamente.
La boca de Harry se abrió por sí sola. Donde hacía menos de un segundo había un sillón ahora se encontraba un enormemente gordo, calvo, y anciano hombre quien se estaba masajeando la barriga y mirando a Dumbledore a través de un lloroso y agraviado ojo entrecerrado.
-No había necesidad de enterrar la varita tan fuerte- gruñó, gateando para ponerse en pie con cuidado-. Eso dolió.
La luz de la varita se reflejó en su brillante coronilla, sus prominentes ojos, su enorme, plateado bigote similar al de una morsa, y los pulidos botones de su chaqueta de terciopelo marrón que usaba sobre un par de pijamas de color lila. La cumbre de su cabeza apenas le llegaba a Dumbledore al mentón.
-¿Qué me delató?- preguntó mientras se tambaleaba para ponerse en pie, aún frotando su barriga. Parecía remarcablemente desvergonzado para alguien quien acababa de ser descubierto pretendiendo ser un sillón.
-Mi querido Horace- dijo Dumbledore, pareciendo divertido-, si los mortífagos en verdad hubiesen estado aquí, la Marca Tenebrosa estaría flotando en estos momentos sobre la casa.
-La Marca Tenebrosa- murmuró-. Sabía que había algo… oh bien. No hubiera tenido tiempo de todos modos, acababa de terminar de poner los toques finales a la tapicería cuando entraste en la habitación.
Suspiró fuertemente, haciendo que los bordes de su bigote se movieran.
-¿Te gustaría mi ayuda para limpiar?- preguntó Dumbledore amablemente.
-Por favor- dijo el otro.
Se pararon espalda con espalda, el alto y delgado brujo y el bajito y redondo, y agitaron sus varitas en un idéntico movimiento.
Los muebles regresaron volando a sus lugares originales; ornamentos se reformaban en el aire, plumas regresaban al interior de los cojines; libros destrozados se reparaban solos mientras volaban a las repisas; lámparas de aceite flotaron hasta las mesas y se reencendieron; una vasta colección rota de marcos plateados para fotos voló destellando a través de la habitación y aterrizaron, completos y sin marca alguna, en un escritorio; agujeros, grietas y desgarros eran arreglados por todos lados, y las paredes se limpiaron solas.
-¿Qué tipo de sangre era esa en las paredes, por cierto?- preguntó Dumbledore fuertemente por sobre el repicar del nuevamente completo reloj de péndulo.
-¿En las paredes? De dragón- gritó el brujo llamado Horace, mientras que, con un tintinear ensordecedor, el candelabro se atornillaba nuevamente al techo.
Hubo un estruendo final proveniente del piano, y luego silencio.
-Sí, dragón- dijo el brujo a modo de conversación-. Mi última botella, y los precios están por los cielos en este momento. Aún así, puede ser reutilizable.
Se dirigió a la repisa colgada en una de las paredes, recogió una pequeña botella de cristal y la levantó para mirarla a través de la luz, examinando cuidadosamente el líquido en su interior.
-Hmm. Un poco polvorienta.
Volvió a dejar la botella en la repisa y suspiró. Fue entonces que sus ojos se posaron en Harry.
-Oho- dijo, sus enormes ojos rápidamente se dirigieron a la frente de Harry y a la cicatriz en forma de rayo que portaba-. ¡Oho!
-Éste- dijo Dumbledore, avanzando para hacer las presentaciones-, es Harry Potter. Harry, él es un viejo amigo y colega mío, Horace Slughorn.
Slughorn giró hacia Dumbledore, con expresión astuta.
-Así que es cómo pensabas convencerme, ¿no es así? Bien, la respuesta es no, Albus.
Pasó al lado de Harry, apartándolo, su cabeza girada hacia un lado resueltamente con el aire de un hombre tratando de resistir la tentación.
-¿Supongo que al menos podemos beber algo?- preguntó Dumbledore-. ¿Por los viejos tiempos?
Slughorn dudó.
-De acuerdo, un trago- dijo sin gracia.
Dumbledore le sonrió a Harry y lo dirigió hacia una silla no muy diferente a la que Slughorn estaba imitando recientemente, que se encontraba justo al lado del fuego encendido de una lámpara de aceite que brillaba fuertemente. Harry tomó el asiento sugerido con la fuerte impresión que Dumbledore, por algún motivo, deseaba mantenerlo lo más visiblemente posible. Ciertamente cuando Slughorn, quien había estado ocupado con los vasos y decantadores, giró hacia el centro de la habitación nuevamente, sus ojos cayeron inmediatamente en Harry.
-Hmmff- dijo, apartando la mirada como si estuviese asustado de herir sus ojos-. Aquí tienes- le entregó un vaso a Dumbledore, quien se había sentado sin invitación, empujó la bandeja hacia Harry, y luego se hundió entre los cojines del sofá reparado en silencio. Sus piernas eran tan cortas que no alcanzaban a tocar el piso.
-Y bien, ¿cómo has estado, Horace?- preguntó Dumbledore.
-No tan bien- dijo Slughorn de inmediato-. Pecho débil. Jadeante. Reumatismo también. No me puedo mover como antes. Bien, pero eso es de esperarse, con la edad. Fatiga.
-Y aún así te moviste bastante rápido para preparar esta gran bienvenida para nosotros en tan corto tiempo- dijo Dumbledore-. ¿No puedes haber tenido más de dos o tres minutos de advertencia?
Slughorn dijo, medio enfadado y medio orgulloso.
-Dos. No escuché la alarma de mi encantamiento contra intrusos, estaba tomando un baño. De todos modos- agregó seriamente, al parecer tratando de arreglarse-, aún está el hecho de que soy un hombre viejo, Albus. Un cansado hombre viejo que se ha ganado el derecho a una vida tranquila y unas cuantas comodidades.
Ciertamente tenía aquellas cosas, pensó Harry, mirando la habitación a su alrededor. Era sofocante y desordenada, pero nadie podía decir que era incómoda; había sillas suaves y taburetes, bebidas y libros, cajas de chocolates y acolchonados cojines. Si Harry no hubiese sabido quién vivía allí, hubiera pensado que se trataba de una rica y quisquillosa anciana.
-No eres tan viejo como yo, Horace- dijo Dumbledore.
-Bueno, quizá deberías pensar en retirarte tú mismo- dijo Slughorn directamente. Sus pálidos ojos color de oliva se fijaron en la mano herida de Dumbledore-. Los reflejos ya no son lo que solían ser, por lo que veo.
-Tienes toda la razón- dijo Dumbledore serenamente, apartando su manga para revelar la punta de las negras quemaduras en sus dedos; era una visión que hizo que la parte de atrás del cuello de Harry cosquilleara desagradablemente-. Sin duda soy más lento de lo que era antes. Pero por otro lado…
Se encogió de hombros abrió sus manos ampliamente, como diciendo que la edad tenía sus compensaciones, y Harry notó un anillo en su mano sana que nunca antes había visto a Dumbledore usar: era grande, hecho toscamente de lo que parecía ser oro, y estaba decorado con una gran piedra negra que se había quebrado por la mitad. Los ojos de Slughorn también se detuvieron en el anillo por un segundo, y Harry vio que por un momento frunció el entrecejo levemente.
-¿Así que, todas estas precauciones contra intrusos, Horace… son debido a los mortífagos o a mí?- preguntó Dumbledore.
-¿Qué querrían los mortífagos con un pobre, inútil y viejo lustrabotas como yo?- demandó Slughorn.
-Me imagino que querrán transformar tus considerables talentos a coerción, tortura, y asesinato- dijo Dumbledore-. ¿En verdad me estás diciendo que aún no han intentado reclutarte?
Slughorn miró a Dumbledore siniestramente por un momento, y luego murmuró:
-No les he dado la oportunidad. Me he estado moviendo de un lugar a otro por un año. Nunca permanezco en un lugar por más de una semana. Voy de una casa Muggle a otra casa Muggle. Los dueños de esta casa están de vacaciones en las Islas Canarias. Ha sido muy agradable, voy a lamentar tener que marcharme. Es bastante fácil una vez que sabes hacerlo, un simple Hechizo Congelante en esas absurdas alarmas contra robos que usan en lugar de chivatoscopios, y asegurarse que los vecinos no te vean metiendo un piano.
-Ingenioso- dijo Dumbledore-. Pero suena como una exhaustiva existencia para un inútil y viejo lustrabotas como tú que busca una vida tranquila. Ahora, si regresaras a Hogwarts…
-¡Si vas a decirme que mi vida sería más pacífica en ese colegio pestilente, puedes ahorrarte el aliento, Albus! ¡Puede que haya estado escondiéndome, pero me llegaron algunos rumores bastante raros desde que Dolores Umbridge se fue! Si es así como tratas a tus profesores estos días…
-La profesora Umbridge tuvo un desagradable encuentro con nuestra manada de centauros- dijo Dumbledore-. Creo que tú, Horace, hubieras sido lo suficientemente inteligente como para no internarte en el bosque y llamar a los centauros unos ‘sucios híbridos.’
-¿Con que eso fue lo que sucedió?- dijo Slughorn-. Esa mujer estúpida. Nunca me agradó.
Harry soltó una carcajada y Dumbledore y Slughorn se giraron para mirarlo.
-Lo siento- se apresuró a decir Harry-. Es sólo que… a mi tampoco me agradaba.
Dumbledore se levantó de su asiento súbitamente.
-¿Ya te marchas?- preguntó Slughorn rápidamente, luciendo esperanzado.
-No, me preguntaba si me sería posible usar tu baño- dijo Dumbledore.
-Oh- dijo Slughorn, claramente decepcionado-. Por el pasillo, segunda puerta a la izquierda.
Dumbledore salió dando largos pasos de la habitación. Una vez que la puerta se cerró detrás de él, reinó el silencio. Después de unos momentos, Slughorn se levantó pero parecía no saber qué hacer consigo mismo. Le dirigió una mirada furtiva a Harry, entonces cruzó la habitación hacia el fuego y le dio la espalda a éste, calentando su amplio trasero.
-No pienses que no sé por qué te trajo- dijo abruptamente.
Harry meramente miró a Slughorn. Sus húmedos ojos pasaron sobre la cicatriz de Harry, esta vez tomándose el tiempo de apreciar el resto de su rostro.
-Te pareces mucho a tu padre.
-Sí, eso he escuchado- dijo Harry.
-Excepto por tus ojos. Tienes…
-Los ojos de mi madre, lo sé- Harry lo había escuchado muchas veces y le parecía un tanto fastidioso.
-Hmmff. Sí, bueno. Como profesor no debes tener favoritos, por supuesto, pero ella era una de mis favoritas. Tu madre- agregó Slughorn, en respuesta a la mirada inquisitiva que Harry le dirigió-. Lily Evans. Una de las brujas más brillantes a quien le haya enseñado. Vivaz, sabes. Era una niña encantadora. Solía decirle que debería haber estado en mi Casa. También solía obtener respuestas bastante atrevidas.
-¿Cuál era su Casa?
-Yo era el Jefe de Slytherin- dijo Slughorn-. Oh, vamos-. Se apresuró a decir, viendo la expresión en el rostro de Harry y agitando un grueso dedo en su dirección-. ¡No puedes culparme por eso! ¿Me imagino que eres un Gryffindor, como ella? Sí, usualmente eso sucede en las familias. Pero no siempre. ¿Alguna vez has oído hablar de Sirius Black? Estoy seguro que debes haber escuchado de él, ha estado en los periódicos por un par de años. Murió hace algunas semanas…
Era como si una mano invisible hubiera retorcido los intestinos de Harry y los apretara fuertemente.
-Bien, de todos modos, él era un gran amigo de tu padre en el colegio. Toda la familia Black había estado en mi Casa, ¡Pero Sirius terminó en Gryffindor! Lástima, era un muchacho muy talentoso. Su hermano, Regulus, estuvo en mi Casa después de un par de años, pero me hubiese gustado tenerlos a los dos.
Sonaba como un entusiasmado coleccionista a quien le hubieran ganado una pieza importante en un remate. Aparentemente perdido en sus recuerdos, mantuvo la vista fija en la pared opuesta, girando lentamente en el lugar para asegurarse de calentarse el trasero parejamente.
-Tu madre era hija de Muggles, por supuesto. No podía creerlo cuando me enteré. Pensé que debía ser de sangre pura, era tan inteligente.
-Una de mis mejores amigas es hija de Muggles- dijo Harry-, y es la mejor en nuestro año.
-Curioso como eso sucede a veces, ¿no es verdad?- dijo Slughorn.
-No realmente- dijo Harry fríamente.
Slughorn lo miró con sorpresa.
-¡De seguro no pensarás que soy prejuicioso!- dijo-. ¡No, no, no! ¿Acaso no acabo de decir que tu madre era una de mis estudiantes favoritas? También estaba Dirk Cresswell, un año detrás de ella. Ahora es Jefa de la Oficina de Enlace con los Duendes en el Ministerio, por supuesto. ¡Otra hija de Muggles, una estudiante muy talentosa, y aún me da excelente información reservada acerca de lo que sucede en Gringotts!
Rebotó suavemente de arriba abajo, sonriendo satisfecho consigo mismo, y apuntó a las muchas fotografías enmarcadas en el escritorio, cada una mostrando a sus diminutos habitantes.
-Todas de antiguos estudiantes, todas firmadas. Puedes fijarte en Barnabas Cuffe, editor de El Profeta, él siempre está interesado en oír mi opinión sobre las noticias del día. Y Ambrosius Flume, de Honeydukes: un canasto cada cumpleaños, ¡Y todo porque lo presenté a Ciceron Harkiss, quien le dio su primer trabajo! En la parte de atrás… La verás si tan sólo tuerces un poco el cuello… está Gwenog Jones, quien por supuesto es capitana de los Holyhead Harpies. ¡La gente siempre se asombra de que yo trate a los Harpies de tú, y tengo boletos gratis cuando quiera!
Esto parecía alegrarlo inmensamente.
-¿Y toda esa gente sabe dónde encontrarlo, dónde enviarle cosas?- preguntó Harry, quien no podía evitar preguntarse por qué los Mortífagos aún no habían encontrado a Slughorn si canastos de dulces, boletos para juegos de Quidditch, y visitantes que buscaban su opinión y consejos podían hacerlo.
La sonrisa se borró del rostro de Slughorn tan rápido como la sangre de las paredes.
-Por supuesto que no- dijo, mirando fijamente a Harry-. No he estado en contacto con ellos por un año.
Harry tenía la impresión que las palabras sorprendieron a Slughorn mismo; parecía bastante perturbado por un momento. Luego se encogió de hombros.
-Aún así… los brujos precavidos mantienen su cabeza agachada en estos tiempos. ¡Muy fácil para Dumbledore hablar, pero aceptar un puesto en Hogwarts justo ahora sería el equivalente declarar mi alianza pública a la Orden del Fénix! Y aunque estoy seguro que son gente muy admirable y valiente y todo lo demás, yo, personalmente, no aprecio la tasa de mortalidad…
-No tiene por qué ser parte de la Orden para enseñar en Hogwarts- dijo Harry, quien no pudo mantener un tono de burla fuera de su voz por completo: era difícil simpatizar con la consentida existencia de Slughorn cuando aún podía recordar a Sirius, agachado y escondido en una cueva, viviendo de ratas-. La mayoría de los profesores no están en la Orden, y ninguno de ellos ha sido asesinado… bueno, a no ser que cuente a Quirrell, y él obtuvo lo que se merecía por trabajar con Voldemort.
Harry había estado seguro que Slughorn sería uno de esos brujos que no podían soportar oír el nombre de Voldemort en voz alta, y no estuvo decepcionado: un escalofrío recorrió a Slughorn y dio una pequeña exclamación de protesta, la que Harry ignoró.
-Me imagino que los profesores estarán más a salvo que la mayoría de las personas siempre que Dumbledore siga siendo director; se supone que él es el único a quien Voldemort ha temido, ¿No es así?- continuó Harry.
Slughorn miró al espacio por un momento o dos: parecía estar considerando las palabras de Harry.
-Bueno, sí, es cierto que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado nunca ha buscado una pelea con Dumbledore- admitió a regañadientes-. Y supongo que uno podría decir que como no me he unido a los mortífagos, El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado de seguro no me cuenta entre sus amigos… en cuyo caso, puede ser que me encuentre más seguro cerca de Albus… no puedo pretender que la muerte de Amelia Bones no me asustó… si ella, con todos sus contactos en el Ministerio y la protección…
Dumbledore volvió a entrar en la habitación y Slughorn dio un salto como si hubiera olvidado que se encontraba en la casa.
-Oh, ahí estás, Albus- dijo-. Te demoraste bastante. ¿Estás mal del estómago?
-No, simplemente me entretuve leyendo las revistas Muggles- dijo Dumbledore-. Me encantan los patrones para tejer. Bien, Harry, nos hemos aprovechado de la hospitalidad de Horace por bastante tiempo creo que es hora de marcharnos.
No adverso a la idea, Harry se puso en pie de un salto. Slughorn parecía sorprendido.
-¿Ya se van?
-Sí, efectivamente. Me parece que reconozco una causa perdida cuando la veo.
-¿Perdida…?
Slughorn parecía agitado. Comenzó a jugar con sus gordos pulgares mientras observaba a Dumbledore abrochar su capa de viaje y a Harry cerrar su chaqueta.
-Bien, lamento que no quieras el trabajo, Horace- dijo Dumbledore, alzando su mano que no estaba herida en un gesto de despedida-. A Hogwarts le hubiera gustado tenerte de regreso nuevamente. A pesar de las estrechas medidas de seguridad, siempre podrás visitar el castillo si así lo desearas.
-Sí… bien… muy amable… como yo digo…
-Hasta la vista, entonces.
-Adiós- dijo Harry.
Ya estaban frente a la puerta principal cuando escucharon un grito detrás de ellos.
-¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Lo haré!
Dumbledore se volteó para ver a Slughorn parado y sin aliento en el umbral que daba a la sala de estar.
-¿Saldrás de tu retiro?
-Sí, sí- dijo Slughorn con impaciencia-. Debo estar loco, pero sí.
-Maravilloso- dijo Dumbledore, sonriendo alegremente-. Entonces, Horace, te veremos el primero de Septiembre.
-Sí, me atrevo a decir que así será- gruñó Slughorn.
Mientras caminaban por el camino de piedra del jardín, escucharon la voz de Slughorn detrás.
-¡Y quiero un aumento, Dumbledore!
Dumbledore rió. La reja del jardín se cerró detrás de ellos, y se dirigieron colina abajo a través de la oscuridad y la niebla.
-Bien hecho, Harry- dijo Dumbledore.
-No hice nada- dijo Harry, sorprendido.
-Oh, sí que lo hiciste. Le mostraste a Horace exactamente cuánto puede ganar si regresa a Hogwarts. ¿Te agradó?
-Este…
Harry no estaba seguro si Slughorn le había agradado o no. Suponía que había sido agradable en cierto modo, pero también le había parecido vano y, aunque hubiera dicho lo contrario, demasiado sorprendido que una hija de Muggles hubiese resultado ser una buena bruja.
-A Horace- dijo Dumbledore, ahorrándole a Harry la responsabilidad de decirlo-, le gusta la comodidad. También gusta de la compañía de aquellos que son famosos, los que son exitosos y los que son poderosos. Le agrada saber que tiene influencia sobre esa gente. Nunca ha deseado ocupar el trono él mismo, prefiere el asiento trasero… más espacio para estirarse, sabes. Solía elegir a sus alumnos favoritos en Hogwarts, algunas veces por su ambición o su inteligencia, otras veces por su encanto y talento, y tenía la extraña habilidad de escoger a aquellos que llegarían a sobresalir en sus diferentes campos. Horace formó una especie de club de sus favoritos con él mismo al centro, haciendo las presentaciones, forjando contactos útiles entre los miembros, y siempre cosechando algún tipo de beneficio, ya sea una caja gratis de su piña confitada favorita o la oportunidad de recomendar al siguiente miembro de la Oficina de Enlace con los Duendes.
Harry tuvo una súbita visión mental de una enorme e hinchada araña, tejiendo una red a su alrededor, moviendo un hilo por allí y por allá para traer a las jugosas moscas un poco más cerca.
-Te estoy diciendo esto- continuó Dumbledore- no para ponerte en contra de Horace... o, como debemos llamarlo de ahora en adelante, profesor Slughorn… sino para que estés en guardia. Sin duda intentará incluirte en su colección, Harry. Tú serías la joya de su colección, ‘el Niño-Que-Vivió’... o, como te están llamando en estos días, ‘el Elegido’.
Con estas palabras, lo recorrió un escalofrío que no tenía nada que ver con la niebla que los rodeaba. Fue recordando las palabras que había oído hacía unas semanas, palabras que tenían un horrible significado para él: Y ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva…
Dumbledore había dejado de caminar al llegar al nivel de la iglesia que habían pasado anteriormente.
-Con esto bastará, Harry. Sujétate de mi brazo.
Preparado esta vez, Harry estaba listo para la Aparición, pero aún así la encontró desagradable. Cuando la presión desapareció y descubrió que una vez más podía respirar, se encontró a sí mismo en un camino en medio del campo parado al lado de Dumbledore y mirando a lo que parecía ser la silueta de su segunda favorita construcción en el mundo: la Madriguera. A pesar del sentimiento de aprehensión que lo invadió, su ánimo no pudo evitar elevarse al verla. Ron estaba ahí… y también la señora Weasley, quien cocinaba mejor que cualquier otra persona que conociera…
-Si no te importa, Harry- dijo Dumbledore, al pasar a través de la reja-, me gustaría tener algunas palabras contigo antes de despedirnos. En privado. ¿Quizá aquí dentro?
Dumbledore apuntó al cobertizo en deterioro donde los Weasleys guardaban sus escobas. Un poco sorprendido, Harry siguió a Dumbledore a través de la puerta que crujía hacia un espacio un poco menor en tamaño a una alacena regular. Dumbledore iluminó la punta de su varita para que brillara como una antorcha y le sonrió a Harry.
-Espero que me perdones por mencionarlo, Harry, pero estoy complacido y un poco orgulloso de lo bien que pareces estar lidiando con todo lo sucedido en el Ministerio. Permíteme decir que pienso que Sirius estaría orgulloso de ti.
Harry tragó, su voz parecía haberlo abandonado. No pensaba que pudiera soportar hablar de Sirius, había sido bastante doloroso escuchar a su tío Vernon decir ‘¿Su padrino está muerto?’ y aún peor el escuchar el nombre de Sirius lanzado al aire tan casualmente como lo había hecho Slughorn.
-Fue cruel- dujo Dumbledore suavemente- que tú y Sirius tuvieran tan poco tiempo juntos. Un final brutal de lo que debería haber sido una larga y feliz relación.
Harry asintió, sus ojos fijos resueltamente en la araña que ahora subía por el sombrero de Dumbledore. Podía darse cuenta que Dumbledore entendía y que incluso podía sospechar que hasta la llegada de su carta, Harry había pasado casi todo el tiempo en casa de los Dursleys recostado en su cama, rechazando comidas, y mirando a la ventana empañada por la niebla, lleno del congelante vacío que había llegado a asociar con los dementores.
-Sólo es difícil- dijo Harry finalmente con voz grave- darse cuenta que no volverá a escribirme nunca más.
Sus ojos ardieron de pronto y parpadeó. Se sentía estúpido por admitirlo, pero el hecho de saber que tenía a alguien fuera de Hogwarts quien se preocupaba de lo que le pasaba, casi como un padre, había sido una de las mejores cosas de haber descubierto a su padrino… y ahora las lechuzas nunca le traerían esa consolación nuevamente…
-Sirius representaba mucho para ti que nunca habías tenido alguien como él antes- dijo Dumbledore con gentileza-. Naturalmente, la pérdida es devastadora…
-Pero mientras estaba en la casa de los Dursleys…- interrumpió Harry, su voz volviéndose más fuerte-, me di cuenta que no podía aislarme o… o flaquear. Sirius no hubiera querido eso, ¿o si? Y de todos modos, la vida es demasiado corta… Mire a Madame Bones, mire a Emmeline Vance… yo podría ser el siguiente, ¿verdad? Pero si así fuera- dijo con fiereza, ahora mirando fijamente los ojos de Dumbledore que brillaban con la luz de su varita- voy a asegurarme de llevarme conmigo tantos mortífagos como pueda, y también a Voldemort si puedo lograrlo.
-¡Dicho como digno hijo de tu padre y tu madre y como el ahijado de Sirius!- dijo Dumbledore, dándole una palmada de aprobación a Harry en la espalda-. Me quito mi sombrero ante ti… o lo haría si no temiera arrojarte arañas encima.
-Y ahora, Harry, en un tema enormemente relacionado… ¿Presumo que has estado recibiendo El Profeta Diario durante las últimas dos semanas?
-Sí- dijo Harry y su corazón comenzó a latir un poco más aprisa.
-¿Entonces seguro te habrás dado cuenta que no ha habido muchas goteras tanto como torrentes en lo que concierne a la información sobre tu aventura en el Salón de las Profecías?
-Sí- dijo Harry nuevamente-. Y ahora todos saben que yo soy el que…
-No, no lo saben- le interrumpió Dumbledore-. Sólo hay dos personas en todo el mundo que conocen el contenido completo de la profecía hecha sobre ti y Lord Voldemort, y los dos están parados en este apestoso cobertizo lleno de escobas y arañas. Aunque es verdad que muchos han adivinado correctamente que Voldemort mandó a sus mortífagos a robar la profecía y que ésta hablaba sobre ti.
-Ahora, ¿Creo que estoy en lo correcto al decir que no le has dicho a nadie que conozcas lo que dice la profecía?
-No- dijo Harry.
-Una sabia decisión después de todo- dijo Dumbledore-. Aunque pienso que deberías relajarte con tus amigos, el señor Ronald Weasley y la señorita Hermione Granger. Sí- continuó cuando Harry pareció sorprenderse-, creo que ellos deberían saberlo. Les haces daño al no confiarles algo tan importante para ellos.
-No quería…
-¿… asustarlos o preocuparlos?- dijo Dumbledore, observando a Harry por sobre el borde de sus anteojos de media luna-. ¿O quizá, confesar que tú mismo estás preocupado y asustado? Necesitas a tus amigos, Harry. Como tu mismo dijiste, Sirius no hubiese deseado que te aislaras.
Harry no dijo nada, pero Dumbledore no parecía esperar una respuesta. Continuó.
-En una nota diferente, pero relacionada, es mi deseo que tomes clases privadas conmigo este año.
-Privadas… ¿con usted?- dijo Harry, olvidando su preocupación debido a la sorpresa.
-Sí. Pienso que es hora que yo tome un rol mayor en tu educación.
-¿Qué me enseñará, señor?
-Oh, un poco de esto, otro poco de aquello- dijo Dumbledore ligeramente.
Harry esperó pacientemente, pero Dumbledore no dijo nada más, así que le preguntó sobre algo más que lo había estado molestando un poco.
-Si voy a tener clases con usted, no voy a tener clases de Oclumancia con Snape, ¿o sí?
-Profesor Snape, Harry… y no, no tendrás clases con él.
-Bien- dijo Harry, aliviado-, porque fueron un…
Se detuvo, con cuidado de no decir lo que estaba pensando.
-Creo que la palabra ‘fiasco’ sería adecuada en esta ocasión- dijo Dumbledore, asintiendo.
Harry rió.
-Bien, eso significa que no veré al Profesor Snape muy a menudo de hoy en adelante- dijo-, porque no me dejará continuar en Pociones a no ser que consiga un ‘Sobresaliente’ en mis TIMOS, y estoy seguro que no lo logré.
-No cuentes tus TIMOS antes que te sean entregados- dijo Dumbledore gravemente-. Lo que, ahora que recuerdo, debería ser un poco más tarde este mismo día. Ahora, dos cosas más, Harry, antes de despedirnos.
-Primero, deseo que tengas tu capa invisible contigo a todo momento, desde ahora en adelante. Incluso en Hogwarts. Sólo para estar seguros, ¿me comprendes?
Harry asintió.
-Y finalmente, mientras dure tu estancia aquí, la Madriguera ha sido provista con la mayor seguridad que pudo proveer el Ministerio de Magia. Estas medidas le han causado algunos inconvenientes a Arthur y Molly… todo su correo, por ejemplo, está siendo revisado en el Ministerio antes de ser entregado. Pero a ellos no les importa en lo más mínimo, pues su única preocupación es tu bienestar. Pero sería una pobre forma de pagarles si arriesgaras tu cuello mientras estés con ellos.
-Lo entiendo- Harry se apresuró a decir.
-Muy bien, entonces- dijo Dumbledore, empujando la puerta para abrir el cobertizo y dando un paso en el jardín-. Veo una luz en la cocina. No privemos a Molly un minuto más de la oportunidad de lamentarse sobre lo delgado que estás.
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